Crítica de Entre la vida y la muerte: un tenso thriller con Antonio de la Torre y Marine Vacth

Hay muy buen pulso en la dirección de Entre la vida y la muerte, segundo largometraje de Giordano Gederlini que nos desplaza a Bruselas para narrarnos un thriller a caballo entre lo íntimo y lo trepidante.

El guionista y director de origen chileno demuestra así que es capaz de mantener la tensión narrativa durante toda la película dosificando cuidadosamente la información y salirse de los raíles del género para contar una historia sencilla, pero en la que cada detalle cuenta.

La película, una coproducción franco-belga-española que cuenta con la participación de RTVE y Movistar Plus+ y con el apoyo de ICEC y Eurimages, nos presenta a un hombre desesperado a punto de darse un tiro. Él es Leo Castaneda y lo veremos tiempo después afincado en Bruselas y ganándose la vida como conductor de metro.

Un buen día todo da un giro inesperado dado que presencia el suicidio de un hombre que se lanza a las vías para su desesperación. La policía sospecha sobre su implicación en los hechos cuando descubre que la verdadera causa de su muerte no es el atropello, sino una herida de bala y su implicación en un delito.

Leo por su parte inicia una investigación en paralelo tratando de esclarecer los últimos momentos de la vida de ese hombre, lo que a su vez implica enfrentarse a su propio pasado.

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Entre la vida y la muerte destaca por varias virtudes más que afectan a la película en el estilo y en el acabado final y la elevan como una propuesta más que solvente. Hay que comenzar hablando de las interpretaciones entre las que destaca, por su marcado protagonismo, la de nuestro engoyado Antonio de la Torre (que pocos cabezones tiene en casa para los que se merece).

Lo acompañan entre otros, la parisina Marine Vacth (Joven y bonita) y Olivier Gourmet (El hijo), pero es el malagueño el que guía la acción. Lo vais a ver barbudo, ojeroso y al borde de la depresión, con tantos secretos que esconder que nunca se sabe por dónde va a salir el personaje.

A las potentes interpretaciones, tenemos que sumarle a la cinta sus valores de producción: a pesar de su modesto presupuesto, la fotografía de Christophe Nuyens (que cuenta con una amplia experiencia en el mundo de la televisión gracias a series como El descubrimiento de las brujas o Lupin) es una delicia.

Exprime los fuertes contrastes y se recrea en las luces bajas que tanto casan con la oscuridad y críptica historia de la cinta. De hecho, si algo se echa en falta es algo de claridad en lo que se refiere al guión: hay muchos aspectos que quedan sin atar que los espectadores tienen que sobreentender o interpretar a su manera.

Por otra parte, la banda sonora de este thriller policíaco corre a cargo del DJ francés Laurent Garnier, que imprime música electrónica con gran acierto en las secuencias de más movimiento, creando también una atmósfera muy especial.

Por lo demás podría llegar a decirse que es una buena peli con sello de autor, en la que se ve una apuesta por trascender los tópicos del género y que se preocupa por mantener la curiosidad de la audiencia hasta el último minuto. La resolución es quizás demasiado apresurada en este sentido y, como decíamos, algo más de información haría que el resultado fuera más redondo.

En resumidas cuentas, Entre la vida y la muerte es una película notable que suma a la carrera de Antonio de la Torre otro personaje contra las cuerdas como el que nos regaló en la impagable Tarde para la ira. Por favor, que nadie la confunda con el drama romántico del mismo título ni con la serie mexicana del 93.