Crítica de Noche de paz: John Woo vuelve en silencio al cine de acción

El nombre de John Woo es de sobra conocido para cualquiera que sepa de cine de acción, pero también es alguien que suena sobre todo a los años 90 y a principios de siglo.

Tras más de seis años sin presentar película, el mítico director de obras asiáticas como Hard Boiled y The Killer, y otras norteamericanas como Cara a cara y Misión imposible 2, regresa con un largometraje que intenta recordar por qué consiguió ser un referente en este género gracias a las acciones trepidantes, las coreografías con pistolas y el montaje.

Digo intenta recordar porque Noche de paz (Silent Night) es un proyecto ambicioso dentro del género, a pesar de su reparto y llegar casi sin promoción. El largometraje carece casi por completo de diálogos. Si pensabas que John Wick hablaba demasiado, aquí tienes la solución.

La referencia al personaje interpretado por Keanu Reeves no es algo casual. Esta también es una historia de venganza, de un hombre que trata de acabar con un clan al completo. Un lobo solitario de lo más peligroso.

Tal como describen en la sinopsis, una bala perdida en un tiroteo entre bandas acaba con su hijo. Cuando intenta vengarse, el protagonista recibe un disparo en las cuerdas vocales y, a partir de ahí, empieza su planificado baño de sangre contra unos salvajes narcotraficantes.

Uno de los primeros detalles llamativos es el entorno casi postapocalíptico, una referencia a la conocida epidemia de los opiáceos que se está sufriendo en Estados Unidos. Y aquí nos encontramos muy cerca de las películas de Charles Bronson en un Nueva York tomado por las bandas donde la policía es incapaz de cumplir la ley, donde solo un hombre con una misión puede luchar contra el crimen.

Acción casi sin diálogos, y no se echan en falta

Es cierto que el guion, más allá de la falta de diálogos, es bastante básico y carece de sorpresas. Es más, de vez en cuando hay una serie de referencias o un dibujo de un personaje que se queda en eso. No se entienden las motivaciones si no es por los arquetipos que el espectador ya conoce.

A esto contribuye un reparto de nombres poco conocidos, al menos en nuestro país. Más allá de la ira, son incapaces de transmitir emociones. Aunque también podemos apuntar que John Woo tampoco ha sido un director demasiado preocupado por esto.

Llama la atención cómo están divididas las distintas etapas de la trama y que gran parte de Noche de paz se centre en el entrenamiento del protagonista. En un presente en el que los clímax violentos se alargan una hora, cuando no toda la película, aquí es menos del tercio final. Quizá por una cuestión de presupuesto.

En todo caso, es loable el intento de John Woo por intentar algo distinto a nivel expresivo y volcar en la película gran parte de su conocimiento de las claves del género. Desgraciadamente, cabe preguntarse quién la verá en los cines cuando las nuevas generaciones están más interesadas en figuras de acción interpretadas por actores que sean realmente conocidos.

Puede que Noche de paz sea eso que llamamos hoy día una película de plataforma, también por su duración de 104 minutos, que en nuestro presente son pocos. Pero también es verdad que al menos hay un intento de hacer algo distinto, de ofrecer algo más que un espectáculo: un concepto.

¿Realmente son necesarios los diálogos en estas películas? Bien sabemos que sí por formar parte del código cinematográfico y porque cada vez se expone más y se insinúa menos, pero John Woo tiene una visión distinta sobre este tema y en Noche de paz lo intenta mostrar.

No se recordará esta película como una de las mejores del director, pero puede considerarse una continuación coherente con su carrera, y también una obra que ofrece algo que se dice mucho pero en realidad no pasa tanto: da conversación sobre qué es el cine.