Crítica de Cats, la nueva adaptación del musical

Hay películas que resultan completamente indescriptibles y que nos ponen a prueba a los pobres críticos que tenemos que haceros llegar a los lectores qué ha supuesto para nosotros la experiencia de visionarlas. Haremos lo que podamos: Cats es fruto de una serie muy larga de malas decisiones. Encima, acuciada por las prisas... 

La primera de ellas es trasladar ahora este musical al cine. Hay que comenzar diciendo que no es precisamente uno de los mejor valorados, si nos atenemos a que no tiene un hilo narrativo fácil de seguir que le dé coherencia al conjunto. Recordemos que se basa en el compendio poético de TS Elliot "Old Possum's Books of Practical Cats" de 1939 y que, si bien es uno de los musicales que más tiempo ha estado en cartel en Broadway y en el West End londinense, no es tan asimilable al lenguaje cinematográfico.

Estrenado en el Teatro New London en 1981, estuvo en cartel durante 21 años. En 1983 ganó siete premios Tony, entre ellos el de Mejor Musical. Desde su estreno en Londres, el musical Cats ha recorrido el mundo y ha sido visto por más de 81 millones de espectadores en más de 50 países en 19 idiomas. Está considerado uno de los musicales más exitosos de todos los tiempos y la canción "Memory" entre una de las mejor valoradas, pero no hay ningún motivo especial que justifique ahora que se lance con tanta prisa esta adaptación (más allá de sacar algo de rédito extra de las fechas navideñas).

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La segunda de ellas es la traslación en sí misma. Estamos ante la cuarta adaptación de un musical del ecléctico Lloyd Webber tras Jesucristo Superstar (1973), Evita (1996) y El fantasma de la ópera (2004). Y, como la obra, la película de Cats también abarca diversos géneros musicales: pop, music hall, jazz, rock y añade notas de hip-hop, además de contar con himnos como "The Ad-Dressing of Cats" o baladas como la ya mencionada "Memory", que supone el punto álgido de la cinta (cuya magia se rompe porque no dejan a la actriz limpiarse los mocos, ¡ains!).

Hay que ser un genio para poner en pie semejante mezcla con una apuesta visual tan extrema... pero aquí el resultado es muy mejorable. Por un lado algunas canciones habrían requerido cierta actualización (suenan a organillo, muy muy ochenteras, en el mal sentido) y, por otra, un soplo de aire fresco también habría sido esencial: solo hay un tema inédito titulado "Beautiful Ghosts" compuesto por Webber y Taylor Swift e integrado en la trama.

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La tercera es la más obvia: el acabado visual de la película es desastroso. Tras un primer tráiler visto de la película, que por cierto daba entre terror y grima, se anunció que los efectos especiales realizados por computadora se iban a revisar. Hay cierta mejora respecto a ese primer momento, pero el resultado sigue siendo bastante malo, lo que parece derivarse de la falta de tiempo.

Resultado: Tom Hooper, el director, que ya contaba con una experiencia en el musical tras dirigir la maravillosa Los miserables y nunca estuvo conforme con el CGI deCats, ha dirigido un comunicado por medio de Universal a ciertos cines estadounidenses donde se anuncia que, a pesar de haberse estrenado ya (como un sonoro fracaso, por cierto), van a recibir una nueva copia optimizada. 

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Ojalá el único problema de la película fuera ese, pero por desgracia, no es así. Seguimos enumerando malas decisiones: no funciona el qué, ni el cómo, ni el cuándo, y además es tremendamente irregular. Comienza siendo una comedia involuntaria (es fácil reírse a carcajadas con momentos tan surrealistas como los de las ratas-niño o las cucarachas antropomorfas) para ponerse luego algo más seria pero seguir sin rumbo fijo. Tienes en pantalla un cuerpo de baile y unas voces magistrales y luego a veteranos como a Judi Dench en la versión femenina de Deuteronomy o a Ian McKellen como Gus peor dirigidos que nunca. De lo ridículo a lo solemne, de lo solemne a lo emotivo y de vuelta a lo ridículo con una de las rupturas de la cuarta pared más injustificadas e incómodas de la Historia del Cine.

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Y esto da mucha rabia porque hay talento delante y detrás de las cámaras: la debutante Francesca Hayward, protagonista de Cats, es la bailarina principal en The Royal Ballet y está acompañada por el actor y productor Robbie Fairchild, los bailarines de hip-hop Larry y Laurent Bourgeois conocidos como Les Twins, la bailarina Mette Towley, a la que hemos visto en vídeos musicales de Rihanna, o el cantante Bluey Robinson. Respecto al guión, es obra de Lee Hall, nominado al Oscar a Mejor guión original por Billy Elliot.

Pero entonces, ¿qué ha pasado? ¿Una mala planificación? ¿Falta de coherencia? ¿Plazos demasiado cortos para la entrega del material final? Es fácil deducir que un poco de todo. Depender menos del CGI habría resuelto muchos problemas pero no todos porque el guión es endeble y el apartado musical poco o nada innovador.

Queda en el terreno de lo injustificable lo repugnantes o sexualizados que resultan determinados planos de los gatos antropomorfos alimentándose de basura y lo escatológico a la par ridículo de algunos momentos en los que los intérpretes se frotan, gruñen o bufan como gatos y tantos otros planos-contraplanos en los que no parecen tener ni una sola pista de qué diantres están haciendo delante de la pantalla verde. Del raccord mejor ni hablamos, porque para qué.

Cats parece ser carnaza para los Razzie... de hecho, parece pensada para arrasar en los anti-Oscar... Como les sucede a los gatos cuando persiguen un ovillo de lana, la película te hipnotiza con su puesta en escena kitsch. Así que solo podemos despedirnos de la manera obvia. Con un "miau".