Crítica de Siete reyes deben morir: Netflix cierra The Last Kingdom por todo lo alto

Los dramas históricos son un género popular en el cine y la televisión porque nos ofrecen una ventana al pasado, permitiéndonos explorar y aprender sobre eventos, personajes y culturas de épocas antiguas. 

Mediante la ficción, estos dramas nos permiten sumergirnos en una historia, nos transportan a un mundo diferente al nuestro, mientras nos divierten, entretienen y educan al mismo tiempo.

Una de las principales razones por las que los dramas históricos nos atraen tanto como espectadores es porque nos permiten ver cómo era la vida en el pasado y cómo han cambiado las cosas desde entonces. 

A través de la recreación de escenarios y vestuario, podemos tener una idea de cómo eran las ciudades, las casas, las costumbres y las tradiciones en diferentes momentos históricos. Además, a menudo se presentan personajes y eventos reales, lo que nos da la oportunidad de conocer la historia de una forma más profunda.

También nos regalan historias emocionantes y dramáticas que son difíciles de encontrar en la vida cotidiana. La intriga política, las batallas épicas, los amores imposibles, las traiciones y los secretos oscuros, son solo algunos de los elementos que pueden hacer que una historia sea interesante y emocionante. 

Por otro lado, los dramas históricos a menudo nos presentan personajes complejos, que pueden ser tanto héroes como villanos, lo que nos permite explorar diferentes perspectivas y puntos de vista. Y teniendo en cuenta que Netflix sentó unas bases idóneas en The Last Kingdom, la película Siete reyes deben morirlo tenía todo para ser un éxito.

Siete reyes debe morir está dirigida por Edward Bazalgette, quien ya trabajó previamente en The Last Kingdom como cineasta. De hecho, podríamos definirlo como “un hombre de Netflix”, ya que también ha dirigido episodios para la adaptación televisiva de The Witcher, el famoso videojuego de CD Projekt.

Desde luego, a Edward Bazalgette no se le hacen ajenos los dramas históricos, pues antes de las mencionadas series de Netflix y esta película de Siete reyes deben morir se curtió en batallas para la televisión con el documental de Genghis Khan y la serie de Aníbal, el peor enemigo de Roma, protagonizada por Alexander Siddig.

La película Siete reyes deben morir en Netflix está liderada por Alexander Dreymon, Mark Rowley y Arnas Fedaravicius, entre muchos otros. Como viene siendo habitual en los dramas históricos, los personajes son muchos y muy variados, y todos tienen su pequeño espacio para brillar mientras orbitan en torno a un eje central de la historia.

Una historia que toma como punto de partida la muerte del rey Eduardo. Con la caída del soberano, Uhtred de Bebbanburg y todos sus aliados deciden lanzarse a la aventura y cruzar todos los territorios británicos que están completamente fracturados. ¿Su deseo? Unificar de una vez por todas Inglaterra… si es que es posible.

Este filme, básicamente, concluye los acontecimientos de la serie The Last Kingdom en Netflix. Por lo tanto, quizás no sea un reclamo lo suficientemente potente para todos aquellos espectadores que deseaban sumergirse en un drama histórico, no conocían la historia por el programa previo y sienten que les han lanzado en mitad de la nada.

Imagino que la sensación será similar a la que tiene cualquier lector cuando toma la loca decisión de sumergirse en Las Crónicas de Malaz, una de las sagas literarias de fantasía más rocambolescas, rompedoras y asfixiantes que se han escrito jamás, y cuyo inicio te mete de lleno en una historia y un universo totalmente avanzados, sin saber qué hacer ni a dónde ir.

Un epílogo a la altura de The Last Kingdom

Como hemos dicho, Siete reyes deben morir comienza con diferentes reinos menores de Gran Bretaña (Mercia, Anglia Oriental, Northumbria) preparándose para la lucha de poder que va a tener lugar tras el fallecimiento del rey. Para colmo, los daneses siguen incordiando al personal. Por lo tanto, pintan bastos en la región.

En ese entorno de oscuridad, guerra, violencia y sangre, brilla con luz propia el actor Pekka Strang, quien da vida a Anlaf. Anlaf es un rey danés, un pagano de tomo y lomo, que pone el contrapunto idóneo para explorar los conflictos religiosos que asolaron el Viejo Continente en el pasado. No fueron pocas guerras las que se libraron en nombre de Dios, sea cual sea.

De hecho, la película de Netflix tiene una interesante exploración acerca del significado de la religión, pero sobre todo de las diferencias que ésta (poder) tiene con la fe (esperanza). Y, al mismo tiempo, provoca un choque entre culturas e incluso sexualidades. Y todo esto está en Siete reyes deben morir, si te dejas guiar por su laberinto.

Y decimos laberinto porque, si no has visto The Last Kingdom, te vas a sentir perdido y desorientado completamente. Esta historia de guerreros medievales es la temporada final de la serie de Netflix, pero la arroja en formato ‘tv movie’. Básicamente, lo mismo que pretende hacer Dave Filoni para cerrar los arcos de The Mandalorian, Ahsoka y Skeleton Crew en Star Wars.

Acción a cascoporro, muchas secuencias violentas, sangre, casquería, barro y héroes de un marcado color gris que se enfrentan por un territorio al que ya no saben si pertenecen. Siete reyes deben morir es un epílogo muy interesante e idóneo para The Last Kingdom, pero no se sostiene por ninguna parte como película independiente.