Crítica de Cielo de medianoche, la película dirigida y protagonizada por George Clooney

El guionista Mark L. Smith ha sido el encargado de adaptar la aclamada novela de Lily Brooks-Dalton en un libreto para cine algo que, como punto de partida, ya despertó ciertas suspicacias teniendo en cuenta que ha sido el responsable de trabajos muy celebrados como El renacido y otros mucho menos inspirados como Seance, Martyrs o The Hole. Con una carrera bastante centrada en el terror, era de esperar que introdujera en Cielo de medianoche algún pequeño resorte del género así como algunos coletazos de acción, algo bastante alejado de las pretensiones de la obra original pero que a fin de cuentas podría casar con la siempre cinematográfica experiencia de la supervivencia en condiciones extremas.

En general, se podría decir que todos y cada uno de los cambios introducidos en esta adaptación se traducen en una forma de boicotear su espíritu: es una obra de ciencia-ficción reposada, intimista, en la que dos historias transcurren paralelas pero alejadas en el tiempo y el espacio hasta confluir de una forma poética.

La novela no te da las respuestas que buscas porque su cometido no es ese sino el de desarrollar a los personajes: hacerte comprender quiénes son y qué les mueve, sus carencias afectivas, su soledad, la fragilidad de sus relaciones y su incierto futuro. No tanto determinar cómo y por qué la Tierra ha quedado devastada o los juegos de espejos que acaban por rematar el final.

La historia cambia tanto en su traslación del libro a la película que casi podría decirse que son historias completamente diferentes. En Cielo de medianoche nos presentan a un solitario científico que ha rehusado ser evacuado de las instalaciones del Ártico cuando una catástrofe mundial se cierne sobre la humanidad. Sin tener a dónde ir ni familia a la que recurrir y aquejado de una enfermedad en fase terminal, Augustine (George Clooney) decide consagrar sus últimos días a su pasión: la ciencia.

Para su sorpresa, tras un tiempo creyendo estar solo por completo, descubre que una niña llamada Iris (Caoilinn Springall) ha sido abandonada en el lugar, pero no puede o no quiere hablar. Asimismo recibe la señal de la Aether, una nave de exploración que fue lanzada tiempo atrás para dilucidar si X23 podía ser un lugar habitable para los seres humanos.

Su objetivo será, a partir de ese momento, ayudar a la tripulación, comandada por Tom Adewole (David Oyelowo), a regresar a la Tierra y reingresar en ella a través de un punto seguro. Para ello tendrá que establecer contacto por radio con la especialista en comunicaciones Sully (Felicity Jones).

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Cada cambio introducido dinamita un arco dramático de los personajes, haciendo que sea difícil encariñarse con ellos, comprenderlos o empatizar con sus miedos y anhelos. Otra de las grandes señas de identidad del libro es la forma en la que los personajes se identifican con la naturaleza y se han elidido pasajes completos que modulaban el recorrido vital del personaje principal, sobre todo lo que supone para él la llegada al lago Haze, la presencia de un oso polar que le persigue y termina convirtiéndose en una metáfora del mundo que agoniza o la simple contemplación de los subyugadores paisajes árticos, tan bellos como inclementes y letales.

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En suma, el guión es muy plano, desaprovecha los hitos fundamentales de la novela y solo en su tramo final consigue ser emocionante de la forma poética que requiere la historia.

Cielo de medianoche está muy lejos de ser el mejor trabajo de Clooney, aunque ha buscado hacer brillar su propuesta con la espectacularización de todo lo relativo al espacio con la introducción de unos efectos especiales bastante dignos e incluso incorporar a la historia aspectos ajenos a ella como el embarazo de Felicity Jones... decisión muy cuestionable porque transfigura por completo tanto a su personaje como lo que supone para ella regresar a la Tierra. 

Lo curioso es que con menos, la novela resulta mucho más emocionante y evocadora que la película. No precisa de tanta fanfarria ni esconde sus cartas, pero sí se toma como una concienzuda tarea hacernos comprender qué une y qué separa a los personajes, por qué son como son. Mientras tanto deja traslucir cierta sensación de que es inevitable que el ser humano termine por autodestruirse y lanza un certero y desolador mensaje ecologista. El punto de esperanza es que a pesar de todo se puede establecer un tenue puente entre los últimos supervivientes al naufragio colectivo.