Seis episodios de.entre 38 y 50 minutos de duración componen la miniserie de Netflix de origen surcoreano titulada El legado (The Bequeated). Se trata de una narración en clave de suspense que ahonda en un drama familiar enquistado en varias épocas debido a un tabú social que bloquea el pasado de la protagonista.

El detonante de la trama es una herencia familiar que hace que salgan a la luz, poco a poco, toda una serie de revelaciones que harán que se tambaleen los cimientos de la vida de una mujer que a la vez pasa por una crisis laboral y de pareja.

Entre los puntos fuertes de El legado, las interpretaciones, lideradas por la carismática Kim Hyun-joo (Rumbo al infierno) y una banda sonora muy potente que nos mete el nervio en el cuerpo. Por el contrario, el ritmo de la serie diluye su fuerza: los giros se dilatan, seguir la trama es complicado (por aquello del trabalenguas de los nombres en coreano) y se antoja a veces demasiado lenta.

El peso de las tradiciones perdidas

Yoon Seo-ha recibe una inesperada llamada: al parecer tenía un tío cuya existencia desconocía que acaba de morir y debe acudir al tanatorio. Para su sorpresa, además, está a punto de heredar un cementerio familiar que ha ido pasando de generación en generación.

Pero es que a todo eso tiene que sumarle la existencia de un hermanastro, obsesionado con sus derechos sobre este legado y que sigue haciendo uso de prácticas chamánicas desconcertantes como los talismanes.

Tampoco es que las cosas le vayan de maravilla: trabaja en el departamento de arte de la universidad a la sombra de un profesor que solo piensa en aprovecharse de su talento y que no termina de confiar en ella para asignarle una plaza fija y, para colmo, sospecha que su marido le es infiel, por lo que contrata a un detective privado para constatarlo.

Cuando todos estos conflictos estallan, las cosas se ponen todavía peor: una serie de muertes y desapariciones activarán las alarmas del departamento de la policía, liderado por dos rivales antagónicos que aún tratan de lidiar con su tormentoso pasado.

El legado sigue la moda de las series coreanas de Netflix, desde que arrasara en audiencia El juego del calamar. En esta ocasión, estamos ante una historia en la que hay menos crítica social y más drama familiar, aunque no dejan de salir a la luz determinados aspectos discordantes como las desigualdades sociales, las corruptelas o los tratos de favor. 

Desde el momento en el que la protagonista se convierte en heredera pasa a ser el blanco de la ambición de estafadores, políticos involucrados en pelotazos urbanísticos e incluso una rama familiar para ella hasta entonces desconocida.

Uno de los aspectos más interesantes de El legado es cómo reconciliar esa Corea del Sur moderna de los grandes edificios y los estudios artísticos con su propia tradición ancestral, como el misticismo vinculado a la figura del chamán y sus "trabajos espirituales" de protección frente a espíritus malvados o la mala suerte. 

En verdad, la serie pedía a gritos la irrupción de algún elemento sobrenatural, que finalmente no llega a utilizarse como recurso narrativo más allá de las pesadillas del personaje principal. Los misterios (muy terrenales) quedan resueltos en el quinto episodio y la trama cerrada por completo en el último.

¿Da demasiadas vueltas sobre sí misma? Desarrolla, a decir verdad, dos historias de forma paralela: la principal, con sus flashbacks explicativos pertinentes y la de los dos investigadores enfrentados por su pasado, lo que a su vez ofrece una reflexión sobre otro eje paterno-filial de carácter dramático. 

Es probable que se pudiera haber condensado en menos tiempo, pero al menos la resolución es satisfactoria y coherente. Sin ser una serie imprescindible ni una de las joyas del catálogo surcoreano, se ha hecho un hueco en el top 10 de las series más vistas de la plataforma... más discutible es cuánto tiempo durará en esta posición.