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Crítica de Sin olvido, un estreno tardío pero valioso sobre el Holocausto

Sin olvido
Crítica de Sin olvido, una película de Martin Sulík protagonizada por Peter Simonischek y el cineasta y actor de reparto checo fallecido recientemente Jirí Menzel.

Son muchas las películas que han ahondado en la Segunda Guerra Mundial y el Holocausto judío desde muchas aproximaciones distintas, pero es cierto que Sin olvido hace algo muy distinto a las demás: no nos lleva al (solo) pasado sino que a través del presente nos habla de lo que implica perder la memoria y caer o bien en la ignorancia o bien en la incomprensión, dos de los graves problemas que muchas naciones europeas están padeciendo en forma, generalmente, del alzamiento de movimientos radicales de todo signo y condición.

La cinta de la que vamos a hablaros hoy, que ronda las dos horas de duración, podría haber prescindido de algunos pasajes de índole más personal para ir más al grano, porque el corazón de la historia está escrito con verdadera maestría y no necesitaba tantas alforjas.

A medio camino entre una road movie protagonizada por dos compañeros de viaje antitéticos y el drama basado en hechos reales, Sin olvido nos recuerda la necesidad de una reconciliación entre países que en el pasado o incluso en el presente, han sido o son adversarios. No es baladí que se cuelen en un segundo plano imágenes de misiones espaciales, que a fin de cuentas vienen a representar la cúspide de la colaboración internacional.

Sin olvido, sin embargo, tiene los pies en la tierra y quiere lanzar una mirada crítica hacia el pasado, hacia el reparto de las responsabilidades y la urgencia de recuperar la memoria para que no se pierda, con los últimos supervivientes, la verdad, por dolorosa que ésta sea. Tengamos en cuenta que vivimos en la era la desinformación y la posverdad en la que se pone todo en tela de juicio y en la que ya nadie sabe qué pensar, tal y como demuestra la insoportablemente tensa situación política actual en la que es la víscera y no el raciocinio es lo que impera.

Todo esto sin dejar tampoco de lado el presente: la concepción de las nuevas generaciones de la historia reciente (hasta qué punto se muestran indolentes ante ella o prefieren la evasión a enfrentarse a la realidad) y los actuales conflictos armados y problemas de fronteras que se están dando a día de hoy (el campamento de niños ucranianos es un buen ejemplo) y sobre los que tenemos ese mismo desconocimiento y falta de interés.

La película comienza de una forma bastante impactante: Ali Ungár, un intérprete de 80 años, viaja a Viena en busca del exoficial nazi de las SS a quien culpa de haber ejecutado, entre otros, a sus padres en Eslovaquia. Su objetivo es vengarse de él asesinándolo, pero sus planes se tuercen en el último momento.

Quien le abre la puerta es su hijo Georg, un jubilado vividor que se ha distanciado del pasado de su padre. No obstante, la visita de Ali despierta su interés, y tras ese primer encuentro va en su busca para ofrecerle un trabajo de intérprete y recorrer los pasos de su padre durante la guerra tratando así de esclarecer de una vez por todas su pasado y conociendo de primera mano los testimonios de quienes padecieron en sus carnes el dolor de la pérdida y la incertidumbre al quedarse huérfanos.

Los dos hombres, que tienen una visión de la vida completamente distinta, emprenden un viaje a través de Eslovaquia en busca de testigos supervivientes de la tragedia y descubrirán profundos conflictos no resueltos en comunidades que siguen negando su implicación en los asesinatos masivos o en la traición a sus compatriotas.

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Sin olvido es una película muy dura en algunas ocasiones, pero también en extremo elegante a la hora de abordar sus pasajes más crudos, demostrando respeto hacia las víctimas y tratando de humanizar, en la medida de lo posible, a los verdugos a quienes ni se justifica ni se exonera. 

Ni que decir tiene que las dos interpretaciones principales son magistrales: el austriaco Peter Simonischek borda su papel y otro tanto sucede con su compañero de reparto checo Jirí Menzel, director y guionista además de actor que falleció el pasado 5 de septiembre, lo que convierte éste en su último trabajo.

Las dos últimas secuencias son la joya de la corona: rubrican un final emotivo e impactante y dan sentido a un viaje al corazón del desastre. La victoria es de quienes recuerdan, los vencidos son los olvidados y los desmemoriados, que no conocen siquiera los límites de su ignorancia. ¡Qué necesarias son las reflexiones a las que nos lleva esta película aquí y ahora, máxime a día de hoy cuando seguimos sin reconciliarnos con nuestro pasado!

VALORACIÓN:

Emotiva, sincera y crítica con la abulia ideológica actual, Sin olvido vuelve los ojos hacia el Holocausto recuperando los relatos en primera persona y ciertos aspectos imprescindibles como la memoria y la reconciliación.

LO MEJOR:

Las interpretaciones de los dos protagonistas y las secuencias finales de la película, además de la reflexión que contiene el guión sobre la memoria.

LO PEOR:

Los pasajes centrados en mostrar la faceta de vividor del personaje austriaco aportan poco y llegan a resultar hasta molestos.
Hobby

70

Bueno

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