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Crítica de El fotógrafo de Mauthausen, con Mario Casas

El fotógrafo de Mauthausen
Foto del redactor Raquel Hernández LujánFoto del redactor Raquel Hernández Luján
Crítica de El fotógrafo de Mauthausen, una película dirigida por Mar Targarona que cuenta entre sus protagonistas con Mario Casas, Alain Hernández y Stefan Weinert. En cines desde el 26 de octubre.

Si sois asiduos a los documentales sobre la Segunda Guerra Mundial y habéis tenido acceso a alguno que tratara sobre los españoles que malvivieron y murieron en campos de concentración nacioalsocialistas en Alemania, olvidados por la dictadura, probablemente conoceréis la historia real que El fotógrafo de Mauthausen relata. 

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Con la ayuda de un grupo de prisioneros españoles que lideran la organización clandestina del campo de concentración de Mauthausen, Francesc Boix, un preso que trabaja en el laboratorio fotográfico, arriesga su vida al planear la evasión de unos negativos que demostrarán al mundo las atrocidades cometidas por los nazis. Miles de imágenes que muestran desde dentro toda la crueldad de un sistema perverso.

Las fotografías que lograron salvar Boix, sus compañeros y su red de contactos dentro y fuera del campo, fueron determinantes para condenar a altos cargos nazis en los juicios de Nuremberg en 1946 y de hecho Boix fue el único español que asistió como testigo.

Después de que hace dos años lanzara Secuestro, la directora Mar Targarona ha asumido el complejo y difícil reto de llevar esta historia a la gran pantalla, sin contar con un abultado presupuesto pero sí con un excelente equipo técnico y un más que correcto diseño de producción a cargo de Rosa Ros que nos introduce en Mauthausen-Gusen, uno de los primeros campos de concentración masivos y uno de los últimos en ser liberados.

También hay que destacar la fotografía de El fotógrafo de Mauthausen de Aitor Mantxola, que sabe exprimir todas las posibilidades de los cielos nocturnos y las tonalidades ocres y grisáceas de una película que transcurre entre cielos plomizos y luces tenues.

Sin embargo, la película no consigue aprovecharse para trasladarnos la adreanlítica proeza que debió suponer escamotear información tan sensible y decisiva para la condena del III Reich: le falta ritmo y le sobra recrearse en momentos excesivamente morbosos que no son fundamentales para la trama (lo de Alain Hernández y Macarena Gómez roza lo ridículo por su caracterización y sus sobreactuaciones).

El resto del tiempo, se antoja bastante plana y se echa en falta desarrollo emocional en los personajes antagonistas. Ésta es la lección que casi ninguna otra película ha sabido aprender tan bien como La lista de Schindler: conectar al público emocionalmente con alguien que está cometiendo y justificando una atrocidad es muy difícil pero un reto necesario para involucrar a la audiencia a un nivel que de otra forma no pasa de la superficialidad.

Mario Casas sigue papel a papel configurando una filmografía que como poco tenemos que tildar de interesante y curiosa, desembarazándose de clichés y apostando por hacer cosas diferentes. Para el papel de Boix adelgazó más de diez kilos y no ha evitado una transformación física indispensable para la credibilidad de su rol. Pero a pesar del casting, no hay más que ver las fotografías del final para darse cuenta de que nada es suficiente para retratar el horror que se vivía entre aquellos muros: los títulos de crédito finales consiguen revolver estómagos todo lo que la película no ha sido capaz a lo largo de su metraje.

El fotógrafo de Mauthausen
Archivo

Algo que sí está muy bien conseguido es la generación de tensión y mal rollo con los montajes paralelos y la intercesión de la puesta en escena y la teatralidad mezclada con la tragedia. Al final, parece que solo el arte puede salvarnos del salvajismo. Y eso queda meridianamente claro en el momento en el que alguien le da a Boix un fusil y él lo desecha para coger su cámara de fotos. No hay mejor arma que la verdad.

En suma, El fotógrafo de Mauthausen no es el palpitante relato que se esperaba de ella (la realidad nos provee de una historia realmente alucinante que no se ha trasladado con suficiente pasión) pero sí que tiene merecimientos técnicos que la elevan por encima del aprobado. 

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VALORACIÓN:

El fotógrafo de Mathausen es una película correcta, bien documentada, pero que sin embargo no hace justicia a una historia real que pone los pelos de punta.

LO MEJOR:

La puesta en escena y la dirección artística: hay una voluntad de recreación de los escenarios minuciosa.

LO PEOR:

Las cejas depiladas de Alain Hernández. Que a la película le falta verdad: no emociona, ni sobrecoge, ni eriza el vello, algo imperdonable.
Hobby

68

Aceptable