Crítica de Bitelchús Bitelchús, con Tim Burton regresando a uno de sus universos más icónicos
Crítica de Bitelchús Bitelchús, la secuela de la emblemática película de Tim Burton de 1988 que cuenta con Michael Keaton, Winona Ryder y Monica Bellucci. Estreno el 5 de septiembre.
Han pasado 36 largos años desde el estreno de Bitelchús (Beeteljuice) en 1988, a lo largo de los cuales Tim Burton ha evolucionado mucho como cineasta ofreciendo toda clase de experiencias cinematográficas, unas más satisfactorias que otras. Era su segundo largometraje, por aquel entonces y era rabiosamente original y loco por mil razones.
El mismo hecho de que haya decidido regresar al imaginario de esta película, ya quiere decirnos algo: que tiene ganas de volver a sus raíces y volver a disfrutar de la comedia absurda, desplegando algunos de los elementos que tanto le gustan y mezclando técnicas: marionetas, stop-motion, narraciones en blanco y negro homenajeando a Bava y autorreferencias a espuertas.
Bitelchús Bitelchús también hereda de su antecesora lo descabellado, los momentos gore, la depravación del bioexorcista y un buen puñado de guiños: desde las esculturas de Delia hasta el peinado de Lydia pasando por entrañables jíbaros, muertos por causas excéntricas y un paseo por los rincones burocratizados del más allá.
No todo es nostalgia, hay también desarrollos y adiciones maravillosas, incluso con destellos de verdadera genialidad. El Soul Train es un chute de buen rollo de camino al inframundo; Bob genera más empatía que personajes de carne y hueso y Monica Bellucci se arma a sí misma a base de grapas encarnando a una perfecta diva timburtonizada oscura, sexy y letal.
Ojalá el guión tuviera alguna coherencia y hubiera sabido podar lo que no funciona o resulta más predecible como el personaje al que da vida un desaprovechadísimo Justin Theroux. A la película le cuesta mucho encontrar el ritmo y se alarga de manera innecesaria engordando una narración que tiene puntos álgidos pero también otros que llevan a un encogimiento de hombros.
El punto de partida de la locura
Bitelchús Btelchús arranca mostrando a Lydia Deez en su nueva faceta de presentadora de un programa de televisión en el que aprovecha sus dotes de médium con el más allá. Su pareja, Rory, es además su representante y, se supone, la persona que cuida de ella cuando regresan las pesadillas en las que cree estar siendo acosada por Beetlejuice.
Una muerte repentina y trágica la lleva a reencontrarse con su madre, que sigue siendo una excéntrica artista, y con su hija Astrid, una muchacha escéptica que la considera una farsante y con quien tiene una relación muy tensa desde el fallecimiento de su padre.
De regreso a su hogar en Winter River, Rory convertirá un funeral en el escenario para declararle su amor a Lydia y pedirle la mano, algo que acepta a regañadientes.
Astrid, por su parte, descubrirá la buhardilla en la que se conserva intacta la maqueta del matrimonio Maitland... y el folleto publicitario de los servicios de Beetlejuice.
En el más allá, un suceso fortuito desatará el caos cuando Delores, la exmujer de Beetlejuice que se alimenta de almas, consiga rearmarse para buscarlo y ajustar cuentas con él. Tras sus talones, el tozudo Wolf Jackson, fantasma de un actor encasillado en el papel de policía y todos sus agentes.
La sinopsis de Bitelchús Bitelchús es una locura, ¿verdad? Pues es justo lo que se siente al salir del cine. No se puede decir que sea una mala secuela, porque contiene todo lo que tenía la primera y más, pero se percibe como deslavazada, con personajes inconexos y sin que tengamos claro quién es la protagonista principal.
Se supone que es Lydia, pero durante algunos momentos el foco de atención recae en Astrid, otro personaje desprovechado. Es evidente que Jenna Ortega hizo migas con Burton en Miércoles, pero Astrid es mucho menos carismática.
Es un buen reclamo para el público joven, pero no tiene ocasión de destacar en el maremágnum de personajes, situaciones y sketches que componen la cinta. Y no todos funcionan: el humor, a veces, es demasiado infantil y otras, sencillamente, no alcanza el objetivo.
La banda sonora de Danny Elfman está a la altura de las circunstancias y envuelve bien la acción, pero los números musicales se alargan, por lo general, demasiado perdiendo impacto y dejando la trama al pairo. Nadie le pedía a Bitelchús Bitelchús un guión sesudo, pero se agradecería un hilo que seguir, al menos.
Está pensada para contentar a los fans incondicionales de la primera película, pero aquellos que no le tuvieran una especial simpatía saldrán extradecepcionados del cine. Con la sensación sincera de que esta película no dejará un recuerdo indeleble en la audiencia y de que Burton es capaz de mucho más. Está en la senda, pero sería recomendable que creara algo nuevo y genuino.
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VALORACIÓN:
Tim Burton se lo ha pasado pipa volviendo al imaginario de Beetlejuice: amplía la burocracia del Más Allá, le busca nuevos problemas a una ya adulta Lydia Deetz y mete en la cazuela toca clase de elementos, incluida una generosa dosis de nostalgia. Es una secuela digna, pero no tan original ni impactante como el material original.LO MEJOR:
Bob, el marchoso Soul Train y la diosa Monica Belucci perfectamente timburtonizada. Las secuencias más imaginativas en stop-motion y blanco y negro.LO PEOR:
El guión es un batiburrillo y el humor no siempre funciona.67
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