Solo hemos podido ver, de momento, los dos primeros episodios de The Terror: Infamy, la segunda temporada de la serie antológica de AMC que arrancó el año pasado con The Terror, la adaptación de la novela homónima escrita por Dan Simmons.
Ahora cambiamos completamente de registro y escenario para situamos en 1942, en Estados Unidos y en concreto en la Isla Terminal ubicada en California, poco antes del ataque a Pearl Harbour que dará un vuelco a la situación de la comunidad japonesa radicada allí.
Chester Nakayama, nacido en el seno de una familia de pescadores sueña con ser fotógrafo y con formar su propia familia, pero sus sueños se verán truncados cuando sus amigos y familiares sufran la implacable persecución del gobierno estadounidense y, a la vez, tengan que luchar contra un espíritu maligno que pone en peligro su futuro.
Una serie de muertes y accidentes dejan ver que la gran amenaza a la que se enfrentan es a un "bakemono" o "espíritu cambiaformas". ¿Cuál es su finalidad y por qué son acosados por esta entidad?
En medio del drama de ser desplazados e internados en centros no habilitados para ello, el elemento sobrenatural hace presa en ellos, sin que tengan los recursos como para evitar sus terribles acciones. La gran pregunta que despierta el interés del espectador es cuál ha sido su infamia, esa acción malvada y vil que desencadena un brutal castigo, por más que estén lejos de su tierra natal.
En algunos casos parecemos tenerlo claro: un maltratador se queda ciego, la mujer que prepara una poción para propiciar un aborto se suicida aunque no de forma voluntaria, poseída por una fuerza mayor a ella y Chester, el protagonista, es alertado de su inminente error para que reconduzca la situación.
La fotografía de la serie The Terror: Infamy y la puesta en escena son elementos exquisitos muy bien cuidados, así que desde esa perspectiva no caben grandes críticas al acabado de la serie, que cuenta con el marchamo de calidad de la producción de Ridley Scott, pero sí que es cierto que no llega al nivel de la primera temporada de The Terror. Aquella nos metía el frío y el miedo en los huesos y conseguía que los personajes nos imantaran como espectadores: queríamos acompañarlos, saber qué era de ellos y hasta disfrutamos viendo a algunos de ellos quemando las naves.
En el caso que nos ocupa, hay que decir que los miedos parecen mucho más terrenales, incluso los paranormales, dado que de alguna manera está claro que están conectados a los lazos de familia y a algún mal que no se resarció en su día. Es decir, que el drama es más poderoso que el terror, por más que haya algunas secuencias realmente espeluznantes.
Otro de los elementos que brillan menos son el casting y el montaje. Algunos intérpretes no tienen demasiada pegada (generalmente los más jóvenes) y apenas hay alguna cara conocida como la de George Takei y la serie abusa de los fundidos a negro para cambiar de secuencia constantemente. La idea es trasladar rotundidad e incluso crear espacios de microsuspense, pero es un recurso repetitivo que corta mucho el ritmo de The Terror: Infamy.
Dicho todo lo anterior, no hay que desmerecer un trabajo que, en estos dos primeros episodios, no hace sino despegar. Desde luego, aunque la terminología japonesa resulta un tanto farragosa, poco a poco nos vamos familiarizando con algunos términos cuyo significado vamos descubriendo paulatinamente y que nos dejan asomarnos a la mitología y a la idiosincrasia tradicional japonesa. Como es evidente el conflicto central aún tiene que estallar y es casi seguro que no concluirá hasta que se atisbe el final de la temporada, así que de momento, nos quedamos cazando pistas y temblando ante la funesta presencia de Yukio asimilable a una Samara de mediados del siglo XX.
Si os ha picado la curiosidad, esta misma noche empieza la emisión de la serie en AMC España en prime time. Preparaos para un nuevo e inquietante viaje hacia lo desconocido.
VALORACIÓN:
Lejos de su predecesora, esta segunda temporada abunda en un periodo histórico poco conocido al que le añade unas cuantas gotas de terror sobrenatural. Aunque menos redonda, sigue siendo ofreciendo un visionado placentero.LO MEJOR:
El diseño de producción, la iluminación y la irrupción de las supersticiones japonesas junto con el componente fantástico.LO PEOR:
Algunas de las interpretaciones principales son un tanto flojas. Abunda más el drama que el terror.75
Bueno
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