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Crítica de Jóvenes y Brujas, la secuela de la icónica película de brujería

Jóvenes y brujas
Foto del redactor Daniel QuesadaFoto del redactor Daniel Quesada
La película Jóvenes y brujas recibe una secuela con el mismo título, pero nuevas protagonistas. Blumhouse nos presenta la brujería que se lleva en el siglo XXI.

En los años 90, la identidad juvenil intentaba reinventarse desde diferentes perspectivas y una película como Jóvenes y brujas supo captar, en 1996, la esencia de aquellos que se sienten diferentes a la media y no por ello deben sentirse inferiores. Hizo que la brujería fuera algo cool y moderno, dos décadas antes de que Las escalofriantes aventuras de Sabrina diera una nueva vuelta de tuerca a la idea. Ahora, una segunda película (llamada The Craft Legacy en EEUU y, simplemente, Jóvenes y brujas en España) regresa a ese universo con un nuevo plantel de chicas con poderes.

La protagonista de la historia es Lily (Cailee Spaeny, que os sonará de Pacific Rim: Insurrección), una chica introvertida que llega a una nueva ciudad junto a su madre, para vivir con su nuevo padrastro y hermanastros. Para su desgracia, todos ellos son muy hostiles y la ponen contra las cuerdas con sus provocaciones. Sin embargo, en el instituto coincide con tres chicas que le confiesan que practican la brujería pero que, para poder dar rienda suelta a sus poderes, necesitan una cuarta bruja en el aquelarre. Y ella parece tener sus mismas habilidades...

Así las cosas, se va desarrollando una historia con tintes de drama adolescente, algo de fantasía y, ya cerca de su final, pequeñas pinceladas de terror. En cualquier caso, el grueso de Jóvenes y brujas gira en torno a dos mensajes: por un lado, que no pasa nada porque seas diferente al resto y, de hecho, ahí puede radicar tu fuerza. Por otro, que hay que saber medir tus capacidades para no herir a los que te rodean.

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El problema es que, por encima de esas moralejas, hay un retrato bastante superficial y maniqueo de la vida juvenil y de la dicotomía entre la femineidad y la masculinidad. Las chicas son pizpiretas y disfrutan de sus cualidades únicas, mientras que los hombres hacen gala constantemente de una masculinidad tóxica y están siempre obsesionados con humillar y someter el prójimo. Esto está especialmente representado en el padrastro de Lily, Adam (interpretado por David Duchovny, el mismísimo Mulder de Expediente X), que es un "coach" centrado en que el hombre tiene que ser inflexible y autoritario al máximo para defender su poder. Por cierto, la madre es Michelle Monaghan, Julia en las películas de Misión Imposible.

No lo decimos porque la nueva película de Jóvenes y brujas deba educar a la chavalería y lo esté haciendo mal (no es ese el propósito del cine) sino porque, simplemente, esta forma de presentar a los personajes hace que la película sea demasiado simple y, por tanto, no genere interés. Todos los personajes, incluidos los femeninos, están presentados a matacaballo, a toda prisa, como si los productores hubieran dicho que había que embutirlo todo en menos de 100 minutos (la película dura 97) y no hubiera tiempo para explicar quién es quién o sus motivaciones.

Lo mismo sucede con los propios acontecimientos: las brujas comienzan a desarrollar sus poderes de golpe y porrazo y se nos muestran habilidades increíbles (¡dedos llameantes! ¡levitación!) en un rápido carrusel de unos segundos, como si nos dijeran "venga, ahora ya sabéis que son superpoderosas, pasemos a otra cosa, que no tenemos todo el día".

Jóvenes y brujas

De hecho, no una explicación acerca de por qué unas adolescentes pueden llegar a tener esas habilidades, más allá de que "forma parte de su linaje": no se establecen límites claros, ni procesos que han de seguir (solo se deja claro que los poderes se "activan" con la primera menstruación, como símbolo de que ya son mujeres y, claro, como metáfora de que a partir de ahí han de "enfrentarse" al mundo adulto), por lo que el cuarteto de brujas protagonista no llega a presentarnos personalidades diferenciadas que las hagan interesantes.

En cualquier caso, hay que dejar claro que la mayoría del tiempo estamos ante una especie de drama teen con pequeños toques de aventura paranormal. No esperéis pasar nada de miedo salvo en una escena absolutamente tramposa y prescindible, que no entendemos qué aporta, más allá de "cumplir con el expediente" de colar algo de terror. De nuevo, recuerda a la fórmula de Las escalofriantes aventuras de Sabrina, solo que esa serie ha tenido varios episodios para desarrollar personajes y jugar con sus distantes vertientes y aquí todo está embutido en una película de consumo rápido.

Jóvenes y brujas

Jóvenes y brujas acaba en un clímax realmente precipitado y, visualmente, algo descafeinado, tras cuyo epílogo se dan ciertas esperanzas de que este universo pueda crecer de una forma más atractiva. Y es una pena, porque los ingredientes de brujería, misterio y mitología pagana podrían dar mucho de sí. Quizá el público más joven pueda sentirse identificado con algunos personajes y disfrute más de las hipérboles que se representan en este mundo mágico, pero está claro que la directora Zoe Lister-Jones ha firmado una película más obsesionada con cumplir una "agenda" moderna que en construir una historia atractiva de verdad.

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VALORACIÓN:

Se agradece el intento de modernizar la historia original y lanzar un mensaje positivo, pero el resultado es muy superficial tanto en su fondo como en su forma.

LO MEJOR:

Ciertas capas del mensaje en torno a que no hay nada malo en ser diferente.

LO PEOR:

El retrato de brocha gorda sobre la masculinidad y la poca efectividad a la hora de ofrecer miedo o acción.
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