Crítica de Chucky temporada 2 - Muertes, drogas y lenguaje malsonante. ¡Bienvenido de vuelta, muñeco diabólico!

De los ocho episodios que componen la segunda temporada de Chucky, dos vieron la luz anoche en el canal SYFY: "Halloween II" y "Los pecadores son más divertidos". Rondando los 42 minutos de duración cada uno de ellos, nos devuelven justo lo que estábamos esperando: un humor muy gamberro, escenas gore, palabrotas y giros de guión loquísimos.

Así que, si ahora mismo tuviéramos que escoger la serie que está en la cima de la incorrección política, apuntaríamos con el dedo muy rápido a nuestro querido (y cabroncete) muñeco diabólico. En pocas palabras, la serie sigue siendo un cachondeo fabuloso que te saca las carcajadas y sabe seguir profundizando en su propia mitología.

Como bien recordareis, la primera temporada de Chucky nos dejaba con una gran intriga una vez que quedaba al descubierto el plan de Charles Lee Ray: Andy consiguió hacerse con el control del camión cargado con decenas de muñecos Good Guy peeeeero Tiffany terminó apuntándole con una pistola. Y hasta ahí podíamos leer.

La acción de Chucky 2 arranca justo en ese momento para resolver la situación de la forma más incierta: con Andy desaparecido (sin cadáver no nos vamos a tragar que ha muerto), con la muñeca Tiffany decapitada pero habitando en el cuerpo de Jennifer Tilly y un número indeterminado de chuckys puñeteros dispuestos a cobrarse las vidas de Jake, Devon, Lexy y la propia Tiff.

A partir de este momento, damos un salto de seis meses al futuro. Justo cuando parecía que el trío adolescente había dejado atrás su macabro pasado, es víctima de una nueva emboscada y acaban internados en un centro religioso católico muy estricto llamado "El hombre reencarnado".

Allí, el personal liderado por un sacerdote y algunas monjas van a tratar de limpiar el alma impía de estos pobres muchachos mientras ellos se enfrentan a los nuevos embates de Chucky a la par que Jake y Devon lidian con una relación sentimental vetada en el centro. 

El juguete es muy retorcido y ha ido preparando cuidadosamente un plan durante todo el tiempo que ha estado desaparecido para pillarlos a todos por sorpresa. Entre otras cosas, sigue en contacto con Nica Pierce, secuestrada por su amante después de que le cortara los brazos y las piernas.

Combo de diversión y espanto

La segunda temporada de Chucky tiene todos los ingredientes para agradar a los espectadores que disfrutaron de la primera pero también para embarcar a nuevos adeptos a las barbaridades descacharrantes que se dan cita en la serie. Como siempre, cada episodio arranca con un resumen del anterior, que es bastante útil cuando la emisión se sigue semana a semana.

Conscientes de que la serie necesitaba crecer, Don Mancini y sus colaboradores Mallory Westfall y Kim Garland han ampliado las miras introduciendo nuevos personajes y moviéndolos a emplazamientos más acordes a la ambientación que precisa la historia. El internado católico da mucho juego, tanto por el lado cómico como por el truculento, y también se le saca partido al uso de la tecnología.

Se incorporan a los arcos narrativos nuevos elementos de tensión, como un miembro de la policía que va tras los pies de la falsa Jennifer Tilly (es hilarante su vena metalingüística) o sus gemelos Glen y Glenda que, si atendemos al canon de las películas, fueron concebidos por medio de un "embarazo vudú" provocado por el esperma de Chucky. Van a dar juego. ¡Viva va la locura!

Si algo deja clara esta segunda temporada de Chucky es que no tiene techo conocido: va a poner toda la carne en el asador para hacernos reír a carcajadas gracias al particular ingenio de sus creadores y su mala baba.

Como a partir de esta semana SYFY irá mostrando un nuevo episodio cada jueves, la emisión se completará el 15 de diciembre. Nuestro consejo: no os la perdáis, os va a sorprender positivamente.