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Crítica de Wonderstruck, el maravilloso cuento de Todd Haynes

Wonderstruck
Crítica de Wonderstruck (El museo de las maravillas), la última película de Todd Haynes, escrita por el autor de la novela original, Brian Selznick. Un homenaje a la infancia protagonizado por los jóvenes Oakes Fegley y Millicent Simmonds, acompañados de la veterana Julianne Moore.

¿Quién no recuerda ese 2011 en el que una película muda y en blanco y negro se convertía en la gran destacada del año? The Artist llegaba a las salas de cine cautivando a público y crítica por partes iguales. 100 minutos que se llevaron cinco premios Oscar, incluido el de mejor película; tres Globos de Oro, siete premios BAFTA y un sinfín de galardones a los que pocos esperaban que una cinta del género pudiese aspirar. Si la idea te deja con ganas, échale un ojo a nuestro reportaje con las mejores películas en blanco y negro de la historia.

Seis años después nos llega Wonderstruck (El museo de las maravillas), bajo la batuta de Todd Haynes y con un libreto firmado por Brian Selznick, también autor de la novela original y de obras literarias como La invención de Hugo. Haynes, a quien conocemos por títulos como Carol (2015) o Lejos del cielo (2002), se decanta por una cinta más comercial y familiar de lo que su filmografía nos tenía acostumbrados y lo hace repitiendo por cuarta vez con Julianne Moore, su actriz fetiche, en el reparto. No se trata de una obra de cine mudo, pero sí podemos esperar una oda al género envuelta en una fábula infantil en la que nos reencontraremos con la emoción de nuestro niño interior. ¡Dentro crítica de Wonderstruck!

Dos niños, dos historias

Ben y Rose, dos niños de épocas distintas, nos descubrirán la historia de su infancia a través de una búsqueda incansable de la figura paterna y materna, respectivamente. En los años 70, Ben sueña con un padre a quien nunca conoció y del que apenas sabe nada; Rose, a finales de los años 20, lo hará con una famosa actriz de cine mudo a quien sigue en cada paso de su carrera. Estas dos historias crecerán de forma paralela para dar lugar a un cuento de misterio y redescubrimiento, envuelto por una particular característica de ambos protagonistas: la discapacidad auditiva.

Wonderstruck comienza poniendo las primeras piezas del puzle que conformarán las infancias de Ben y Rose, pero cierta demasía de melodramatismo y la confusión inicial para presentar a los personajes que rodean sus vidas pueden sembrar algo de apatía en los espectadores. Deberemos armarnos de paciencia y procurar disfrutar de los infinitos detalles con los que Haynes adorna la realización, componiendo cada plano como una obra de orfebrería en la que nuestras pupilas se dilaten como lo hacen las de un niño con el descubrimiento de una nueva emoción. Y será esto último uno de los elementos formales sobre los que se erigen las posibilidades de la película.

El museo de las maravillas

La puesta en escena y el diseño de producción son exquisitos, y tendrán todo su esplendor en los últimos compases de la película con un montaje de stop motion. Es precisamente interesante el hecho de que la trama principal y su título (El museo de las maravillas) guarden una relación tan particular en la construcción del relato. Los museos y su consecuente preservación de los detalles son lo que encontraremos interna y externamente en la película, en la evolución de la trama principal y en la elaboración de los planos.

Rose, sorda desde su nacimiento, vive bajo la opresión de un padre que se niega a prestarle un mínimo de atención, pero bajo la opulencia de una familia adinerada. En un arrebato final y tras descubrir que su adorada actriz estrenará obra en el teatro de Nueva York, decide lanzarse en su búsqueda en un viaje en el que, por momentos, nos sentiremos en una cinta de cine mudo. Es de admirar el trabajo de Haynes para encajar dichas escenas en una película alejada del género con tanta fluidez y sentido. En la otra cara de la cinta tendremos a Ben, quien también viajará a Nueva York, pero en búsqueda de su padre, repitiendo paradójicamente los mismos pasos que la joven. Viajes en ferry, persecuciones por el museo y conflictos con la gran ciudad a la que no están acostumbrados.

