Crítica de El legado: un drama de empoderamiento femenino con tintes góticos

Si te gustan las historias de misterio atmosféricas en las que se mezclan lirismo y drama, entonces El legado es para ti. Se trata de la nueva película de la directora Lisa Mulcahy con quien hemos podido charlar recientemente sobre su trabajo, a quien deberías tener en el radar por sus trabajos en cine y en televisión. Fue una de las artífices de Years and Years, El turista o Sanctuary.

El punto de partida de esta historia, titulada en versión original de una forma mucho más enigmática, Lies We Tell ("Las mentiras que contamos"), es la novela de 1864 "El tío Silas" de Joseph Sheridan Le Fanu.

La debutante guionista Elisabeth Gooch no hace una traslación lineal, sino que reescribe el viaje emocional de la protagonista, una joven heredera que queda huérfana en una remota finca de Irlanda.

Verdades y mentiras

Maud pronto se encuentra atrapada en una situación difícil: le quedan tres años para alcanzar la mayoría de edad y la muerte de su padre la obliga quedar bajo la tutela de un familiar. En su caso, un desconocido tío, que carga con una dudosa reputación y que se introduce en su hogar con sus hijos Edward y Emily además de una institutriz francesa envarada.

Aunque al principio Maud cree que podrá aliviar su soledad y aprender sobre los usos y costumbres del exterior, pronto se da cuenta de que las intenciones de su tío Silas respecto a ella son preocupantes. Sospechoso de asesinato y libertino consumado, se convierte en su fideicomisario para su desgracia, lo que hará que ponga toda su energía en liberarse de ese yugo... y mantenerse viva.

El legado es una película pequeña: una producción modesta que le saca todo el rendimiento posible a sus ingredientes principales. Estos son, por este orden: las interpretaciones principales, las localizaciones de rodaje (y condiciones de iluminación derivadas) y los diálogos, a menudo afilados a más no poder.

Tengamos en cuenta que el guión no sirve solo de base a la acción que vemos en pantalla sino también a poner en pie la relación entre los personajes y el paulatino desgaste que se produce y que va pervirtiendo las convenciones sociales hasta convertirse en un ataque de frente.

La elección de los espacios es una de las decisiones más inteligentes que hay tras el rodaje de El legado: Verdaderamente la hacienda es un personaje más, que nos permite respirar el aire de la época victoriana al recorrer sus pasillos, visitar sus enigmáticos exteriores y, en suma, sumergirnos en el ambiente propicio para que se desarrolle la historia de forma creíble.

Respecto a las interpretaciones, Agnes O'Casey brilla con luz propia en un papel bien difícil, dado que su personaje "cae mal" desde el principio con su altanería y no es hasta el momento en el que la vemos sufrir de veras cuando empezamos a empatizar con ella y acompañarla en su viaje de supervivencia y autodescubrimiento. Un paso a la madurez truncado por la tragedia.

La puesta en escena es sobria, pero sabe aprovechar cada detalle para darle empaque a las secuencias en las que se produce un in crescendo emocional bien medido.

Hay varios giros de guión al final de la trama que hacen que la historia quede enriquecida y siga siendo fiel a la cronología, pero con lecturas que resultan actuales y que vienen a subrayar la idea de que todos tenemos que tener la fortaleza de espíritu de reclamar y pelear por lo que nos corresponde.

Y romper ese legado, esa herencia envenenada, en este caso maldita, que nos ata a un pasado que hay que dejar marchar para poder avanzar.