Jugando en una liga similar a la de Tiempo (Old), llega a las carteleras Llaman a la puerta (Knock at the Cabin), una nueva adaptación literaria de la mano de M. Night Shyamalan, en este caso de la novela de 2018 de Paul Tremblay "La cabaña del fin del mundo" y contando con otros dos guionistas: Steve Desmond y Michael Sherman, prácticamente desconocidos.

Pero, aunque hayáis leído la novela, la película va a conseguir sorprenderos porque, si bien adapta de forma razonablemente fiel la mayor parte de los eventos narrados, a partir de un determinado punto, cuando enfila el final, comienza a diverger de forma notable de la letra impresa.

¿De qué trata Llaman a la puerta?

Ésta es una pregunta difícil de responder en dos líneas, porque Llaman a la puerta explora muchos conflictos distintos: algunos de carácter global, otros mucho más íntimos.

De primeras nos presenta a Wen, una niña que se entretiene atrapando saltamontes a los que observa con verdadera inquietud científica mientras disfruta de unas relajadas vacaciones con sus padres adoptivos: Eric y Andrew.

Por las inmediaciones hace acto de presencia un hombre enorme que se presenta ante la niña como Leonard. Él le explica que siente mucho pesar por lo que ha ido a hacer hasta allí y que tiene que avisar a sus padres para que le hagan caso. La niña huye despavorida para refugiarse dentro de la cabaña, sobre todo cuando ve que otros tres individuos armados se dirigen hacia ella.

Eric y Andrew tratan de protegerla pero la voluntad de los cuatro asaltantes por irrumpir en la cabaña es firme. Lo que parece un allanamiento de morada violento pronto se convierte en algo más: el preludio para que se desate el Apocalipsis, algo que al parecer solo esa familia puede detener haciendo un sacrificio imposible.

Lo divino y lo humano

El argumento de Llaman a la puerta nos remite a uno de los dilemas éticos más básicos: ¿sacrificarías a un individuo a cambio de salvar al resto del mundo? ¿Qué criterios seguirías para decidir quién debe ser la persona sacrificada?

En ese sentido, como punto de partida, el argumento es muy sencillo pero no por ello menos inquietante. De hecho, quien no haya tenido acceso a la novela antes de ir al cine, ira sorprendiéndose cada vez más con la deriva de los acontecimientos que hará dudar a los protagonistas de su sistema de creencias y sus ideas preconcebidas.

Podría tratarse de una narración muy teatral si nos atenemos al hecho de que tenemos a pocos personajes encerrados en una única localización si no fuera porque a Shyamalan le gusta mover la cámara entre los personajes y busca muchos primeros planos con los que ir haciendo la historia progresivamente más y más asfixiante.

Y a ello le suma el elemento diferenciador de la película (y mucho más emotivo que en el libro): el desarrollo mediante flash-backs de la relación de los protagonistas y su amor incondicional por su hija adoptada.

Respecto a las interpretaciones, cobra especial fuerza el trabajo de Ben Aldridge y la pequeña Kristen Cui mientras que otros miembros del elenco se perciben algo más flojos como es el caso de Abby Quinn y Rupert Grint, además del esforzado Dave Bautista que se percibe como muy amenazador desde el principio, imposibilitando que haya dudas sobre su carácter hostil.

¿Es ésta una de las mejores películas de Shyamalan? Probablemente no: otras como La visita son mucho más eficientes, pero lo que queda claro es que se mueve mejor en producciones pequeñas y con presupuestos modestos que cuando tiene a su disposición muchos recursos.

Centrarse en los personajes y en sus relaciones es una baza ganadora y al final, consigue ser muy emocionante (además de que da fe de lo que el propio Shyamalan nos contó cuando lo entrevistamos y afirmaba vivir un momento de madurez).

Por el camino eso sí, deja al espectador fuera de la reflexión que sí planteaba la novela que nos dejaba con la duda de si lo que había sucedido era el preludio de un Apocalipsis real o simplemente algo en lo que creía el dispar grupo de asaltantes.

En ese sentido, el final es demasiado cerrado y deja fuera al espectador que no podrá interpretar lo que ha visto si no es de una manera concreta... ¡Hasta hay un flash-forward para que no le quede un solo resquicio a la duda! La película logra que sintamos una implicación personal en lo que los cuenta pero se habría beneficiado de dejarnos pensando.