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Como decía en el primer párrafo de este análisis, esta historia de búsqueda de la identidad estará marcada en lo narrativo por la discapacidad auditiva de los protagonistas, lo que servirá como cauce perfecto sobre el que asentar todo el peso de las emociones. Una vez le demos la oportunidad y el relato comience a crecer, nos subiremos en el maravilloso vagón de la infancia que el relato de Brian Selznick consigue plasmar con brillantez, destacando en una tarea harto complicada como es la de adaptar una obra literaria a la gran pantalla. Una sintonía entre director y guionista que se ve reflejada en el resultado final y que demuestra que Selznick, quien ya había visto una de sus novelas en el cine con La invención de Hugo (Martin Scorsese, 2011), apunta maneras en la industria.

El museo de las maravillas
El museo de las maravillas

No esperéis una cinta llevada por los diálogos, sino por las emociones. La banda sonora y los efectos de sonido serán piezas clave para la yuxtaposición de las historias paralelas de Ben y Rose, que, por otra parte, pecan narrativamente de un exceso de casualidades que ya habíamos mencionado previamente. A pesar de ello, consiguen repartir equitativamente el peso en pantalla de ambos protagonistas como para no perder el hilo de sus respectivas subtramas que terminan confluyendo en dos realidades de Nueva York en las que encontrar respuestas.

Veteranos y noveles

Millicent Simonds, la encantadora y tímida Rose, realiza su primer trabajo en la gran pantalla para sembrar en Wonderstruck toda la ilusión que sólo un niño puede apreciar en los detalles más nimios. Su cuerpo y, especialmente, sus ojos, serán los únicos instrumentos de los que dispondrá para lograr la árdua tarea de generar empatía en los espectadores, pero es que con cada mirada en la que parece descubrir el mundo volveremos a sentir esos chispazos de emoción que tan adentro parece que escondemos.

Wonderstruck

Ben, interpretado por Oakes Fegley (Peter y el dragón), demuestra tener un carácter mucho más duro tras la pérdida de su madre y será en él en conjunción con la siempre fantástica Julianne Moore sobre los que reposará la resolución de esta particular fábula que es El museo de las maravillas. Moore repite de nuevo bajo la dirección de Todd Haynes diez años después de su última colaboración, lo que demuestra la confianza del realizador americano por una de sus actrices fetiche (con el permiso de Cate Blanchett).

Conclusiones

Wonderstruck (El museo de las maravillas) siempre destila ese aroma sentimental con detalles cuidados y emociones medidas encerradas en pequeños despuntes de lo que pretende ser una obra de orfebrería, especialmente en su diseño de producción. El relato infantil está francamente bien orquestado para su resolución final, pero esos excesos que plagan especialmente su arranque pueden entorpecer su crecimiento y, por ende, el resultado. Todd Haynes y Brian Selznick forman una dupla con una conexión magnífica en la que ambos parecen empujar el relato con la misma intención, lo que se traduce en una obra mimada que es el primer paso al frente en un cine más comercial por parte del realizador.

No lo dudéis: será la película a recomendar para todos aquellos que no busquen la analogía negativa en el ritmo lento y que deseen apasionarse con el corazón de un niño de los detalles que hacen brillar la vida, más allá de la realidad y el trasfondo dramático que nos persigue a cada uno en la búsqueda de la identidad que todos hemos sufrido.

VALORACIÓN:

Wonderstruck (El museo de las maravillas) es un homenaje a la infancia y la búsqueda de la identidad envueltas en un guiño al cine mudo con detalles exquisitamente medidos en un relato que puede pecar de ciertos excesos de casualidades.

LO MEJOR:

El mimo en el diseño de producción, la construcción de los planos y la contención de las emociones.

LO PEOR:

Un exceso de casualidad y cierto melodramatismo pueden emborronar el crecimiento del relato.
Hobby

73

Bueno

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