Crítica de Donde la verdad se esconde, una terrorífica película tailandesa de Netflix

Si el nombre de Wisit Sasanatieng no os decía nada, no os preocupéis, porque después de ver Donde la verdad se esconde os va a seguir sin dejar marca. Creemos que no hay ni una sola cosa de la última película de Sasanatieng que se pueda salvar, pero para poner un poco de orden, mejor empecemos por el principio.

Donde la verdad se esconde se ha estrenado en Netflix este 2 de diciembre. La plataforma, siempre muy versátil a la hora de dejarte consumir el contenido a tu gusto, en este caso nos permite ver la película en versión original en tailandés con subtítulos o en español latinoamericano -además de en inglés y en portugués-, pero desde aquí ya vemos una declaración de intenciones. 

Su segundo punto negativo viene dado por una duración de más de dos insufribles horas, que se alargan con sus giritos de guion pertinentes para que cuando pienses que la cosa por fin se está terminando todavía descubras que le quedan 20 minutos más. Pero habíamos dicho que empezaríamos por el principio y esto es ya el final.

“En este mundo hay tres cosas que no pueden ocultarse: el sol, la luna y... la verdad”, así empieza la película, ajena a las nubes y a los eclipses. Tras esta contundente introducción, siguiendo el recorrido de un agujero en la pared con algunos flashforwards, la cinta se anuncia como un telefilm en toda regla. 

Ya con sus créditos iniciales Donde la verdad se esconde nos remite a las mejores series de los últimos años que utilizan galerías de imágenes esculpidas en 3D para hacernos un recorrido virtual entre luces de neón por las tragedias que vamos a presenciar. Pero tras los créditos, el asunto sigue sin mejorar.

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¿Quieres pasar miedo?

Tenemos de protagonistas a dos hermanos que podrían ser los estereotipos de una película americana, con la chica siendo una animadora en el instituto y el chico un aficionado a los videojuegos. Con el pequeño hándicap de que el hermano está cojo, para que siempre que sospechemos que haya necesidad de correr, también sospechemos que habrá problemas.

Pronto, los hermanos verán sus vidas alteradas cuando su madre sufra un accidente de tráfico que la deje en coma. Esa noche lluviosa se presentará un señor en la casa de los hermanos diciendo ser su abuelo, para darles la mala noticia e invitarlos a que se queden con él y con su abuela hasta que su madre se recupere.

Pero la casa tiene algo muy peculiar: un sospechoso agujero en la pared que sólo pueden ver los nietos y que conecta con una extraña visión en penumbra.

Ya que hemos entrado a en materia de iluminación, no está de más comentar que la iluminación en la película no tiene mayor función dramática que la de indicar cuándo un escenario está iluminado y cuándo no. Una iluminación muy plana, que siempre nos permite verlo todo, que se empeña en reiterar -aunque ya lo sepamos- que estamos ante un telefilm.

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La casa, junto a los abuelos, se convierte en el eje central de la película, en ese elemento forzadamente misterioso que ha de ser resuelto. Así, en el planteamiento de la película que juega a los abuelos pasados de rosca como en La Visita, ya tenemos todas las preguntas sobre la mesa.

¿Son realmente los abuelos de la familia?, ¿qué esconde la casa? ¡Y la respuesta es que nos da absolutamente lo mismo! Este debería ser el punto de la trama en el que la película de misterio empiece a captar tu atención, en el que te intrigue, pero las sobreactuaciones de todos sus protagonistas y los lugares comunes hacen que pierdas completamente el interés por su desarrollo.

Que los personajes no evolucionen y sean arquetípicos podría no ser un problema si Donde la verdad se esconde aprovechara esta decisión para potenciar el terror y que no nos despistásemos con nimiedades como querer una historia. Por el contrario, su trama de suspense es tan básica que unos malos personajes no hacen sino empeorarla.

Es más, la película no quiere que te pierdas. Quiere que sepas en todo momento cuándo debes tener miedo, cuándo la situación es comprometida para sus personajes. Pero su forma tan evidente de decírnoslo resulta insultante. 

Al principio de Donde la verdad se esconde, la cámara hace un plano aberrante, la música cambia de tono bruscamente y el amigo del hermano anuncia que va a subir las escaleras para ver a su hermana. Esto es sólo un ejemplo, pero todo el metraje está construido de esta manera tan pobre, gritándote por todas partes que la chica va a ser acosada por si no te habías dado cuenta.

Para cuando la historia quiere dar esos giros curiosos y darte una explicación ya es demasiado tarde, ya te has puesto a mirar el móvil. Si hubiera durado menos igual se habría salvado, igual no. No te preocupes, Donde la verdad se escondeno te va a quitar el sueño y no vas a empezar a temer agujeros invisibles de las paredes.