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Crítica de El caso Alcàsser, la miniserie documental de Netflix

Niñas de Alcaser
Crítica de El caso Alcàsser, la miniserie documental de Netflix centrada en el mediático crimen de 1993, sus repercusiones en el tratamiento informativo de los sucesos de esta índole y la percepción a día de hoy en la que hay una mayor sensibilización hacia la violencia de género.

Hay varias cosas que la miniserie documental El caso Alcàsser hace muy bien: una de ellas es la de señalar, sin ningún ápice de duda, que el tratamiento informativo que se dio a este crimen supuso el inicio de la telebasura en nuestro país. Terreno fértil, siempre abonado por la víscera y la sed informativa que sigue a cualquier hecho tan escabroso como fue el del rapto, la violación, tortura y asesinato de tres jóvenes en la localidad valenciana de Alcàsser en 1992. 

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La segunda es la de alimentar un debate que, probablemente, merecía mayor rigor y profundización para calar en la audiencia: cómo no solo no hemos cambiado, sino que además seguimos de alguna manera teniendo la misma actitud frente a casos similares de desapariciones de niñas, jóvenes y mujeres a las que en primera instancia se culpabiliza (a veces, por el mismo hecho de estar solas o tener en principio lo que se considera una conducta reprobable) y posteriormente se juzga de forma paralela en los medios de comunicación, empeñados en exprimir hasta la última gota de morbo del suceso. 

Este documental de Netflix, a lo largo de los cinco episodios de aproximadamente una hora de duración, realiza un recorrido por todas las etapas del proceso: la denuncia de la desaparición de Miriam, Toñi y Desirée, el hallazgo de sus cadáveres en descomposición tras más de 70 días de búsqueda y la instrucción de un caso en el que hubo dos autopsias que generaron tanta controversia con el tratamiento de las pruebas como con la ocultación de información muy relevante. Llegarían más tarde la incriminación de Miguel Ricart; la desaparición de Antonio Anglés y el mediático juicio, que llevó al primero a la cárcel hasta la derogación de la doctrina Parot, que facilitó su excarcelación prematura en 2013 habiendo cumplido solo 21 años de condena.

Respecto a este núcleo central del documental, Bambú Producciones (que produjo también Lo que la verdad esconde: el caso Asunta y que ofrecerá este año Bajo escucha: el acusado en el que explorará el crimen irresoluto del asesinato de Miguel Ángel Domínguez y su hija María en Almonte), ha tenido acceso a imágenes inéditas nunca emitidas con anterioridad en televisión de dicho proceso, en el cual se accede a las declaraciones y los silencios del acusado así como a las incoherencias en las que incurrió a lo largo del juicio.

Pero, por desgracia, El caso Alcàsser presenta también serias dificultades a la hora de aportar claridad a un asunto en el que siempre hubo una versión oficial y otra extraoficial. Ni a nivel cronológico, ni a nivel forense. Después de ver el documental, el espectador sigue sin tener ninguna certeza sobre lo que les sucedió a las tres mujeres porque, a pesar de que el sumario fue haciéndose público con cuentagotas en distintos programas de televisión y radio (para desesperación de sus familias), no se ha reconstruido para esclarecer los hechos y narrarlos de una manera inteligible, ordenada y precisa, algo que sí han conseguido otros proyectos de corte similar como Making a Murderer oThe Keepers.

Habría sido algo muy desagradable, pero también habría ayudado a comprender mejor el proceso judicial y las dudas suscitadas en torno al mismo. Siempre ha pesado la duda sobre la forma en la que se encontró el documento que inculpaba a Ricart, la exhumación de los cadáveres (se habló incluso de una doble inhumación por la fauna cadavérica), la desaparición de Anglés, la participación de más personas en el delito (ninguno de los 29 pelos hallados en los cuerpos coincidía con el del acusado y sí se señalaban 7 personas distintas), la cadena de custodia de las pruebas (al parecer, Frontela habría guardado algunas de ellas hasta el momento del juicio) y, en suma, la acumulación de "chapuzas", que unidas a las carencias de la época en términos de tests y bases de datos de ADN, ha hecho que sea casi imposible extractar nueva información que nos lleve a la verdad.

