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Señor, dame paciencia - Crítica de la comedia española

Señor, dame paciencia
Crítica de la comedia española Señor, dame paciencia dirigida por Álvaro Díaz Lorenzo y protagonizada por Jordi Sánchez, Megan Mortaner, Silvia Alonso, Eduardo Casanova y Rossy de Palma. En cines a partir del 16 de junio.

Llega la temporada de comedias veraniegas, unas más afortunadas que otras. En el caso que nos ocupa, Señor, dame paciencia estamos ante una nueva película que trata de explotar (ooootra vez) los tópicos regionales, aunque también abre otros frentes: desde el manoseado proceso soberanista catalán hasta la homosexualidad tratando de seguir la estela de la famosísima cinta francesa Dios mío, ¿pero qué te hemos hecho?

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La producción cuenta con medios y la verdad es que en el plano técnico hay poco que objetar: la calidad de la imagen y el sonido e incluso los efectos especiales son correctos pero, sin embargo, no convence en su principal objetivo: ser divertida y mucho menos original.

En Señor, dame paciencia Gregorio (Jordi Sánchez) es un banquero muy conservador, muy del Real Madrid y muy gruñón. Cuando su mujer (Rossy de Palma) fallece repentinamente, deberá cumplir su última voluntad: esparcir sus cenizas en el río Guadalquivir.

Para llevar a cabo su tarea, Gregorio deberá pasar un fin de semana en Sanlúcar de Barrameda con sus hijos, dos chicas y un chico. El problema es que los tres irán acompañados de sus parejas, a los que Gregorio no puede ni ver. 

La pareja de su hija Sandra (Megan Mortaner) es un catalán muy culé, que pretende llevar a su futuro nieto a un colegio bilingüe catalán-inglés. Por su parte, su hija Alicia (Silvia Alonso) sale con un un hippie antisistema, y su hijo Carlos (Eduardo Casanova), con el que lleva meses sin hablarse tras haber "salido del armario", se presenta con Eneko, un vasco de origen senegalés. Durante dos días Gregorio pondrá a prueba su tolerancia y su capacidad de perdonar, y esta familia disfuncional tendrá que aprender a aceptarse, con sus virtudes y sus defectos.

Al calor del exitazo comercial de Ocho apellidos vascosy su secuela Ocho apellidos catalanes, venimos viendo periódicamente conatos de reexplotación de la misma fórmula: algo parecido sucedió con Cuerpo de élite y Señor, dame paciencia es en gran medida más de lo mismo. 

De nuevo tenemos en liza los polos de conservadurismo-comunismo, heterosexualidad-homosexualidad y de fondo los conflictos regionales de catalanes, madrileños, vascos y andaluces. Evidentemente lo que pretende el irregular guión del también director Álvaro Díaz Lorenzo (Café solo... o con ellas, La despedida) es abundar en la búsqueda de la tolerancia pero no consigue que la comedia eleve el vuelo ni amortigua con humor la caída cuando se deja llevar por el dramatismo.

Señor, dame paciencia

Especialmente cansinos (porque parece que siempre hacen el mismo papel) resultan Eduardo Casanova y Salva Reina mientras que otros miembros del reparto están desaprovechadísimos como es el caso de Antonio Dechent o Paco Tous, por no hablar de la genial Rossy de Palma, una mujer tan dotada para la comedia que su sola presencia en Señor, dame paciencia ayuda a evitar un desastre mayor.

En cuanto a su estructura, solo resulta eficiente muy al comienzo, cuando nos están presentando a los personajes: desde el perroflauta que consume compulsivamente productos de Lidl hasta ese banquero madridista que en la piel de Jordi Sánchez, tradicionalmente asimilado a personajes catalanes, causa gracia con la inversión de su rol.

Señor, dame paciencia

Posteriormente y a lo largo del resto del metraje de Señor, dame paciencia, que se hace larguísimo, solo David Guapo nos saca una sonrisa con su desparpajo y es que es demasiado lenta, bobalicona y amable como para alcanzar cierta cota de ingenio que haga que su mensaje tenga peso específico o que al menos te eches unas carcajadas. Amén de los lamentables momentos musicales...

En cualquier caso, se ha alumbrado pensando en un público muy concreto que es posible que acuda a la llamada llenando las salas como en ocasiones anteriores. Hasta qué punto ese público quede satisfecho (y no esté cansado de la sobreexplotación de la misma fórmula), solo lo sabremos en un par de semanas.

VALORACIÓN:

Para que una comedia sea buena tiene al menos que tener ritmo y gags chispeantes pero ni una cosa ni la otra. Le falta garra y le sobra sentimentalismo.

LO MEJOR:

Los primeros cinco minutos que te descolocan un poco todavía tienen algo de chiste.

LO PEOR:

La senda abierta por Ocho apellidos vascos ya está quemada. Comedias frescas ya, por favor.
Hobby

50

Regular

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