Crítica de Stargirl de Disney Plus, la película con Grace VanderWaal

El catálogo de Disney Plus es la gran noticia de la semana: llega el 24 de marzo a los hogares españoles con todo el potencial agregado de la compañía. Junto a los clásicos de Disney, así como el estreno del remake de La Dama y el Vagabundo, llegan nuevos títulos cuyo destino directo es la plataforma. Tal es el caso de Stargirl, la nueva película de Disney Plus con la que pretenden afianzar la suscripción y, por qué no, el corazón de sus nuevos espectadores.

Julia Hart se pone a los mandos de una cinta para todos los públicos, pero enfocada en la adolescencia, la madurez y el autodescubrimiento. Estos temas son viejos conocidos para la directora estadounidense; su ópera prima, Miss Stevens, fue una demostración de sentimiento e inteligencia cinematográfica que también ha plasmado en la historia que hoy nos ocupa. Basada en la novela original de Jerry Spinelli, escrita hace la friolera de 20 años, la adaptación a la pequeña pantalla nos cuenta la historia de Stargirl, una joven adolescente cuya personalidad da un vuelco a los corazones de un instituto local de Arizona... y a la vida de Leo, la contraparte protagonista.

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Los jóvenes Grace VanderWaal y Graham Verchere protagonizan esta película para adolescentes en la que también los adultos podrán ver reflejados estadios de su pasado juvenil: el flechazo del primer amor, la incertidumbre ante el futuro, la evolución de la amistad y, cómo no, los miedos. Sobre todo, los miedos. Esos que nos aferraban en un abrazo angustiador y que ahora observamos en otros con ternura. Esos que nos petrificaban por orgullo, por amor, por rabia y, en definitiva, por desconocimiento, pero que el tiempo puso en su lugar. Y a nosotros también.

Grace VanderWaal también es un reclamo para los seguidores de los programas de talentos: fue la ganadora de America's Got Talent 11 (2016) gracias a sus letras, su voz y su dulzura, dejando actuaciones que darían la vuelta al mundo a través de las plataformas de vídeo en internet. Ella es el gran descubrimiento de la película; canta, actúa y fluye con el aura necesaria para construir un personaje susceptible de caer en la sobreactuación más exasperante, pero que maneja con soltura como una promesa para el futuro de su recién estrenada carrera.

Stargirl arranca con sensaciones de feel good movie, con la banda sonora de Rob Simonsen abrazándonos en ruta por los desérticos paisajes de Arizona mientras la voz de Leo (Graham Verchere) nos introduce en la trama. Estando en HobbyConsolas, no podemos sino recordar las mismas sensaciones que Life is Strange transmitía en sus secuencias, en ese apacible viaje vital como en el que también estamos a punto de embarcarnos. La vida de Leo, sin embargo, no ha sido la más fácil. Perdió a su padre cuando era pequeño, se mudó a Arizona y la recepción en el instituto le obligó a ocultar al niño enamorado de su padre que vivía en su interior. Esa es la clave de la historia: el conocimiento de uno mismo, la autoaceptación, los juicios sociales y la forja de la personalidad.

Como decíamos, la película se basa en la novela original del 2000 de título homónimo que fue un éxito de ventas en Estados Unidos, convirtiéndose en una de esas lecturas que marcan la adolescencia y que, como siempre ocurre con los libros, tanto pueden llenarnos. La historia, sin embargo, habla de las relaciones entre adolescentes de instituto de hace 20 años, por lo que el trabajo en la adaptación al guion y en la dirección debía suavizar el contraste en pos de que los jóvenes de hoy siguiesen siendo el público objetivo. Si bien queda poco en ella para sorprendernos, la adaptación es lo suficientemente digna como para remover alguna que otra pulsión interna.

El estreno de Disney Plus tiene espíritu contemplativo y quiere apaciguar las voces internas que a todos nos han gritado en algún momento por nuestras decisiones. Con una modestia exquisita, Stargirl ofrece el silencio para la reflexión, lanzando diálogos precisos que evitan el peligroso tono condescendiente y dejan al espectador la oportunidad para juzgarse a ellos mismos. Aunque la historia peque de cierto maniqueísmo, la defensa de la propia identidad al margen de las opiniones externas es estímulo más que suficiente para justificar su estreno en la era de las redes sociales, la apariencia y el terrorífico vacío en el que vivimos.

Hablábamos hace unas líneas de inteligencia cinematográfica y lo podemos ver en cómo aprovecha las secuencias de montaje; aquellas que tan difíciles son de escribir y dirigir, que tan poco significado parecen tener a gran escala, pero que tan imprescindibles terminan siendo para comprender con rapidez los sentimientos de los protagonistas. Lo vimos con los ya eternos ejemplos de Up o Toy Story en los que con música y la síntesis de escenas debemos ver el mundo a través de los ojos de sus protagonistas. Salvando distancias extremas, por supuesto, Julie Hart comprime la sencillez y la ternura de la historia en ellas y, escarbando un poco en su estructura, no podíamos desaprovechar el piropo.

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El ambiente de instituto funciona, los personajes que revolotean alrededor de la pareja protagonista también, pero tiene sus problemas de desarrollo. El conflicto principal de la película parece excesivamente impostado, exagerando la reacción de los personajes —sin entrar en tierras del spoiler— y quedando en consecuencia como una respuesta desmedida tanto en el planteamiento como en el desenlace. La relación de Stargirl con el resto, hablando en plata, no resulta coherente con la realidad de un instituto lleno de hormonas en revolución. Refleja a las mil maravillas el mundo interno de sus protagonistas para perderse irónicamente y con demasiada necesidad a merced del guion. Aunque todo parece menos incomprensible cuando VanderWaal rasga las cuerdas de su ukelele y pone su melodiosa voz al servicio de la cámara; es imposible no caer rendido a sus pies.

No es la quintaesencia del drama adolescente, tiene eternos clichés argumentales y cuenta, por supuesto, una historia manida, pero ofrece una narrativa en la que es tan fácil subirse a bordo que solo podemos pedirle a nuestro espíritu juvenil que se recueste hacia atrás sobre sus brazos, exhale profundamente y se deje llevar.

Stargirl es, en esencia, Grace VanderWaal y su carisma inagotable. La misma magia que se asociaba a las venas de la compañía está presente en su nueva protagonista, cuya elección no sólo ha sido un acierto, sino el sello distintivo que hace de esta película algo más que un relato entrañable. La inspiración de Pequeña Miss Sunshine o la más reciente Lady Bird son referencias a recordar con excesiva ambición, y aun así la química entre la pareja protagonista, la modestia en la dirección y el efectivo resultado final la convierten en un estreno que, como el propio espíritu de la película indica, en el silencio también hay éxito, verdad y sentimientos a nuestro alcance para descubrir.