Crítica de Colossal, la película de Nacho Vigalondo

Nacho Vigalondo es uno de esos cineastas imposibles de encasillar: sus proyectos son siempre arriesgados, diferentes, tienen capas e ideas que suele materializar de forma poco común.

Colossal ha llegado ya a Movistar+, de modo que ya podéis ver en casa esta coproducción española realizada con Estados Unidos, Canadá y Corea del Sur. De ahí que no la vayáis a ver compitiendo por el Goya en ninguna categoría, ni siquiera en la de efectos especiales, donde como poco debería estar. Y eso, a pesar de contar con un modesto presupuesto... Se trata de una historia intimista en la que se mezclan Kaijus del tipo Godzilla con un drama personal, y está abierta a varias posibles interpretaciones. 

Y esto no es una cuestión menor: la productora japonesa Toho demandó a Voltage Pictures y a Nacho Vigalondo por producir, publicitar y vender "de forma descarada" una versión cinematográfica no autorizada de Godzilla. Pero llegaron a un acuerdo: Colossal podría estrenarse siempre que no se publicitara como un remake o mezcla de Godzilla... algo que está muy lejos de su intención, como veremos.

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Después de perder su trabajo y de que su novio (Dan Stevens) la abandone, Gloria (Anne Hathaway) decide dejar Nueva York y volver al lugar donde pasó su infancia, una pequeña ciudad alejada del mundanal ruido de Manhattan. El reencuentro con Oscar (Jason Sudeikis), antiguo amigo de adolescencia, le ayudará a reiniciar su vida emprendiendo un nuevo camino.

Mientras, las noticias informan de que un gigantesco monstruo está destruyendo la ciudad de Seúl y causando numerosas bajas en la población. Será entonces cuando Gloria descubra, sorprendida, que su mente está conectada, de forma sobrenatural, con la de esta colosal criatura, por lo que deberá poner sus ideas en orden si no quiere seguir siendo una amenaza para la Humanidad.

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Nacho Vigalondo nos presenta a un personaje bastante antipático: Gloria tiene un problema con el alcohol y con las normas y tiene cierta tendencia a aprovecharse de los demás, así que cuando no le queda más remedio que reinventarse y empezamos a ver su parte más humana, es cuando empezamos a conectar con ella y con su gratitud hacia quienes parecen querer echarle una mano.

El problema es que esa ayuda no siempre parece ser desinteresada. A medio camino entre la metáfora extrema y el giro hacia el fantástico descubrirá esa conexión con una criatura gigante que aparece en Seúl sembrando el caos, de modo que tendrá que decidir qué hacer para controlar a la bestia y evitar una catástrofe...

Deslumbrante en su sencillez formal (ese arenero infantil se carga de un significado mucho más importante en un abrir y cerrar de ojos) y arriesgada en su traducción más profunda, Colossal es una buena muestra de que hacer cine con mensaje, innovador e imaginativo, es posible. También crear un personaje femenino imperfecto sin juzgarlo, que no es por una vez ni la clásica angelical víctima ni una malvada y cruel villana sino simplemente alguien en busca de una segunda oportunidad que necesita labrarse su propio camino al margen del que todo el mundo quiere indicarle.

Peor dibujados están los personajes masculinos en esta película de Movistat+. El exnovio controlador al que da vida Dan Stevens y el depredador oportunista de Jason Sudeikis parecen estereotipos sacados de un manual: reconocibles, sí, pero también planos y simplones en su concepción y en el caso del primero casi accesorio para la trama.

En su resolución, Colossal pide un esfuerzo extra al espectador porque racionalmente no se sostiene. Es una película que hay que "hacer encajar", pero si se tiene a bien seguir el juego a Vigalondo, el sabor de boca que deja no es desagradable en absoluto. Amén de la interpretación de Anne Hathaway, siempre tan correcta hasta en el papel de Gloria en su deriva emocional, que la lleva a tocar fondo. 

En su punto de partida, la película es brillante; por el camino se le ven demasiado los engranajes y también se le puede achacar el hecho de ser demasiado obvia en su planteamiento de rebelión femenina ante la figura del hombre paternalista. Con todo y con eso, si llevamos nuestra interpretación un pasito más allá quizás la idea es dominar al monstruo que nos consume desde dentro para evitar una catástrofe a nuestro alrededor. Y ahí sí que fondo y forma son certeros. Vigalondo es siempre un valor seguro para, al menos, llevarnos una sorpresa.