Crítica de Los tres mosqueteros: Milady, con la magnética Eva Green tomando el control

Se concibió como un díptico y fueron dos películas rodadas a la vez, de modo que es natural que Los tres mosqueteros: Milady se perciba como una continuación orgánica de Los tres mosqueteros: D'Artagnan. Pero si aquella terminaba con una escena postcréditos que nos lanzaba de lleno al segundo episodio, ésta nos deja en ascuas, con el misterio servido y sin seguridad sobre el futuro.

¿De qué va a depender que se llame de vuelta al equipo y el elenco? De la recepción en taquilla de esta nueva entrega, de modo que estamos en manos de los números que amase de forma mundial. De momentoo ha superado los dos millones de espectadores en Francia, donde se estrenó en diciembre. Aquí nos llega un pelín más tarde, pero con ganas de hacer buenos números.

Sería una verdadera pena que no se terminaran de adaptar las novelas de Dumas, que son tres, en la clave que nos propone Martin Bourboulon, que ha conseguido un equilibrio fabuloso entre el respeto al material original y la actualización de los códigos del cine de aventuras con vistosas coreografías de lucha entre espadachines y una banda sonora cargada de nervio.

Cuando entrevistamos a Vincent Cassel (Athos) a propósito del estreno de la primera película, nos habló del talento y magnetismo de Eva Green, a quien tildó coo "una de las actrices más interesantes de su generación". Y aquí podemos ver cómo su personaje estalla de muchas maneras distintas y tiene que desplegar todas sus artes: Milady de Winter es apasionante y su trabajo interpretativo, también.

En pocas palabras podemos resumir este asunto con una frase: el papel le va como anillo al dedo y ella le exprime todo el jugo echando mano de su erotismo, su vulnerabilidad, su carácter volcánico y esa peligrosidad que la acerca a su lado más demoniaco, desatado por su doloroso pasado.

Una de las primeras preguntas que se hará cualquier espectador que vaya a ir al cine es si resulta condición indispensable haber visto D'Artagnan para disfrutar de Milady. No es imprescindible, aunque sí muy recomendable. Por la calidad de la película, sobre todo, y por dotar de un contexto lo que se va a ver e ir familiarizándose con los personajes.

Pero, en cualquier caso, la película arranca con un pequeño sumario de la primera para poner en antecedentes a quienes vayan de nuevas: se habla de las guerras de político-religiosas que dividen el reino, del artero cardenal Richelieu, del intento de asesinato del rey y del punto, por tanto, desde el que arranca la ficción, para que nadie se pierda.

A partir de ahí la narración fluye con elocuencia haciendo que el tiempo se pase volando: es muy fácil entrar en la película y dejarte llevar por ella, de manera que sus 115 minutos de duración apenas se perciben como tales. Mucho tiene que ver en ello la inversión acometida: no es una producción barata, lo que hace que luzca de maravilla, como sucedió con D'Artagnan. 

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Quien no sea fan de los finales abiertos, eso sí, se sentirá decepcionado por el hecho de que la película termine con un cliffhanger de manual... sobre todo habida cuenta de que aún no se ha confirmado una nueva entrega.

Ojalá pronto sea así y podamos disfrutar de un nuevo trabajo de Romain Duris, Pio Marmaï, François Civil, Vincent Cassel, Eva Green, Vicky Krieps, Eruc Ruf, Lyna Khoudri y Louis Garrel. El reparto no tiene fisuras, el desempeño de Martin Bourboulon como director tampoco y es una saga que de veras se merece una continuación porque ha sabido proteger y explotar lo mejor de la obra de Dumas.

Así, el foco se ha puesto en la evolución de los personajes, en el desarrollo de su relación de amistad y compañerismo, en el drama cuando toca y en el humor como alivio puntual de cuando en cuando.

"Contar la historia en dos partes ha sido un verdadero regalo porque, al disponer de cuatro horas, hemos podido dedicarle todo el tiempo del mundo a entender bien a los personajes y las situaciones", ha expresado el director en declaraciones para la distribuidora en España de la película, DeAPlaneta. 

El material es bueno, pero también es cierto que el género no pasa por su mejor momento, así que nuestra atención, ya centrada de pleno en la respuesta de la audiencia: el futuro de los mosqueteros está en sus manos.