Crítica de Ju-On Orígenes, la serie precuela de La maldición en Netflix

El género del cine de terror no volvió a ser el mismo en occidente desde que se dejó contagiar de películas como The Ring (El círculo) y La maldición (mejor olvidad la nefasta versión de 2020), a finales de los 90 y comienzos de los 2000. La imaginería y estética japonesas contagiaron al sector e hicieron volar la imaginación de un público que adoraba a los niños fantasmales y las adolescentes espectrales de pelo Pantenne (pero al revés). Con el paso del tiempo ha habido secuelas, spin-offs y hasta una película crossover de estos títulos, pero ahora llega la oportunidad de disfrutar de una serie centrada en Ju-On (conocida como La maldición en España), esa del niño Toshio que te miraba mientras maullaba. Ha llegado Ju-On Orígenes.

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Los acontecimientos de Ju-On Orígenes abarcan desde finales de los 80 hasta casi todos los años 90, y eso que esta primera temporada solo tiene 6 capítulos de unos 25 minutos cada uno. A lo largo de los mismos, vamos conociendo (más o menos) el destino de diferentes parejas, investigadores y, en general, personas vinculadas de una forma u otra a la pérfida casa donde habitan los espectros.

Pero claro, como reza el título, esta es una historia de orígenes, así que no vamos a ver los espectros que conocéis de las películas originales, sino otras apariciones y momentos paranormales que buscan quedarse grabados en esta retina.

Por desgracia, esta serie de terror no llega a causar algo de eso, terror, hasta el capítulo 4. Antes, vemos diferentes tramas sobre los personajes principales, de tal forma que vamos vislumbrando, más o menos, qué relación pueden tener entre sí. Aunque esos primeros episodios tiran más bien hacia el drama y algo de misterio, eso no quita para que muestren algunas imágenes sórdidas y, en ocasiones puntuales, bastante duras.

En relación con eso, puede producir cierto "choque cultural" para el espectador occidental ver cómo reaccionan los personajes (recordemos, los acontecimientos tienen lugar en Japón) frente a situaciones que parecen pedir una forma de actuar diferente. A veces, se deberá a eso, a la diferencia cultural, pero otras veces, a que la serie quiere dejarnos turbados con momentos muy extremos, en los que los personajes están claramente enajenados.

A partir del episodio 4, como decíamos, esta serie de Netflix comienza a coger impulso y nos regala más momentos de gore, terror y... Un par de momentos tan surrealistas que harían palidecer a David Lynch. Ju-On Orígenes juega, a partir de ahí, con algunos recursos visuales propios de la franquicia, como pequeños flashbacks en  blanco y negro y con luz dura, voces distorsionadas... Hay algunos experimentos audiovisuales interesantes (y alguna escena que os hará soltar un "what the fuck"), pero son demasiado escasos como para justificar el resto del metraje.

Y es que Ju-On Orígenes se vuelve críptica, muy críptica. Tenemos muchos personajes sobre la mesa (y, a veces, excesivamente parecidos entre sí, la verdad) y hemos de tener el cerebro a tope de revoluciones para recordar en todo momento quién era este tipo y qué relación tenía con la otra tipa que aparece ahora.

Para liar las cosas más, la serie lanza a propósito muchos misterios (¿por qué tal personaje mató a ese otro? ¿qué pasó con ese otro personaje que desapareció?) y, la verdad, la gran mayoría de ellos se quedan sin resolver. Si estamos muy atentos, podremos atar algunos cabos, al ver escenas de capítulos previos desde otras perspectivas, y eso resulta satisfactorio. Pero la mayoría del tiempo sucederá al revés.

No sabemos si esta primera temporada de Ju-On Orígenes dará pie a una segunda, pero desde luego haría falta para explicar el mar de cabos sueltos que queda. No es una serie completamente fallida y ofrece algunos momentos para el recuerdo, pero se preocupa demasiado de turbar al espectador y demasiado poco de satisfacer sus ganas de conocer de verdad esos "orígenes" de los que habla el título. Y demonios, también queremos oír maullar a Toshio.