Crítica de Érase una vez... el cuento de hadas en el que Peter Pan y Alicia son hermanos

El propio título de Érase una vez... (Come Away) ya nos deja claras las intenciones de la película: nos introduce en una fantasía en la que, como novedad, encontramos un crossover del relato de Alicia en el país de las maravillas de Lewis Carroll y Peter Pan, el personaje creado por el escritor escocés James Matthew Barrie para protagonizar una obra de teatro en 1904.

Ambos, Alicia y Peter Pan se han explotado profusamente en diversos medios teniendo variopintas adaptaciones en cine, series e historias alternativas de toda clase y condición siendo dos tótems de los relatos infantiles gracias a las versiones animadas de Disney.

En el caso que nos ocupa, Alicia y Peter son hermanos y tienen además otro hermano mayor llamado David. La historia, narrada por una Alicia ya adulta, nos lleva a un pasado idílico en los que los tres eran felices junto a sus padres y vivían despreocupados jugando y disfrutando de cada minuto de sus despreocupadas vidas.

Tras la muerte de David en un trágico accidente, sus padres se sumergen en una profunda depresión y la familia atraviesa dificultades que amenazan con separarlos para siempre.

Mientras que peligran las finanzas con varios reveses asestados a traición a su padre y la estabilidad emocional de su madre se desmorona por el dolor de la pérdida, Alicia y Peter se ven obligados a elegir entre su hogar y su imaginación, comenzando así sus aventuras por el País de las Maravillas y Nunca Jamás.

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Érase una vez... funciona muy bien cuando "hace realidad" los sueños de los niños: lo que para uno es una simple rama, en su imaginario se transforma en una lanza, un bote varado a la orilla del río es en su florido mundo un buque pirata lleno de villanos a los que vencer y así, cada elemento del juego se carga de significado y nos va introduciendo en el mundo de la fantasía infantil que todo lo inunda.

Sin embargo, los dos universos ficticios a los que la película hace alusión no están del todo compensados ni equilibrados en la mezcla: mientras que la historia de Peter Pan, con Campanilla, los Niños Perdidos, los juegos de sombras y el clásico atuendo salvaje del muchacho están mejor justificados, las alusiones al conejo blanco, la madriguera, el sombrerero loco o la reina de corazones (reinventada en la figura de Angelina Jolie) resulta más forzada.

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La película está escrita y dirigida con candor y respeto a las historias originales, pero peca de ser en exceso melodramática en determinados momentos y en llegar a un final bastante predecible. También se antojan algo desperdiciados ciertos miembros del reparto como Gugu Mbatha-Raw, cuya voz y dicción es una verdadera delicia en detrimento del papel de unos niños excesivamente caracterizados y muy poco creíbles en los momentos álgidos de mayor impacto emocional.

Es cierto que Alicia y Peter Pan tienen muchos aspectos en común: en ambos relatos se pone en valor la imaginación para hacer frente a la realidad incómoda que supone tener que madurar, crecer y enfrentarse a las responsabilidades propias de los adultos. "No me cogerán para hacer de mí un hombre", dice Peter, añorando su niñez antes incluso de perderla.

Érase una vez... se deja ver, es una aventura curiosa con momentos puntuales impactantes e inesperados, pero no termina de convencer del todo, con un tramo central que roza lo aburrido y como una refundición que, a fin de cuentas, no termina de conjugar dos mundos tan ricos y amplios de una forma del todo satisfactoria.

A lo mejor la clave habría estado en introducir menos cosas pero hacerlo mejor para evitar que se escaparan las emociones, que son las importantes en una historia en la que la evasión, bien a través del sueño o el negarse a crecer, debería tocar al espectador en lo más hondo. ¿Quién no se ha identificado alguna vez con Alicia o Peter Pan deseando volar lejos o visitar mundos inexplorados?