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Crítica de Pompoko, los mapaches del Studio Ghibli

Pompoko (1994)
Crítica de Pompoko, la octava pelícual de Studio Ghibli dirigida por Isao Takahata, sobre unos mapaches de armas tomar capaces de transformarse en otros seres a su antojo.

Hay tres temas fundamentales en toda la filmografía del Studio Ghibli, que aparecen en prácticamente todas sus películas: la infancia, la búsqueda de la paz y el cuidado de la naturaleza. Pompoko trata única y exclusivamente de esto último.

Existe una leyenda en Japón que dice que los tanukis, una especie de mapaches típicos de la isla, son capaces de cambiar su forma y de convertirse en otros seres a su antojo, y esta es la premisa en base a la que se desarrolla Pompoko, la octava película de Studio Ghibli desde su fundación, dirigida por Isao Takahata en base a una idea del propio Hayao Miyazaki, que muestra una vez más la lucha de la naturaleza por mantener su territorio ante la expansión del ser humano.

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En esta ocasión, la naturaleza está representada por un grupo de tanukis que ven cómo su bosque empieza a ser destruido por una gran obra de construcción que busca ampliar los barrios residenciales de Tokio. Ante esta afrenta, los animales recurrirán a su saber ancestral para recuperar su capacidad de transformación y así idear diferentes planes que pondrán en marcha para intentar expulsar al ser humano de su territorio. Todo ello adornado con la impresionante factura visual del Studio Ghibli, con una animación impecable, llena de colores y una banda sonora divertida y muy dulce.

Una historia interesante pero demasiado larga

Para mí, Pompoko tiene un problema fundamental: su duración, que llega casi a las dos horas, pues, a pesar de que su historia es realmente interesante y de que su factura técnica es impresionante, como es habitual en el Studio Ghibli, al final se acaba haciendo un poco pesada. Y quizá mucha culpa de esto la tenga el narrador omnisciente que han decidido que te acompañe a lo largo de toda la narración.

Esto provoca que Pompoko, más que una película, se convierta en un cuento excesivamente largo del que acabas perdiendo el interés, y es que la decisión de conocer la historia constantemente a través de una persona ajena a la misma, provoca que los personajes sean casi extraños para el espectador, ya que no conoces sus historias o su personalidad ni realmente lo que sienten y padecen más allá de las pocas pinceladas que da el narrador.

Pompoko (1994)
Pompoko (1994)

Además es complicado seguir una historia en la que la mitología japonesa, unida a la propia mitología creada para contar la historia de los mapaches, apenas se explica, haciendo aún más complicado la capacidad de una persona ajenas a ambas poder seguir la historia con fluidez. A lo largo de todo el largometraje, los mapaches de este bosque cercano a Tokio, recorren todo Japón en busca de los maestros de la transformación, pero esta compleja parte de la historia se pierde por completo al no tener un hilo conductor que la una con la historia principal. De hecho, estos personajes aparecen, pero no de la forma ceremoniosa en la que cabría esperar de unos supuestos maestros que les ayudarán a acabar con su problema con los seres humanos. 

Un mensaje universal lleno de tristeza

No hace falta decirlo, pero el mensaje de Pompoko, al igual que el de La princesa Mononoke u otros del Studio Ghibli, está lleno de tristeza, y es que a pesar de que la naturaleza luche por mantener su territorio, el ser humano siempre busca la manera de imponer sus ciudades y su tecnología por encima de ella. 

Pompoko (1994)

No obstante, esto no quiere decir que Pompoko no tenga momentos de humor, muy habituales en el Studio Ghibli, como cuando los mapaches se convierten en figuras fantasmagóricas sin caras que consiguen expulsar a los obreros de la construcción, o cuando uno de los ancianos animales estira tanto sus gónadas que varios de sus discípulos son capaces de sentarse encima de ellas para escuchar lo que les tiene que decir (sí, esto sucede en la película, prometido).

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Aun así, Pompoko sirve como recuerdo de que la expansión de las ciudades y del ser humano a través de la naturaleza pasa factura a muchos seres de nuestro alrededor, y aunque muchos de ellos han aprendido a adaptarse y a vivir entre todo esto, son inevitables las duras imágenes, que también se ven en la película, de mapaches atropellados en las carreteras. 

VALORACIÓN:

Una película con un fuerte mensaje medioambiental que sigue teniendo mucha relevancia hoy en día, pero que se pierde en situaciones demasiado complejas para contar una historia tan universal.

LO MEJOR:

Como es habitual en Studio Ghibli, su impresionante factura técnica, la animación, los colores y la música.

LO PEOR:

Su excesiva duración, la historia se podría haber resuelto en apenas hora y media pero llega hasta casi las dos horas de película.
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65

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