Crítica de Pobre diablo: animación para adultos creada en España por la muchachada

Si te gusta la animación para adultos (con sus burradas correspondientes) y te pirran series como Rick y Morty, que también forman parte de la cartera de títulos de Adult Swim disponible en HBO Max, ojo al lanzamiento de esta semana porque es muy especial: Pobre diablo ha sido creada por Joaquín Reyes, Ernesto Sevilla y Miguel Esteban y ha salido íntegramente de nuestras fronteras.

Es decir, tanto el reparto vocal como el estudio de animación, radicado en Granada, Rokyn Animation, bajo la dirección creativa de Manuel Sicilia y la producción de Francesca Nicoll, han trabajado para crear un producto muy patrio y a la vez plenamente exportable que tiene mucho potencial para funcionar bien fuera.

Pobre diablo nos presenta a Stan, el hijo de Satán y por tanto el Anticristo, que acaba de cumplir 665 meses. Eso significa que solo le queda un mes para que la profecía se cumpla y abra la caja de los truenos, desatando el Apocalipsis y sumiendo a los humanos en el horror y el caos.

Sin embargo, las tendencias maléficas de Stan son más bien nulas: por más que su padre le anime a desatar su vena destructiva a él lo que realmente le interesa es el musical y su sueño, por encima de todo es el de formar parte de una producción de Broadway. 

A su alrededor Mefisto, un gato satánico; Samael, una diabla especialista en posesiones infernales y Sutur, su expareja, tratarán de hacerle ver hasta qué punto la humanidad en su conjunto se merece llegar al fin de sus días. Pero también conocerá a una aspirante a actriz que comparte su vocación y hará que se plantee su naturaleza.

Rara de una forma mágica

Lo primero que hay que señalar es que Pobre diablo es un proyecto raro, atípico, de esos que se salen por la tangente.

Quien esté familiarizado con las tiras animadas de La hora chanante y Muchachada Nui y conozcan bien a Super Ñoño, Enjuto Mojamuto o Los Klamstein ya imaginarán por dónde van los tiros porque en ella se mezcla todo: sátira social, humor absurdo, cameos paródicos y una afilada visión del mundo en el que vivimos que nos lleva a un genial episodio séptimo que da un volantazo hacia el drama.

Pobre diablo es ante todo una serie pionera: no solo dando un espaldarazo a la animación española, a la que invita a abrazar nuevos riesgos, sino para la europea, porque no hay un programa homólogo en la oferta actual de streaming. ¡Con lo dura que está siendo la competencia y la cantidad de shows que se producen al año!

Pero es que tampoco tiene pelos en la lengua: los guiones lo mismo atizan fuerte a los incels que denuncian la situación de pobreza absoluta del gremio de los aspirantes a intérpretes sin dejar de cachondearse de los estereotipos de género o de figuras reconocibles en el mundo entero como el mismísimo Keanu Reeves o nuestro querido Rafael.

No podemos dejar atrás tampoco el hecho de que sea una serie musical: además de adaptaciones de canciones archiconocidas hay espacio para temas originales y momentazos chanantes. Los aficionados a la cultura pop y al cine, disfrutarán especialmente de ella.

Si el diseño de personajes corre a cargo de Joaquín Reyes, algo que se aprecia desde el primer minuto, hay que decir que también se luce en el apartado vocal donde comparte protagonismo con Ignatius Farray (Satán), Ernesto Sevilla (Mefisto), Gakian (Samael), Carlos Areces (Guy), Stephanie Magnin (Gaby) y Verónica Forqué a quien escuchamos de forma póstuma en el papel de Rose, la madre de Stan.

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También es de ley señalar que Pobre diablo no será del gusto de todo el mundo, ni lo pretende. Cuenta con episodios sensacionales y otros, sobre todo un par de los centrales, menos brillantes, si bien el entretenimiento está asegurado.

Eso sí, reúne todas las exigencias para renovar y seguir desarrollando a los personajes que nos presenta. Carisma no les falta. Este texto consta de 666 palabras.