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Crítica de Érase una vez en... Hollywood, la última película de Tarantino

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Érase una vez en Hollywood
Quentin Tarantino nos remite al final de los años 60 en Érase una vez en... Hollywood con Leonardo DiCaprio, Brad Pitt y Margot Robbie en el rol de Sharon Tate. La película llega a los cines el 15 de agosto de 2019.

Que Quentin Tarantino estrene una película es, en sí mismo, un acontecimiento cinematográfico, ya sea por las polémicas que preceden a dichos lanzamientos o bien por lo que alimenta la idea de que la próxima película podría ser la última de su filmografía. Parece que se nos acaba su cine y por eso hay que atesorarlo bien porque si hay algo que está claro es que es un director singular, amante de su trabajo y apasionado de su propio universo personal.

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En plena campaña de promoción de Érase una vez en... Hollywood, ya nos ronda a todos la idea de una "Pulp Fiction" espacial como próximo episodio de Star Trek pero también han saltado los primeros rumores sobre la posibilidad de que ruede en algún momento Kill Bill 3. ¿Está pasando por un periodo de crisis que le lleva a autocitarse? Al menos, da esa sensación... Y no nos salen las cuentas: si pensaba retirarse tras su décima película y ésta es la novena, dos más no cuadran.

Seamos sinceros, cuando vamos al cine a ver una de sus películas, "queremos" que nos guste. Hay una predisposición a que todo lo que filme el hombre detrás de Reservoir Dogs, Django desencandenado o Malditos bastardos, nos apasione tanto o más que su trabajo anterior. Buscamos excusas para justificar sus defectos y nos amparamos en sus aciertos para exonerarlo de sus excesos.

En esta ocasión, de nuevo, el metraje se le va a los 161 minutos, como ya le sucediera conLos odiosos ocho... Pero, ¿cuál es la historia que nos cuenta? ¿Necesitaba tanto tiempo para desarrollarla? ¿Emociona de verdad?

Érase una vez que se era...

... una extraña pareja, unida por una sólida amistad forjada a lo largo de los años. A medida que el panorama empieza a cambiar en Hollywood, la Meca del cine, Rick Dalton (Leonardo DiCaprio), un actor en decadencia, y su doble Cliff Booth (Brad Pitt) tienen que intentar amoldarse a la situación. El empresario Marvin Schwarzs intenta hacerles ver que necesitan hacerse ver en otro tipo de producciones para poder prosperar, de modo que emprenden una nueva aventura juntos.

Sin embargo, en la soleada ciudad de Los Ángeles nada parece presagiar que se avecina una oleada de violencia inaudita de la mano de los seguidores de Charles Manson, una enfermiza comunidad de seguidores extremistas.

Si dejamos de lado lo más obvio: que Brad Pitt jamás podría ser el doble de Leonardo DiCaprio porque se parecen lo que el huevo a la castaña (hasta es necesario falsear los planos en los que ambos están de frente para que no se note tanto), lo cierto es que Érase una vez en... Hollywood tiene un grave problema de montaje. Funciona muy bien como buddy movie desarrollando la relación de amistad que va más allá de lo profesional entre los dos protagonistas y como homenaje al cine que tanto adora Tarantino, pero no puede evitar crear un álbum de cromos que no encuentra mayor trascendencia más allá de contener sus filias cinéfilas y musicales.

La parte más conmovedora es aquella en la que Rick Dalton se permite probar cosas nuevas, improvisar y hasta sobreactuar para superarse y encontrar un nuevo registro (aquí ya Tarantino no sea adueña de los códigos del spaguetti western como hiciera en Django, sino que directamente se parapeta tras la cámara para imitar el modus operandi de genios como "los Sergios" italianos Corbucci, Leone y Sollima).

Sin embargo, Tarantino se las ingenia para que el corazón de la historia, la evolución de ese actor que se busca a sí mismo más allá del departamento estanco de villano prescindible en el que le han encasillado las cadenas de televisión y las producciones de cine que lo usan como reclamo, quede opacado por la anécdota: la tragedia que acabó con "la inocencia de Hollywood" si es que somos tan ingenuos como para creer que eso existió alguna vez. Y el fetiche encarnado es Sharon Tate, la joven actriz y esposa de Roman Polanski, interpretada por una minusvalorada Margot Robbie, relegada a un papel en el que apenas la oímos hablar.

No es la única de la que esperábamos más, a decir verdad la película está cuajada de talentos de los que apenas podemos disfrutar (¡en una película de 161 minutos!). Desde Bruce Dern, Dakota Fanning, Kurt Russell, Timothy Olyphant, Damian Lewis, Scoot McNairy, Maya Hawke… Hasta el difunto Luke Perry. Y es que la película está totalmente descompensada: a pesar de desarrollar dos historias independientes, se entendía que en algún momento se unirían de una forma coherente, pero en lugar de esto encontramos un desenfreno final que retuerce la realidad a su antojo frivolizando acerca de algo demasiado serio como para tomarlo tan a la ligera. La voluntad es hacer "justicia fílmica" si se quiere decir así, pero el resultado, bien pensado, es hasta retorcido y morboso dado que es un McGuffin de manual. Utiliza un hecho macabro para generar expectación, algo moralmente reprobable que deja mal sabor de boca, por más que busque el subterfugio del humor para evitar la reprimenda. 

Érase una vez en... Hollywood se resuelve con mal chiste, en suma, que nos lleva a las clásicas secuencias ultraviolentas de Tarantino... rompiendo con el tono del resto de la película, que, aunque tiene sus chascarrillos (el muy criticado y con razón "momento Bruce Lee", los rodajes del protagonista, su periplo por Roma, etc.), alberga más drama intimista que otras obras suyas. Se echa de menos hasta un mejor desarrollo de los diálogos, algo inaudito en una de sus cintas.

Quizás lo peor de es la cantidad de relleno que alberga. Aunque Tarantino se esfuerza por crear un documento sobre la forma en la que funcionaba la industria en la época, la idiosincrasia de los estudios y la autopercepción de los propios intérpretes, obligados a reinventarse (por no hablar de los stuntmen, muy por debajo de ellos), es casi imposible decir de qué va la película a su finalización porque básicamente no tiene un argumento definido más allá de realizar ese homenaje a los días en los que todos querían ser como James Coburn fumando cigarrillos sin filtro.

Ahí quedan los dinners, los hippies haciendo auto-stop, las amplias avenidas recorridas en cochazos de lujo y los cines con sus anuncios luminosos y sus carteles pintados. Testimonio de un pasado glorificado de forma artificial y casi pueril que pasa por encima de uno de los crímenes más espantosos que han sacudido los cimientos de Hollywood sin profundizar en el meollo de la cuestión ni las implicaciones que tuvo para la propia industria. Qué ocasión perdida.

VALORACIÓN:

El último trabajo de Tarantino recoge todas sus filias cinematográficas derrochando amor por el cine pero no consigue hacer cuajar dos historias inconexas y desarrolladas de forma deficiente. Termina apelando al corazón del espectador sin éxito siendo una de sus películas más endebles.

LO MEJOR:

La buena química que hay entre DiCaprio y Brad Pitt y la forma en la que honra el trabajo de los actores mientras homenajea al spaghetti western.

LO PEOR:

La frivolidad con la que reescribe la historia, el montaje y los secundarios extraordinarios desperdiciados como Scoot McNairy, Dakota Fanning....
Hobby

65

Aceptable

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