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Crítica de La escuela del Bien y del Mal: Paul Feig perpetra un cuento de hadas insufrible

La escuela del bien y del mal

Crítica de La escuela del Bien y del Mal, la adaptación de la novela de Soman Chainani con Charlize Theron, Michelle Yeoh, Kerry Washington y Laurence Fishburne. Estreno en Netflix el 18 de octubre.

La escuela del Bien y del Mal, el nuevo trabajo de Paul Feig, ha llegado a Netflix como uno de los estrenos de cine destacados de las plataformas de streaming. Y no solo por la temática que aborda la película (tiene su tirón en los días previos a Halloween), sino por el repartazo con el que cuenta, que incluye a Charlize Theron, Michelle Yeoh, Kerry Washington y Laurence Fishburne, entre otros.

Adicionalmente, quienes vean la película en versión original, podrán escuchar a Cate Blanchett en el rol de narradora, si bien las dos protagonistas femeninas son las jóvenes Sophia Anne y Sophia Wylie. 

Se trata de una película de dos horas y media de duración que adapta, de forma bastante cutre, el primer volumen de la saga literaria del mismo título del escritor y director de cine americano de origen indio, Soman Chainani.

La escuela del Bien y del Mal nos presenta a Agatha y a Sophie, dos jóvenes muy distintas entre sí, pero que son amigas desde niñas. Ambas comparten el deseo de dejar atrás Gavaldon, su reino, para vivir grandes aventuras y tienen también experiencias similares con las gentes del lugar, que las tratan como bichos raros.

Todo el mundo conoce la Escuela del Bien y del Mal, donde solo unos cuantos escogidos reciben el entrenamiento necesario para convertirse en los héroes y los villanos de los cuentos de hadas. 

Sophie parece estar predestinada a recibir una educación en el ala de los Siempres, el lugar donde se forman caballeros y princesas cultivando su belleza, educación y destreza mientras que Agatha aspira a graduarse en el ala de los Nuncas donde se aprecian los hechizos, las acciones malvadas y la fealdad.

Sin embargo, el mensajero las deposita en el lugar contrario: Agatha cae en el lado del Bien y Sophie en el del Mal. Sin saberlo, ellas son las protagonistas de un cuento que está a punto de dinamitar las reglas de los propios cuentos... desde dentro.

 

Princesas, caballeros y magia en la coctelera

Casi quinientas páginas componen el primer volumen en el que se inspira esta película, de ahí que no sea de extrañar que se extienda hasta las dos horas y media... el problema en sí no es su extensión sino el escaso gusto con el que se han plasmado las ideas que había en la novela.

Hay un intento de crear un universo propio, pero resulta infructuoso porque no hay nada que no nos remita a otras sagas que hemos visto antes y que, además, lucían mucho mejor en pantalla. Como si fuera un cruce entre Harry Potter y las películas clásicas de princesas de Disney, La escuela del Bien y del Mal nunca encuentra un estilo y una voz única y distinguible.

La escuela del bien y del mal

Netflix

Le hace un flaco favor la banda sonora, que remezcla versiones de canciones ultraconocidas que no pegan ni con cola como "Toxic" de Britney Spears o "Space Man" de Sam Ryler. Se entiende que la idea es darle un toque moderno a una historia que por lo demás no puede ser más conservadora (hay besos de amor verdadero, equívocos, giros finales en los que triunfa la amistad, etc.). 

Quizás lo que peor hace la película es desarrollar su premisa principal de que las personas no somos intrínsecamente buenas o malas sino un crisol en el que cabe todo.

En lugar de dotar de profundidad y argumentos esta idea seminal, el guion de Feig y David Magee (que se ha hecho cargo de la nueva versión live-action de La sirenita) frivoliza quedándose con la parte estética pero sin saber cómo enriquecerla para hacerla atractiva más allá del plano visual.

El apartado de efectos especiales es de juzgado de guardia: decorados de cartón-piedra, coreografías ridículas (manda narices que salga Excalibur y sea más letal para poner la zancadilla que arreando tajos) y una integración de personajes y fondos más propia de los años 90 que del momento que vivimos terminan de tirar por tierra una película que daba para hacer algo más interesante.

Cuidado, que en el horizonte está la amenaza de que haya una continuación: echaos a temblar porque no solo existe la secuela titulada "Un mundo sin príncipes", sino cuatro más... Y, sinceramente, el público juvenil se merecía una adaptación mucho mejor.

VALORACIÓN:

El nuevo trabajo de Paul Feig es indescriptible: una película lenta, sin apenas argumento, obvia, burda y con unos efectos digitales dignos de un telefilm de los años 90.

LO MEJOR:

El repartazo de secundarios y los vestiditos. Tiene potencial para quienes busquen la versión de Los Bridgerton sin sexo.

LO PEOR:

El Mal absoluto y con mayúsculas existe y son los ladrillos de dos horas y media que no aportan nada y suponen una pérdida de tiempo increíble.
Hobby

40

Malo

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