Crítica de Falling, el debut en la dirección de Viggo Mortensen

Era cuestión de tiempo que Viggo Mortensen se situara detrás de la cámara para dirigir su propia historia. El actor, nominado a un Oscar que se le resiste, aunque no por falta de talento, hasta en tres ocasiones por peliculones como Promesas del Este, Captain Fantastic y Green Book, debuta como guionista y director con Falling, un drama familiar complejo y muy melancólico en el que teje una maraña de relaciones que van evolucionando desde la infancia de un niño hasta su adultez.

La película gira en torno a John Petersen, un hombre que vive felizmente con su pareja y su hija adoptiva en el sur de California.

Su paz se ve alterada cuando Willis, padre de John, un hombre particularmente difícil e indomable, decide vender su granja y establecerse en su casa mientras busca un sitio en Los Ángeles donde pasar el resto de sus días.

La presencia de Willis, un hombre octogenario conservador y reaccionario, choca bastante con el estilo de vida del matrimonio homosexual así como con sus nietos.

Por si esto fuera poco, el padre de John comienza a mostrar síntomas de demencia senil, perdiendo poco a poco la cordura y acentuándose así su marcado carácter que le lleva a tener raptos violentos y a perderse en sus memorias. La tensión hará que afloren viejas rencillas y heridas que no habían terminado de cicatrizar, relativas a la muerte de su madre y posteriormente de su madrastra, mujeres a las que Willis confunde en sus pensamientos.

Una de las principales virtudes de Falling es, como no podía ser de otra manera, la dirección de actores. La experiencia como intérprete de Mortensen juega a su favor a la hora de permitir al cuerpo interpretativo meterse en sus roles. En este sentido, la secuencias de mayor tensión familiar, resultan muy creíbles, con un salto generacional inmenso entre el anciano cascarrabias y él mismo o sus sobrinos, muy alejados de él en su forma de pensar y relacionarse.

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Falling - Galería de imágenes I (4 imágenes)

El clímax llega en una discusión entre ambos en una secuencia violenta en el terreno dialéctico y en la que llegan a las manos. Es verosímil y tiene fuerza gracias la transmutación de Lance Henriksen a quien recordaréis por su participación en películas como Blanco humano o Aliens: el regreso y que consigue meterse en la piel de un hombre fácilmente despreciable, pero con el que su hijo está condenado a entenderse. 

Falling es, como bien indica su título, el ocaso de su personaje, una caída en picado una vez que un hombre que siempre hizo lo que quiso no tiene más remedio que plegarse al imperativo de la edad: desde someterse a una colonoscopia hasta convivir con unos descendientes con los que no comparte ni un ideario de valores ni tan siquiera la más mínima noción de lo que es correcto o incorrecto.

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Falling - Galería de imágenes II (6 imágenes)

La senilidad termina de borrar los límites de la memoria haciendo que confunda sus pensamientos con la realidad y dejándose llevar en numerosas ocasiones por un estímulo puntual a tiempos pretéritos. Hay cierta poesía en esos pasajes, aunque también nos genere rechazo por la fuerte sexualización de esos recuerdos, algo también muy propio de los desórdenes derivados del desgaste neuronal.

Otra de las cosas que Viggo Mortensen refleja de una forma magistral es el distinto posicionamiento de cada uno de los personajes. La relación de cordialidad y afecto entre el anciano y su nieta es mucho más fácil que con su propio hijo, con quien además de compartir un pasado lleno de recuerdos dolorosos, tiene un enfrentamiento mucho más íntimo que se refleja en sus posicionamientos ideológicos.

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Con una sencilla puesta en escena y un elemento que sirve como leit motiv para reivindicar la paulatina independencia y la libertad como es el pato, primera pieza que se cobra un pequeño John en busca de la aceptación de su padre, que le enseña a cazar, y que adorna la granja de la que se emancipó para descubrirse a sí mismo, es obvio que este debut busca retratar una familia disfuncional en la que Laura Linney representa el papel de hija doliente pero incapaz de enfrentarse a la figura paterna de autoridad y Mortensen carga sobre sus hombros con la responsabilidad de pararle los pies, aunque le duela. ¡Hay relaciones paterno-filiales que son un infierno!

Falling no es una película fácil ni particularmente agradable, es un melodrama que reincide una y otra vez en las mismas ideas. De hecho, es también bastante maniquea a la hora de enfrentar el conservadurismo con el progresismo, pero sí que tiene la capacidad de reflejar el declive de un hombre al que la sociedad hizo sentir como Dios en la Tierra: la cúspide de la cadena alimenticia antes de convertirse en pasto de los gusanos.

No somos nadie, pero que a todos nos busque la parca mientras recordamos nuestros mejores momentos. Hora de parafrasear al gran Quino, que nos ha dejado recientemente, del que tomo prestada una famosa cita: "La vida debería ser al revés; se debería empezar muriendo y así ese trauma está superado; luego te despiertas en una residencia mejorando día a día… después te echan de la residencia porque ya estás bien, y lo primero que haces es ¡cobrar tu pensión! Luego en tu primer día de trabajo te dan un reloj de oro… Trabajas 40 años hasta que seas lo bastante joven como para disfrutar de tu retiro laboral; entonces vas de fiesta en fiesta, bebes, practicas el sexo y te preparas para empezar a estudiar. Luego empiezas el colegio, jugando con tus amigos sin ningún tipo de obligación, hasta que seas bebé. Y te pasas los últimos nueve meses flotando tranquilo, con calefacción central, servicio de habitaciones, etc. ¡Y al final abandonas este mundo en un gran orgasmo!”.