Crítica de Cómo me convertí en un superhéroe, ya en Netflix

A día de hoy el horizonte superheroico se ha estirado muchísimo más allá de los clásicos personajes de DC y Marvel que eran el nicho en el que los fans se movían hace veinte años. Tenemos múltiples puntos de vista sobre lo que podrían suponer las personas con poderes extraordinarios para la sociedad gracias a series y películas que han sabido explotar el tema desde perspectivas muy distintas: el drama, la comedia, la sátira, el terror...

The Boys, El vecino, The Umbrella Academy, Powers, Helstrom, El hijo, Cómo criar a un superhéroe, Orígenes secretos... Son solo algunos de los títulos que se nos ocurren an vuelapluma, pero la lista sería mucho más larga si quisiéramos ser exhaustivos. Han sido tantas las aproximaciones que se puede decir que el subgénero está diversificado en mil y una direcciones, lo cual es un síntoma de buena salud y de interés por parte de los espectadores. Hay productos audiovisuales para cada nicho de mercado: infantiles, juveniles, adultas y para todos los públicos.

Hoy vamos a hablaros de un título de origen francés que acaba de aterrizar en Netflix con el título Cómo me convertí en un superhéroe (Comment je suis devenu super-héros). Está basado en la novela homónima de Gérald Bronner y del guión se hace cargo él mismo junto a Cedric Anger, Melisa Godet, Charlotte Sanson y Douglas Attal, que ejerce asimismo de director de la película.

En el París de 2020 que nos presentan en la cinta los superhéroes están perfectamente integrados en la sociedad, al punto de que participan en campañas publicitarias y hacen una vida más o menos normal.

Sin embargo, no todo es un camino de rosas: también tienen sus propios problemas como enfermedades, problemas psicológicos y antagonistas poderosos. Hay quienes desean experimentar qué se siente al tener poderes sobrehumanos, lo que ha creado una especie de mercado negro de sustancias similares a drogas que permiten a las personas de a pie tener durante unos instantes los poderes de los superhéroes: lanzar llamas, causar ceguera, hacer uso de rayos... El problema es que para destilar ese elixir hay que "drenar" a quien los tiene.

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Tras un aparatoso accidente en el que hay varios heridos por quemaduras, el teniente Moreau es enviado a investigar. Él es el enlace de la policía con el grupo de superhéroes con el que tuvo en el pasado una estrecha colaboración, aunque en la actualidad está pasando por un importante bache personal. Las cosas cambiarán cuando su superior le imponga colaborar con Cécile Schaltzmann, una nueva recluta de la vieja escuela cuyos métodos chocarán de frente con los de Monte Carlo y Calixta, sus viejos amigos enmascarados.

Como decíamos en la introducción de esta crítica, hay una enorme proliferación de series y películas de esta temática, así que desmarcarse para despuntar no es fácil y estar a la altura del despliegue visual detrás de obras con un presupuesto muchísimo mayor, imposible.

El caso es que Cómo me convertí en un superhéroe salva bastante bien los muebles en este sentido al contar con un elenco simpático que tiene su química y unos efectos especiales resultones, algo ajustados pero correctos para mantener el tono.

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Cierto es que sobre todo en el tramo final tiene que tirar de algunos recursos para evitar disparar el presupuesto (es algo precipitado, puede tildarse incluso de facilón) y queda patente que los recursos son limitados, pero no se echa en falta nada que no esperásemos ver en una película de superhéroes: hay una trama interesante más apegada a la realidad que las de universos cinematográficos mastodónticos por todos conocidos y vocación de continuidad con una escena postcréditos que apunta a la aparición de una nueva superheroína en el futuro. 

Además arroja reflexiones acerca de cómo intercede lo extraordinario con lo cotidiano y las repercusiones que tiene en la vida de alguien excepcional algo tan común y tan corriente como el diagnóstico de una enfermedad o el trato con sus semejantes que no cuentan con sus mismas habilidades. No es una cinta ajena al humor, pero no se recrea en él en exceso, solo en su justa medida.

En resumidas cuentas, Cómo me convertí en un superhéroe se ve con facilidad, es una película simpática y tiene visos de que disfrutaremos de más aventuras de los superhéroes viendo sus siluetas recortadas sobre la Torre Eiffel. Oui, génial!