Crítica de Ellas hablan, un ejercicio de imaginación femenina emocionante y cautivador

Algunas de las mejores interpretaciones femeninas de cuantas hemos visto en los últimos meses, están en Ellas hablan. Fundamentalmente porque la película nos cuenta la historia de un grupo de mujeres a través de las cuales podemos comprender puntos de vista distintos respecto a la misma cuestión así que su individualización, su idiosincrasia y su reacción a la violencia son distintas.

Ellas son las protagonistas, ellas son las que toman, quizás por primera vez, decisiones sobre sus vidas y ellas son las que levantan un guión, por lo demás, con frases que son dignas de ser enmarcadas. 

El origen de Ellas hablan es la novela de Miriam Toews, quien coescribe el guión junto a la directora Sarah Polley y han contado con un elenco excepcional en el que brillan con luz propia las magníficas Claire Foy, Rooney Mara, Jessie Buckley, Sheila McCarthy o Frances McDormand, que queda en un segundo plano con un papel menor pero muy interesante.

La historia nos lleva a conocer a las mujeres de la colonia menonita ficticia de Molotschna, que descubren que han sido sistemáticamente drogadas y violadas mientras dormían. Despertaban doloridas y sangrando pero quizás lo peor es que los ministros de su fe les aseguraban que o bien era producto de su exaltada imaginación femenina o bien obra del demonio, como castigo a sus pecados.

Los violadores, sin embargo, eran hombres de la propia colonia y a menudo familiares directos: hermanos, tíos o vecinos conducidos ante la justicia, aunque con un liviano castigo. 

Cuando descubren que serán liberados bajo fianza y regresarán a casa ocho de esas mujeres que padecieron abusos y violaciones deciden reunirse en secreto para tomar una decisión que determinará su futuro. ¿Qué deben hacer? ¿Perdonarlos, como pide el obispo Peters? ¿Responder a la violencia con más violencia plantándoles cara y luchando? ¿O marcharse para siempre?

Hay quien confunde el perdón con el permiso

Ellas hablan es una película muy sencilla a nivel de puesta en escena, incluso austera por razones obvias, pero de lo más estimulante en lo concerniente a la dirección de actores y sobre todo por el texto que defienden plagado de observaciones sobre la configuración de las relaciones entre hombres y mujeres y la necesidad de superar un heteropatriarcado opresor.

Se indaga en cuestiones como la defensa propia, el verdadero perdón, la validez del pacifismo, la diferencia que hay ente huir y marcharse o la importancia de la educación temprana de los jóvenes para prevenir conductas abusivas y construir sociedades libres de violencia hacia la mujer.

También hay una perspectiva religiosa del conflicto: las mujeres y el maestro del pueblo, excomulgado, por cierto, temen salirse de los preceptos de su fe pero necesitan compatibilizar sus creencias con algo tan básico como garantizar su seguridad y la de sus hijos, todo ello sin haber recibido una formación básica que les impide saber leer o escribir.

La capacidad que tiene el reparto, en el que tiene un rol excepcional el intérprete Ben Wishaw, para hacernos partícipes de la historia es fabulosa. Pero sin duda lo más reseñable sobre el desnudo emocional de cada una de estas mujeres, que tiene su propia historia y sus propios condicionantes, es comprenderlas a pesar de estar en ocasiones en polos opuestos.

Es más, la trascendencia de la historia va mucho más allá y puede servir también para comprender, en un marco mucho más global, el estado actual en el que se encuentra el feminismo cuyo fin no es otro que lograr la igualdad entre las personas y eliminar cualquier forma de discriminación o violencia contra las mujeres. Es decir, el mismo dilema al que se enfrentan ellas con un cronómetro en contra.

Ellas hablan es por tanto una película dura, difícil, muy discursiva, plagada de largos diálogos y tensos embates dialécticos, pero también muy esclarecedora y constructiva en su forma de mostrar cómo la sororidad, la educación desde el respeto, el cariño y la prevención tienen que estar en la base de cualquier sociedad saludable.

La colonia de Molotschna es ficticia, pero está basada en la de Manitoba de Bolivia donde ocho hombres fueron hallados culpables de anestesiar y violar a 151 mujeres y niñas con un potente anestésico tomado de la belladona. Esta afilada reflexión de qué habrían dicho ellas, pone el foco en las víctimas y les la da voz que no tuvieron.

Es casi un mal chiste que la película solo opte a dos Óscar: mejor película y mejor guión adaptado. Sin opciones en el apartado más potente de la producción como son sus actrices.