Así, con tantas dificultades, el documental es incapaz de realizar un recorrido claro por los hechos probados, en esencia porque son pocos, de modo que va saltando en el calendario de un momento a otro, reincidiendo en duplicar y triplicar las mismas imágenes y audios. Sí es cierto que recoge muchos testimonios de personas directamente relacionadas con el caso (testigos, forenses, guardias civiles, periodistas, familiares, etc.) y durante buena parte del metraje sigue el punto de vista de Fernando García, el padre de Miriam, una de las víctimas.

Pero entra pronto en el terreno de la especulación, dedicando incluso un episodio entero a las teorías que se suscitaron a lo largo de los años y que concluyeron con la acusación, por parte Fernando García y Juan Ignacio Blanco, hacia Alfonso Calvé, Luis Solana, José Luis Bermúdez, Carlos Solá y Francisco Laína como participantes en una especie de orgía sexual ritualizada a la que se fueron añadiendo nuevos detalles rocambolescos como prácticas antropofágicas y hasta satánicas que habrían sido recogidas en una snuff movie, cuya existencia nunca ha podido ser demostrada y de la que se hablaba en Esta noche cruzamos el Mississipi, el programa presentado por Pepe Navarro de madrugada en Telecinco.

Es evidente que ese material tenía que estar en el documental, pero no se aporta ningún dato que lo refrende y, a pesar de que pretende dejar las conclusiones abiertas para que sea el espectador quien juzgue, la verdad es que le da pocos elementos para hacer una valoración. El documental no defiende una tesis, no indaga por tanto para demostrar nada, solo expone informaciones, a menudo contradictorias y las va alimentando periódicamente. ¿Es Blanco un estafador o tiene un as en la manga como considera Fernando García? ¿Saldrá alguna vez a la luz alguna prueba o documento que pruebe las atrocidades que denunciaron públicamente? ¿De tenerlas habrían pagado las multas e indemnizaciones impuestas por calumnias?

El caso Alcasser
Netflix

Llegados a este punto, El caso Alcàsser, que en realidad tendría que haberse titulado Las repercusiones del caso Alcàsser para hacer honor a la materia de la que trata, se salta un capítulo realmente interesante, que es el de los intereses políticos soterrados. Mientras García y Blanco seguían haciendo declaraciones en el Canal 9 de Valencia, diferentes medios escritos salieron en defensa de los acusados culpando al ginecólogo Ángel Sopeña y al empresario José Moisés Domínguez de haber urdido un montaje contra ellos para implicar al "clan de la Moraleja" en el crimen: un grupo de políticos y adinerados empresarios que estaría siendo víctima de sus exsocios. Es todo tan retorcido y está tan cogido con pinzas que da que pensar...

Como en el caso de La desaparición de Madeleine McCann, otro de los documentales de Netflix, tenemos más dudas que certezas cuando termina la emisión: hemos dado muchas vueltas en círculo y lo relevante, lo confirmado, lo inapelable se nos sigue escamoteando.

Solo cuando quedan apenas unos minutos llega la reflexión, que debería ser la que realmente nos hiciera llevarnos las manos a la cabeza (y haberse extendido al menos a lo largo de un capítulo entero): que este crimen como tantos otros, es un caso de violencia de género y que el tratamiento informativo que se le dio fue amarillista y lamentable, sobre todo para los familiares de las víctimas, que desde el primer instante tuvieron que hacer frente a una intromisión en su intimidad pavorosa. Al igual que hemos visto en otros documentales como Leaving Neverland, no sabemos qué monstruos se ocultan en las sombras, pero sí los que están a la luz y, por desgracia, nos queda mucho por aprender aún porque los juicios paralelos y los titulares copados por sucesos morbosos siguen siendo el pan de cada día. Y mientras tanto seguimos enterrando a mujeres que han sido privadas de su libertad, forzadas y asesinadas, en este caso sin que entren siquiera en las estadísticas correspondientes aunque no falten en los matinales morbosos. Es para hacérnoslo mirar.

VALORACIÓN:

La serie documental de Netflix pone el dardo en el tratamiento informativo de los asesinatos de Alcàsser con acierto, pero le cuesta horrores separar la paja del grano a la hora de reconstruir los hechos probados y realiza una tardía lectura de las implicaciones del caso en términos de violencia de género.

LO MEJOR:

El primer y el último episodio de la miniserie en los cuales se nos pone delante del espejo... ¿Hemos cambiado tanto en 26 años? Por desgracia, no.

LO PEOR:

El baile de fechas y el pábulo a las especulaciones indemostrables: hay mucho relleno en un documental que no sabe ir al grano en lo esencial.
Hobby

70

Bueno

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Etiquetas: Netflix