Crítica de Una herencia de muerte: una comedia bruta con un reparto brillante que se desinfla al final

Estamos ávidos de risas, de tal modo que ver que una comedia se cuela en la cartelera es como un rayo de sol entrando por la ventana. La película que se estrena esta semana, Una herencia de muerte (The Estate) y que ocupa nuestra atención, es de la que despierta especiales expectativas porque ha sido escrita y dirigida por Dean Craig el responsable de Un funeral de muerte y Una boda de muerte.

De hecho es en el título escogido para su estreno en España donde se ve que se ha querido apuntar al éxito de las primeras para llamar la atención de los espectadores (la coletilla "de muerte" así lo atestigua).

La cuestión es... ¿safisface las expectativas? ¿Es tan hilarante como promete contando con un cast de lujo en el que se cuelan los nombres de Kathleen Turner, Toni Collette, Anna Faris o David Duchovny? ¡Os lo contamos en nuestra crítica de Una herencia de muerte!

¿De qué va la película?

Una herencia de muerte arranca con unos significativos créditos iniciales creados con una animación muy básica. La película comienza con ellos porque ya nos adelanta la historia de dos hermanas que regentan una cafetería que está en la ruina.

La música escogida nos da también una buena pista de por dónde irán los tiros ya que es un tema que afirma que lo único mejor que el dinero es tener "más, más y más".

Macey y Savanna están al borde de la bancarrota cuando reciben la noticia de que su tía Hilda, una mujer millonaria aunque agria como la hiel, está gravemente enferma y a punto de fallecer. Su madre las anima a hacerle una visita para tratar de agradarla y que les deje su fortuna en el último momento.

Sin embargo, la tarea se les complica cuando descubren que otros dos primos (la santurrona Beatrice y el salido Richard) ya han ido elaborando sus propios planes para hacerse con la jugosa herencia. En la contrarreloj para ganarse el favor de la tía Hilda hay más competidores, lo que convertirá la situación en una carrera de obstáculos.

Pero... ¿te ríes o no?

El humor es, probablemente, uno de los géneros más complicados de abordar en el cine. La película cuenta con un reparto de oro y no solo por su talento interpretativo sino por su vis cómica pero es que los mayores problemas que arrastra esta comedia no provienen de la filmación, sino de un guión muy poco ingenioso y bastante predecible.

Si el planteamiento de la propuesta es acertado, dando en la tecla de las personalidades de cada uno de los miembros de la familia y apostando por un tono salvaje, es a partir del nudo cuando empieza a venirse abajo. Las bromas son cada vez más soeces y menos divertidas y la resolución es especialmente floja, sin matices ni fuerza.

Lo valioso habría sido que la película hubiese hurgado en la ruindad del ser humano mostrando hasta dónde está dispuesto a arrastrarse por conseguir el maldito parné.

La cuestión del testamento y de quién va a heredar una vez que ella sucumba a su enfermedad terminal es casi lo de menos... la gracia era ver pelear a los primos en el barro viendo quién se rebajaba más.

Mostrar esa degradación unida a un personaje tan fuerte, autoritario y traicionero como la tía Hilda, interpretada sin esfuerzo por Kathleen Turner, daba para sacar oro de esta historia, pero por desgracia se va por otros derroteros, tirando de escatología, chistes sexuales de dudosa gracia y sin el ritmo apropiado para mantener un tono constante.

En el peor de los casos, hay que decir que la banda sonora de Will Bates es mejor que buena, lo que eleva el conjunto a un aprobado raspado. Lástima que no se haya pulido el guión, sobre todo en los impases finales.