Crítica de Nueva Tierra, un drama distópico de supervivencia extrema

El subgénero de las distopías postapocalipticas ha sido terreno fértil en los últimos tiempos, máxime desde que el mundo fue zarandeado por el COVID-19. Mario Pagano (Backseat Fighter) se inspira en una pandemia mundial similar para hablarnos no del por qué o el cómo, sino del mundo que quedaría después de que la civilización quedara arrasada por un virus en Nueva Tierra.

La premisa inicial, se percibe como algo trillada, pero es muy atractiva a nivel visual, en la medida en la que no hay tecnología y es la naturaleza la que se ha adueñado del mundo de nuevo. Los paisajes y entornos naturales en los que se desarrolla la acción son de los que quitan el hipo y hay una apuesta firme por crear atmósferas y darle un aire estilizado a lo que ocurre.

Esto, por otra parte, va en detrimento de la verosimilitud de la historia, con mucho bellezón en pantalla y maquillajes que distan bastante de ser los propios de un mundo arrasado. En pocas palabras, hay que hacerle muchas concesiones a la ficción para comulgar con lo que nos cuenta.

Nuevo mundo, viejos problemas

León y su esposa han conseguido criar juntos a su hija en las montañas, lejos de todo, después de que un virus letal acabara con el mundo que conocían. Sin embargo, y a pesar de sentirse orgullosos del trabajo que han hecho juntos, su entorno no está exento de peligros.

Una organización llamada La Legión, perpetra secuestros de niñas y adolescentes después de la pandemia y pone el foco en ellos: raptan a su hija dejando a León malherido y solo.

A partir de ese momento, tendrá un único y crucial objetivo: recuperarla a cualquier precio, para lo cual tendrá que emprender un duro viaje lleno de dificultades y de encuentros fortuitos con toda clase de personajes marcados por una vida salvaje y llena de privaciones.

En un thriller postapocalíptico de estas características no puede faltar la emoción ni el ritmo. Tengamos en cuenta que Nueva Tierra alcanza las dos horas de duración. Su principal problema es un guión que no consigue crear tensión y que tampoco profundiza en las tramas sociales.

Tenemos clara la motivación de León, pero el resto de los personajes parecen actuar porque es lo que les tocaba. Los secuestradores son una suerte de secta religiosa que, más allá de maltratar, torturar y abusar de las mujeres no parecen tener un propósito mayor. Ni que decir tiene que la perspectiva de género es desoladora.

Tampoco hay una exploración satisfactoria de las tribus que pueblan esta Nueva Tierra. Hay situaciones obvias de violencia y un entorno hostil a diversos niveles para este lobo solitario en busca de recuperar a su hija, con referencias visuales que encajan con las de los indios nativos americanos, pero no hay voluntad de profundizar más allá de mostrarlos como amenaza.

Respecto a las interpretaciones, todo el elenco acusa la falta de verosimiltiud de la historia y, a pesar de encajar físicamente en los roles requeridos, hay cierto exceso de caracterización que contribuye a que nunca nos metamos en la propuesta de lleno.

Iván Sánchez (Culpa mía) es el protagonista absoluto y carga sobre sus hombros con gran parte del peso narrativo, pero encuentra dificultades para defender el papel porque tiene muy pocos diálogos y su presencia de héroe acaba pareciendo plana. Da vida a un personaje que, a pesar de sufrir mucho, no evoluciona ni llega a resultar emocionante.

Uno de os aspectos más característicos de Nueva Tierra es una banda sonora repleta de coros inquietantes y sonidos graves que vienen a recordar ritmos tribales como los de El planeta de los simios. Una metáfora sonora de la vuelta a un mundo en el que nos retrotraemos a los tiempos antiguos.

En resumidas cuentas, a pesar de tener algunos aspectos atractivos, estamos ante una película con grandes áreas de mejora, que en última instancia habría necesitado bastantes recortes en la sala de montaje para avanzar de una forma más firme hacia su desenlace.

No hay duda de que llevamos ya la mochila muy cargada como espectadores y que hemos visto muchas películas y series que han abordado estos mismos conflictos desde perspectivas variadas. Aquí falta un compromiso por innovar y llevar a la audiencia a enfrentarse a algo nuevo y genuino. 

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