Mi primer coche fue un Ford Fiesta de los primerísimos. Cuando llegó a mis manos ya tenía 10 años y lo heredó mi hermano 5 años después. Me daba problemas, claro, pero la mayoría los aprendí a solucionar yo solita. Era tan simple que, con dos nociones básicas, salía de casi cualquier atolladero.
Uno de los problemas más frecuentes que me daba venía del motor de arranque. Se solucionaba dándole unas buenas… palmaditas con un pedazo de hierro que ya llevaba siempre en el maletero.
No os creáis que soy así de bestia: era lo que hacían los de asistencia en carretera si me quedaba tirada y a una siempre le ha gustado aprender… Un par de viajes bien dados en el sitio adecuado, y arrancaba sin problemas. 45 años ha cumplido ya el primer Ford Fiesta.
Si un coche moderno te deja tirado, ya puedes llamar a la grúa, porque, aunque te imagines qué le pasa, cuando abres el capó no ves nada a lo que meter mano.
¡Si hasta los mecánicos los conectan a un ordenador y que les cuente el coche! Y es que tienen tantas cosas tecnológicas en las tripas, que adivina cuál se le ha roto…
Cuando era pequeña, si la tele de mi abuela se empezaba a ver mal, me decía “Ve a casa de Pompeyo y se lo cuentas”. Venía Pompeyo, cambiaba una bombilla y arreglaba la tele.
Yo creía que los señores que arreglaban teles se llamaban “pompeyos”… Vete tú ahora a buscar un “pompeyo” si la pantalla de una tele moderna falla. Corre, corre, y pregunta, que a mí me da la risa.
Cuanta más tecnología se cuela en nuestros aparatos, mejores son, más cosas hacen, y más agradable es manejarlos… pero más cosas se pueden romper y más difícil es repararlos, si es que tienen arreglo (ahora no vale con cambiar una lámpara a la pantalla de la tele).
Mi primer móvil fue un Nokia 2210 y una vez se me cayó por el hueco de las escaleras de un tercer piso. Bajé, recogí los trozos, los volví a juntar y apañao.
A un smartphone de los de ahora lo miras mal (yo, si me enfado, miro muy mal) y se raja la pantalla. Si es que no aguantan ná. Y cuando hablamos de consolas, nos pasa exactamente igual.
Para romper un joystick hace 20 años tenías que jugar una liga de Sensible Soccer en la redacción. Nos cargamos docenas con la emoción de las últimas jornadas.
De eso que te quedabas con la palanca en la mano (menos un Telemach que teníamos que lo aguantaba todo, y se lo pedía el que “jugaba en casa”).
Pero así, en plan amateur, jugando tranquilamente, no recuerdo que se me haya roto nunca un mando de NES, de Mega Drive ni de PlayStation. Bueno, una vez tuve que abrir uno de PS3, porque mi hijo le tiró zumo encima y se me quedaba pegada la X… Es verdad que antes no tenían mucha cosas dentro, pero, leñe, no fallaban.
Sin embargo, ahora he perdido la cuenta de los Joy-Con que ha reparado mi señor esposo, que es un manitas, y miedo me dan las noticias del drift en PS5. A mí no me ha pasado nada todavía, pero tampoco al principio me dieron guerra los Joy-Con... ¿Perderá el norte también mi DualSense?
Hablamos de mandos a los que solo les falta ir a la compra y a recoger a los niños del colegio. Vibración HD, controles hápticos, cámara infrarroja, lector NFC, altavoz, panel táctil, micrófono, giroscopio… ¡Si se actualizan y todo!
Tecnologías que permiten sentir la lluvia, el cambio de terreno, la dureza del gatillo de un arma, apuntar inclinando las manos... Tecnologías que amplifican las sensaciones a la hora de jugar y que aportan nuevas opciones jugables.
Son auténticos prodigios técnicos. A mí, los botones de los Joy-Con como que se me quedan pequeños, pero los cacharritos me tienen loca desde el día uno.
Son chismes alucinantes, casi más que las propias consolas. Tecnología que me hubiera parecido ciencia ficción hace 30 años. Sin embargo, les fallan los sticks.
Que viene a ser como tener un reloj que te prevé el tiempo, te señala el norte magnético, predice el vuelo de las rapaces, te indica el cajero más cercano y te avisa de si te vas a cruzar con tu ex, pero que no acierta a dar la hora.
Que está muy bien todo lo que pueden hacer los mandos modernos, pero al final, lo que yo quiero es que mi personaje se mueva hacia donde yo digo o elegir la opción que me apetezca del menú sin tener que andar dándole toquecitos al stick. La de agujeros que he llegado a hacer para desenterrar un fósil…
Cuanto más tecnología se le mete a un cacharro, a cualquiera, más fácil es que falle y más fácil es que la reparación valga un ojo de la cara, si es que se puede reparar. Eso es así, y así lo hemos aceptado hace tiempo.
Con los coches, con las teles, los relojes, los teléfonos... Sin embargo, no termino de entender cómo en algo tan básico como los sticks de un mando, tanto los Joy-Con como el DualSense fallen…
No me entra en la cabeza que la función principal que debería tener cualquier mando de control sea en la que menos esmero se ha puesto.
Cuando alguien me preguntaba, ¿qué mando me compro?, yo siempre recomendaba los oficiales. Eran una garantía de disfrutar de todas las prestaciones que ofrece la marca. Podían ser más caros, pero la calidad estaba garantizada. Ahora, empiezo a tener mis dudas.
Yo (que soy así de rara) cambiaría el micrófono o la cámara infrarroja o el panel táctil y hasta el sensor de movimientos por un controlador que no dé fallos.
No sé si es por ahorrar costes o por desidia o despiste, pero los sticks deberían ser lo primero a tener en cuenta. Y lo primero que deberían arreglar. Menos actualizaciones de firmware y más cuidadito con el hardware, que ese no le puedes reemplazar vía wifi…
Espero que los siguientes Joy-Con que use (los tengo encargados y cuento los días para que salgan) y los DualSense que me terminaré comprado ya tengan estos problemas solucionados. No quiero que bailen la jota, quiero que me hagan caso.
¿Quizá Nintendo aproveche ahora con la nueva Switch OLED? Puedo hasta jugar sin sonido si hace falta, pero si es con un mando como dios manda. Mi reino por un stick en condiciones.
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