Crítica de Cuerpo escombro: buenas pretensiones, malos resultados

El verano es terreno fértil para la comedia, de ahí que sea el momento idóneo para el estreno de Cuerpo escombro. Después del éxito de películas como Campeones y Campeonex, se vuelve a poner el foco en las personas con discapacidad, en este caso, aquejadas de parálisis cerebral, que afecta en distinto grado a la movilidad de quienes la padecen y a las tareas cotidianas del día a día.

La finalidad de la película es valerse del humor para que la audiencia se ponga en la piel de cualquier miembro del colectivo, de forma que los espectadores se vean impelidos a pensar en cómo se sentirían ellos en la misma situación. Toda una serie de dificultades que pueden pasar desapercibidas para aquellos que no lidiamos con barreras arquitectónicas y prejuicios sociales a diario.

El trasfondo de la película es bueno y sus intenciones también. La simple presencia de Juan Manuel Montilla, "El Langui", siempre dado a reírse de sí mismo y su situación, le quiere aportar un plus a la historia. De hecho, su participación en la película es uno de los grandes aciertos, junto con el talento como cómico de Ernesto Sevilla, que derrocha desparpajo.

Sin embargo, Cuerpo escombro no siempre consigue su objetivo: los gags están planteados como una comedia de situación, buscando retorcer la realidad para buscar la carcajada, pero en muchas ocasiones, el guión se pasa de frenada. Es el caso por ejemplo del papel que le toca defender a María Hervás (Machos alfa). Ella es graciosa de por sí, pero sus líneas de diálogo son terribles.

¿De qué trata la peli? 

Cuerpo escombro nos presenta a Javi, un brillante informático que ha estado trabajando en el desarrollo del un robot-mayordomo para ser implementado en cadenas hoteleras. Todos los ahorros familiares han ido a parar a su proyecto, pero el día de su presentación el sistema colapsa al ser incapaz de atender las necesidades de un cliente en silla de ruedas.

Antes de reconocer su estrepitoso fracaso, su hermano Fermín le propone enviar a sus padres de viaje y buscar un trabajo con el que solventar al menos parte de la deuda pendiente. Pero el mercado laboral ofrece pocas oportunidades: Javi siente que se le cierran todas las puertas tras varios procesos de selección en los que es descartado, a veces sin ningún tipo de explicación.

Fermín, no obstante, es un caradura de cuidado y le propone que añada a su curriculum lo que le falta para obtener un puesto: una discapacidad. De este modo, termina fingiendo una parálisis cerebral.

A pesar de su comportamiento poco ético, consigue un puesto de trabajo en una empresa en la que todos tienen una gran conciencia social y que busca mejorar las condiciones de vida de las personas con movilidad reducida ya sea creando vehículos adaptados o exoesqueletos para que puedan caminar erguidos.

El problema es que su jefa, una mujer comprometida y afable, se enamora de él y decide hacerle más fácil la vida, adaptando su vivienda (en realidad, la de sus padres) a sus supuestas necesidades. 

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Una comedia romántica con moralina 

Curro Velázquez, guionista de series de éxito como Periodistas, Los Serrano o Los hombres de Paco, vuelve a incursionar en el largo después de La familia Benetón, que se llevó una buena zotaina por parte de la crítica.

El problema era el mismo que el de la cinta que nos ocupa: un sentido del humor bastante cuestionable que no va a enganchar a todo el mundo y, en esta ocasión, además, un protagonista que tira de sus dotes de mimo pero no termina de ser demasiado simpático o despertar la empatía que se le presupone.

Dani Rovira se esmera, pero es su compañera, la actriz mexicana Cassandra Ciangherotti la que despierta algo más de interés con un personaje muy humano.

A la película le habría hecho mucho bien abrazar el humor negro y sin ambages antes que meterse de lleno en una melosa comedia romántica llena de lugares comunes y tópicos de género. En el lado positivo, nos devuelve a una generación de cómicos entre los que destacan Tito Valverde, Marta Fernández Muro o el ubicuo Antonio Resines, que no se pierde una.

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