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Crítica de Black Water: Abyss, la secuela de la historia de supervivencia de 2007

Black Water: Abyss
Crítica de Black Water: Abyss, la secuela de la historia de supervivencia de 2007 dirigida de nuevo por Andrew Traucki con cocodrilos hambrientos como gran amenaza. Estreno en cines el 9 de octubre de 2020.

La secuela de Black Water baja el listón considerablemente. La producción australiana basada en hechos reales que llegó a la cartelera en 2007 tenía sus puntos débiles pero al menos cumplía las expectativas consiguiendo disparar la adrenalina de los espectadores en los momentos de máxima tensión con los ataques de cocodrilos.

Trece años después, los enormes depredadores acuáticos de las cuevas han perdido presión en la mordida. No es que al guión de Black Water: Abyss le cueste enganchar al espectador con un arranque laxo... es que no llega a atraparlo ni una sola vez. Falta de todo: tensión narrativa, una historia que permita empatizar con los personajes, presupuesto y originalidad. La película no consigue ofrecer nada nuevo, pero tampoco lo mínimo que sería un entretenimiento pasajero digno.

Así, a su estructura formularia y predecible, se le une un ritmo moroso en el que ni siquiera hay posibilidad de disfrutar de buenos sustos puntuales, aunque escasos, algo que sería más fácil de disculpar. Las secuencias se alargan demasiado y no consiguen crear el tempo para pillar por sorpresa al espectador.

Black Water: Abyss arranca presentando el problema de frente. Unos excursionistas perdidos en medio de la naturaleza caen por accidente a una cueva y son atacados por una enorme criatura.

Tiempo después, Viktor y Yolanda acuden a casa de Eric y Jennifer. Las dos parejas han organizado una visita a la peligrosa cueva, que un amigo de Eric llamado Cash descubrió cuando formó parte de una partida de búsqueda para encontrar a los dos excursionistas perdidos, sin éxito. Su plan es cartografiarla y tratar de sacarle rendimiento económico organizando tours para espeleólogos y, por qué no, incluso paseos en kayak en el lago que encuentran en su interior.

Todo parece ir de maravilla cuando una enorme tormenta se cierne sobre el lugar, muchos metros por encima de ellos: al principio ven tímidas filtraciones, pero pronto el nivel del agua empieza a subir y el acceso por el que han entrado resulta impracticable, a lo que hay que añadir la presencia del enorme reptil, que les ataca en varias ocasiones.

El juego del gato y el ratón en un relato de supervivencia de estas características depende en gran medida de varios factores clave: el pulso desde la dirección y la capacidad de mostrar la amenaza como algo lo más real posible con el apoyo en los medios materiales (cuanto mejor sea el diseño de producción, más posibilidades de sacarle partido a la foto, a los encuadres, al montaje, etc.) y en los medios humanos (cuanto mejor sea el casting, mayores probabilidades de trasladarle a la audiencia la angustia, la zozobra, las dudas y el terror). 

Black Water: Abyss tiene evidentes carencias en ambos aspectos. Jessica McNamee (Megalodón), Luke Mitchell (The Tomorrow People), Amali Golden (The Other Guy), Anthony Sharpe (The Orchard), cumplen más en el plano físico que en de la entrega emocional y tienen que defender un guión simplón y poco prolijo en diálogos. La película tiene que reservarse demasiado "al bicho" y cuando ataca apenas lo vemos unos segundos en pantalla, en planos muy sucios y movidos que hacen que la acción sea confusa y poco atractiva a nivel visual. Y se puede hacer mucho mejor, como demostró Alexandre Aja en Crawl.

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También hay que decir en su descargo que esos ataques resultan creíbles y que la criatura está bien hecha, moviéndose con el sigilo, la parsimonia y la repentina celeridad de los cocodrilos reales, que tienden a meter a sus presas en el agua y girar describiendo círculos con los que las aturden hasta dejarlas inconscientes y a su merced. Los efectos especiales, aunque se utilizan con cuentagotas, son solventes.

En pocas palabras, no se ve un muñeco zarandeado por un guante con dientes cuando un humano cae entre las mandíbulas del animal; lo que se ve no es "cutre" pero hay un abuso reiterado de los mismos recursos hasta llegar a esos instantes. Mucho plano incómodo en el que las linternas de los personajes deslumbran a los espectadores, además, y poca historia de trasfondo que nos haga sentirnos identificados o que nos lleve encariñarnos con ellos... es recurrente la sensación de desear que sean atrapados para que al menos ¡pase algo!

VALORACIÓN:

Carente de tensión y de subtexto, esta aventura se quedará bastante corta tanto si lo que buscas es buenos sustos como si prefieres cintas algo más sesudas. Es además formularia y predecible.

LO MEJOR:

¡La última media hora en la que al menos pasa algo! El resto del metraje es una eterna espera. El cocodrilo está bien hecho.

LO PEOR:

Es una película que tiene muy poco que contar. Los tiempos están muy mal medidos, no tiene pulso y se hace bastante aburrida.
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