Crítica de La hija, la nueva película de Manuel Martín Cuenca

Manuel Martín Cuenca (El autor) nos sumerge en un thriller dramático pausado y excesivamente alargado que nos lleva recalar en una finca jienense en La hija.

Como en anteriores ocasiones en su filmografía, la atmósfera es uno de los puntos fuertes de una película en la que la fotografía de Marc Gómez del Moral y la dirección artística de Monste Sanz son sencillamente excelentes.

Más fuerte en el apartado de la composición de planos (muy bellos y evocadores de la tragedia que se va a desatar) que como director de actores, Martín Cuenca entrega un trabajo irregular en el que se unen interpretaciones muy sólidas como las de Patricia López Arnaiz y Javier Gutiérrez con un debut muy endeble por parte de Irene Virgüez.

Javier trabaja desde hace veinte años en un centro de menores de Jaén y convive con su esposa Adela en una apartada finca ubicada en un paraje aislado y agreste de la sierra, protegidos por sus dos perros y cautivados por la singularidad del paisaje que les rodea.

Una de las menores a cargo de Javier, Irene, se escapa del centro estando embarazada de tres meses, lo que activa el protocolo de la policía para rastrearla y dar con su paradero. Lo que nadie sospecha es que Javier y Adela han llegado a un pacto con ella para que viva con ellos hasta que dé a luz. 

Ella accede de forma voluntaria a darles al bebé a cambio de una buena suma de dinero con la que poder rehacer su vida con el padre de la criatura, Osman, que se encuentra en prisión. Sin embargo, la estabilidad de este acuerdo se tambalea en el momento en el que Irene empieza a plantearse la idea de quedarse con la vida que está gestando en sus entrañas.

De primeras, solo con la sinopsis, queda claro que no estamos ante un argumento que sea el colmo de la originalidad. Lo que le presta una pátina diferenciadora a La hija es, sin lugar a dudas, la puesta en escena, muy rica en detalles y muy pensada para el deleite estético y bastante menos apropiada para un thriller. 

La película se toma tantísimo tiempo y a un ritmo tan moroso para ir desenredando la trama que es imposible no adelantarse al desenlace y a los principales giros de guión. Lo da todo demasiado mascado y le falta garra a la hora de poner a los espectadores ante una situación extrema que pretende ser verosímil sin conseguirlo.

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En lo que respecta al guión, La hija se desenvuelve con mayor soltura en lo que se refiere al lenguaje no verbal que cuando se desarrollan diálogos. Ahí es donde queda de manifiesto con mayor dureza la enorme diferencia que hay entre el reparto adulto y el más joven, con menos tablas y mucho trecho por delante para alcanzar el nivel de sus compañeros de casting.

Tengamos en cuenta que en la cinta se reúnen actores muy asentados y cuya labor se ha reconocido muchas veces con otros debutantes que se ponen por primera vez tras las cámaras en un largometraje. El caso de Irene Virgüez es muy llamativo dado que tiene un rol esencial en la historia y un papel protagonista por primera vez, y le viene muy grande.

Mención especial y muy positiva a la banda sonora compuesta por Vetusta Morla, que consigue darle algo de fuerza a los abundantes planos que se alargan en demasía. Es evidente que la orografía es importante para la historia y que el propio lugar en el que se desenvuelve la trama es un personaje más, con su viento susurrador y sus escarpadas pendientes, pero se recrea demasiado en ella.

En resumidas cuentas, La hija es una película que tenía potencial para ser desgarradora, pero que debido a decisiones de montaje y a la desigualdad en la calidad de sus interpretaciones principales, pierde mucha garra. En cualquier caso, no necesitaba dos horas para exponer sus argumentos