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Crítica de La música del terremoto, lo último de Netflix con Alicia Vikander

La música del terremoto
Crítica de La música del terremoto, escrita y dirigida por Wash Westmoreland. La historia de la nueva película de Netflix se basa en la novela original de Susanna Jones: un thriller localizado en Tokyo, Japón, protagonizado por Alicia Vikander, Riley Keough y Naoki Kobayashi. El estreno de La música del terremoto en Netflix España es el 15 de noviembre de 2019.

La ganadora del Óscar Alicia Vikander (La chica danesa) ha regresado al largometraje con La música del terremoto (Earthquake Bird), escrita y dirigida por Wash Westmoreland, después de tener su último gran estreno con Tomb Raider en 2018. Un thriller basado en la novela original de Susanna Jones en la que el sexo, la pasión, el amor y la obsesión juegan con la arbitrariedad del caos en las hipnóticas localizaciones japonesas en las que transcurre la historia.

Wash Westmoreland sigue apostando por historias protagonizadas por mujeres: lo vimos en Siempre Alice, con Julianne Moore en 2014; en Colette, con Keira Knightley en 2018; y lo hacemos terminando el 2019 con Alicia Vikander y La música del terremoto. Ella es Lucy Fly, una joven sueca que huye de su pasado y lleva varios años viviendo en la capital japonesa de Tokio. Allí conoce a Teiji (Naoki Kobayashi), un fotógrafo aficionado con una personalidad particularmente misteriosa que se convierte en la obsesión de su nueva vida, y a su nueva mejor amiga, Lily Bridges (Riley Keough), sobre quien se vertebra la evolución de nuestra protagonista.

El eco de las acciones

El último estreno de Netflix estructura su montaje mediante la arquetípica fórmula del interrogatorio de introducción y los flashbacks de explicación. Recortes del pasado mediante los que conoceremos cómo unieron lazos los tres protagonistas del triángulo amoroso y descubriremos el misterio que rodea a la desaparición de Lily Bridges.

Una de las grandes fortalezas de la novela original de Susanna Jones reside, precisamente, en el reflejo de las personalidad de los tres protagonistas. La Lucy Fly de Alicia Vikander es una joven parca, solitaria y reservada cuya vida gira en torno a obsesiones: la de encajar en la nueva sociedad de la que desea sentirse parte, la de escapar de un pasado que la atormenta cada día de su vida y la de no separarse de su pareja, Teiji, a quien conoce casualmente cuando éste último le saca una foto sin su permiso en las calles de Tokio. Sus personalidades son, también, el motor sobre el que giran los resortes narrativos con los que evoluciona la historia, pero el resultado es tan irregular que gran parte del misterio termina disolviéndose.

La música del terremoto

Teiji compone las imágenes de su vida a través de la cámara fotográfica de la que nunca se separa y, sin embargo, toda la pasión carnal e íntima que encienden las líneas de la novela nunca terminan de llegar en la pantalla. Lily, por su parte, es el fuego frente al hielo de Lucy; el elemento opuesto que arrasa con todo a su paso como un huracán. Ella es la amiga forzada que su única relación con otro extranjero en Japón obliga a encontrarse. Lily necesita ayuda, no domina el idioma y está buscando piso; Lucy es la respuesta a sus preguntas.

Sin embargo, la debilidad de la historia original tiene un efecto inevitable en su traslado al cine: el misterio no lo es tanto. Sabemos desde el principio quién ha desaparecido y prácticamente podemos dilucidar por qué; sólo nos falta saber el cómo. Y la respuesta que llega en el clímax es tan decepcionante que el conjunto queda como una anécdota.

La música del terremoto

La mayor riqueza narrativa de la que dispone es el monólogo interno de Lucy, tanto para la construcción de esa presión psicológica que tan bien demuestran sus miradas en ciertos tramos de la película como para lanzar un anzuelo a la audiencia en forma de reflexión existencial. Un discurso que evoluciona positivamente, dejando a un lado la anodina historia de victimización para llegar a coquetear con la teoría del caos.

Alicia Vikander conseguirá que se nos desprenda la mandíbula con su dominio del japonés en escenas de un gran calado interpretativo y narrativo. La fluidez con la que se maneja otorga el volumen que necesita su personaje para demostrar, precisamente, el ahínco con el que desea dejar de ser quien es para convertirse en la nueva Lucy Fly. Pero su personaje supone un peligro: el de no alcanzar la contención y convertirlo en un personaje plano, carente de todo el mundo interior que atormenta su vida.

La música del terremoto

Vikander se maneja de forma irregular en estos términos. Por momentos es pasión desbocada en una mirada; en otros, la frialdad personificada, un témpano al abrigo de su pareja. Riley Keough, por su parte, tenía un trabajo aparentemente más sencillo que consigue resolver con nota. Cada aparición suya es pura dinamita en escena y, cuando Alicia Vikander alcanza ese difícil término medio, el triángulo funciona como un engranaje perfecto.

La atmósfera tiene más valor por el misticismo de las localizaciones niponas y el trabajo de color en la fotografía que por la intriga real que propone su historia, pero es que ciertamente sus imágenes generan un vínculo de lo más atractivo. El componente literario, por su parte, salta a la pantalla de forma explícita cuando la exaltación de sentimientos y el trabajo de dirección se vuelve más lírico, pero sucede en ocasiones tan puntuales que todo parece formar parte de un extraño sueño que nunca recordaremos. La inconmensurable necesidad de Teiji que tanto prodiga Lucy en sus diálogos no se refleja en la química entre ambos actores y nos impide empatizar con sus preocupaciones.

La música del terremoto

La música del terremoto se pierde sin alcanzar la profundidad que piden sus personajes. Hay un lirismo apreciable en algunos tramos: cuando Lucy se pierde en un Ryokan entre las montañas japonesas, cuando practica música con un cuarteto de cuerda compuesta exclusivamente por mujeres japonesas o cuando comparte el siempre acusado proceso fotográfico de laboratorio con Teiji. Pero hay muy poco que recordar de ella una vez llegamos al rollo de créditos; ni la seductora composición triangular es capaz de salvar el escaso desarrollo de los protagonistas del que depende la prosa original. 

VALORACIÓN:

La historia de La música del terremoto depende en gran parte de la profundidad de sus tres protagonistas, pero no llega a alcanzar el nivel de detalle que la conclusión exige para que suponga algo más que el pasatiempo de una tarde.

LO MEJOR:

Alicia Vikander y Riley Keough funcionan como el yin y el yang que suponen sus personajes.

LO PEOR:

La escasa profundidad de sus personajes resta todo el atractivo de la íntima historia original.
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