Crítica de Akelarre, un drama inspirado en memorias del juez Pierre de Lancre

Akelarre, la nueva película de Pablo Agüero, nos lleva a una época oscura de fanatismo religioso que se cobró la vida de hombres, niños y muchas mujeres, acusadas de ser brujas. Este drama histórico se ubica en el año 1609, a comienzos del siglo XVII, en el País Vasco.

Para la escritura del guión se ha inspirado de forma libre en las memorias del juez Pierre de Lancre, que presidió los tristemente famosos juicios de Labort. Fue un alto funcionario francés que por mandato real de Enrique IV fue enviado a la zona de San Juan de Luz para acabar con "el imperio del demonio".

La baza que jugó para imponer su purga fue aprovechar la ausencia de gran parte de la población masculina, implicada en las labores de pesca lejos de sus hogares para aprender a las esposas de los marineros, acusarlas y obligarlas a delatarse entre sí.

Pierre de Lancre, interpretado por el actor Alex Brendemühl, es retratado como un hombre, como la mayoría de los de la época, supersticioso y atemorizado por lo que no entiende, pero también como un misógino e intransigente que prácticamente obligaba a sus acusadas a recrear sus deseos reprimidos.

Akelarre retrata la relación de amistad de un grupo de jóvenes que tras ser apresadas y torturadas para confesar sus pecados, tienen que buscarse la vida para "entretener" a los funcionarios con la idea de ganar tiempo para salvar su vida.

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Obsesionado con el Sabbat, una supuesta festividad pagana que sirve de aquelarre para que las brujas se reúnan a la luz de las hogueras en las noches de Luna llena para invocar a Lucifer, Lancre presiona a las jóvenes para que confiesen cuáles son las prácticas demoniacas que acostumbran a realizar, pero ellas no tienen más remedio que inventarse las perversiones que se les van ocurriendo para satisfacer su curiosidad.

Hay muchos aspectos interesantes en esta producción: desde la puesta en escena, muy bien documentada, hasta la fotografía, pero es la banda sonora de Akelarre lo que sobresale por encima del resto de los elementos ya que los coros de voces (ojo a la escala cromática improvisada por el personaje protagonista para apabullar al juez) crean una ambientación particularmente inquietante. Excelente desempeño el de Maite Arrotajauregi y Aránzazu Calleja que rescatan también tonadillas y canciones populares, que aquí se ven prostituidas por la obscena forma en que son interpretadas por la mente calenturienta del censor y ejecutor.

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ATENCIÓN: Este artículo trata sobre cine gore y pasado de roscas, desde ya recomendamos que la gente delicada o aprensiva deje de leer...

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La interpretación de Amaia Aberasturi es también fundamental, por su papel de líder y la intensidad de su trabajo, sobre todo en las escenas en las que es sometida a un intenso dolor. También son dignas de mención las apariciones de Daniel Chamorro (Por H o por B) e Iñigo de la Iglesia (Ofrenda a la tormenta).

La película crece en intensidad de forma progresiva hasta conducirnos a un final perfecto, que dejará a la audiencia con un nudo en la garganta. Dicen que la historia la cuentan los vencedores; esta cinta intenta dar voz a las víctimas.

Akelarre no pretende ser una película de terror al uso, pero sí que comparte con La bruja algunos elementos dignos de mención como ciertos elementos folklóricos muy locales que hacen que la ambientación nos sumerja en la época y en la forma de pensar de los personajes. Su relación con la realidad es lo que da escalofríos. Hay grabados como los que se sugiere en el metraje que documentan, junto a la transcripción de los testimonios (en su mayoría falsos, evidentemente), las barbaridades cometidas.

Quienes quieran profundizar en el tema del que trata Akelarre pueden visitar el Museo de las Brujas de Zugarramurdi donde se documentan los juicios y las torturas que se dieron en la región a raíz de la ola de pánico a la brujería y la nigromancia que asoló la zona y destrozó la vida de familias enteras, por una parte debido a las delaciones y por otra a la brutalidad de la incomprensión de la cultura y la lengua de los vascos, tratados por las autoridades como salvajes.