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Crítica de Muñeco diabólico, el reboot de la película de 1988

Muñeco diabólico
Crítica de Muñeco diabólico, el reboot de la película de 1988, dirigido en esta ocasión por Lars Klevberg y protagonizada por Aubrey Plaza y Gabriel Bateman.

El mordaz Chucky se reinventa en el reboot del clásico del terror del 88 que goza del mismo título: Muñeco diabólico (Child's Play). Lo hace cambiando los orígenes del muñeco e imprimiéndole un montón de funcionalidades acordes a la era 2.0 en la que vivimos para, de paso, colar una fuerte (y divertida) crítica a la hiperconexión que rige nuestras vidas y que nos aparta, cada vez más, del contacto humano "analógico".

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Esto justifica también el radical cambio de aspecto del susodicho juguete, más alejado de la estética de muñeco infantil y más acorde a un pequeño androide de piel artificial que pretende simular las expresiones humanas. Sus ojos son ahora más grandes y sirven también para delimitar su estado emocional: azul, calma; rojo, caña. 

¿Cómo arranca Muñeco diabólico?

Karen Barclay y su hijo Andy acaban de mudarse y pasan por ciertos aprietos económicos. De forma fortuita, cae en manos de Karen una caja defectuosa del nuevo muñeco "BUDDI", la joya de la corporación Kasdan, de modo que decide regalárselo a su pequeño por su cumpleaños.

La principal diferencia de Muñeco diabólico con respecto a la película original es que este nuevo Chucky, en lugar de estar poseído por el espíritu de un asesino, es un modelo defectuoso de la nueva línea de juguetes que cuenta con una programación basada en inteligencia artificial y tiene la habilidad de conectarse con la domótica del hogar.

El código de programación del muñeco ha sido hackeado para eliminar sus protocolos de seguridad, algo que tanto Karen como Andy sufrirán de primera mano cuando éste empiece a aprender y forjar su propia personalidad.

Me llamo Chucky

Hace dos años, en un lanzamiento directo al mercado doméstico, vimos la séptima entrega de las aventuras de este glorioso personaje inanimado que debutó con una historia creada por Don Mancini. Le siguieron dos secuelas directas en 1990 y 1991 y luego una ristra de películas en las que la calidad de la narración era variable: La novia de Chucky en 1998, El hijo de Chucky en 2004 y La maldición de Chucky en 2013.

Cult of Chucky sabía reírse de sí misma y servía, de alguna forma, de epílogo a la franquicia madre, dado que era una secuela directa que seguía lo sucedido en La maldición de Chucky y le baba continuidad a los personajes. Marcaba por tanto un punto y final.

La nueva película de Muñeco diabólico se desentiende de Mancini y quiere expandir un poco sus fronteras al no dirigirse solo a su público objetivo (los nostálgicos que hemos crecido viendo al adorable muñeco achuchillando, amputando y cercenando). En otras palabras, quiere salir del nicho del terror de serie B para alcanzar a un público más generalista. Seamos francos, las nuevas generaciones no podrían entender que un niño tuviera una relación de sagrada amistad con un muñeco si éste no fuera capaz de sincronizarse con su dispositivo móvil, que es casi una extensión de su propio brazo.

Pero es que además hay alusiones directas por composición de planos, fotografía y hasta planificación de rodaje que recuerdan poderosamente a los grandes títulos de Spielberg como Encuentros en la tercera fase y ET: el extraterrestre así como al clásico del terror Poltergeist. El punto de vista también abunda en este sentido dado que adoptamos el del joven protagonista, interpretado de forma magistral por un sufrido Gabriel Bateman (Annabelle) al que vemos sudar la gota gorda...

Por su parte, el personaje de Aubrey Plaza podría ser una extensión de su papel en Parks and Recreation: tiene la misma mala uva que April Ludgate, cuyo humor, por cierto, le va que ni pintado a la película.

Tampoco es baladí señalar que Mark Hamill, ha sido el responsable de prestarle su voz a Chucky algo que se nota que ha disfrutado especialmente y que se filtra en el resultado final.

Ojalá el guión de Muñeco diabólico, escrito por Tyler Burton Smith (quien había trabajado previamente en los detalles del videojuego Sleeping Dogs y se encargó del guión de Quantum Break), fuera tan inteligente como lo ha sido su campaña de marketing: una verdadera obra maestra del humor negro que ha sabido jugar con la proximidad del estreno de Toy Story 4 y valerse de diversas personalidades para generar expectación. 

Y seré tu amigo hasta el final...

Lo que más se echa en falta es que se añada la leña prometida al clímax final: pide a gritos mucho más desmelene. En un momento dado se coquetea con la idea de ver diversas variaciones de Buddi en acción, pero se ve que en esta ocasión la masacre ha sido en la sala de montaje (o bien el presupuesto no ha alcanzado para rematar la faena por todo lo alto). Con todo y con eso, la película hará las delicias de los amantes del terror sanguinoliento. Independientemente del origen de Chucky, sigue siendo hipnótico verlo matar.

VALORACIÓN:

Nueva vuelta de tuerca para Chucky; el reboot de la película del 88 se cachondea de lo lindo del mundo hiperconectado en el que vivimos y nos muestra un nuevo diseño (espantoso) del célebre muñeco asesino. La diversión está servida.

LO MEJOR:

Las muertes, sin lugar a dudas, sobre todo la del campo de sandías. La mala baba que rezuma el humor de la película, en general.

LO PEOR:

Al tercio final le falta más locura: en un momento dado se anuncian 5 nuevos modelos de Buddi para lanzarse al mercado y queríamos verlos en acción.
Hobby

68

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