No es mi intención empezar el año así a lo bestia, instando a
que nos peguemos unos con otros por alguna tontería absurda. No. No
van por ahí los tiros. Lo de "una guerra os daba yo..." es una
frase hecha que me decía mucho mi abuela y que viene a
significar que a los que se quejan (o nos quejamos) de vicio, o de
no querer algo por puro capricho, no les venía mal un poco de
necesidad, de penurias. Es decir, que a lo mejor no nos vendría mal
que nos cortarán el grifo, que no pudiéramos tener acceso a tanto
con tanta facilidad como tenemos desde la irrupción de
Internet.
¿Es mala esa oferta tan desmedida de todo? Evidentemente no, pero
creo que sí afecta a nuestra manera de percibir el valor real que
tienen las cosas. Dicen todos los estudios que se hacen sobre cómo
usamos Internet (y casi todas las cosas gratis que tienen que ver
con el mundo digital) que somos caprichosos, que vamos de acá
para allá en muy pocos segundos, que entramos en muchos sitios
aceleradamente y estamos poco tiempo y que no terminamos la mayor
parte de las tareas que empezamos a hacer (leer, jugar, etc.).
¡¡Que nos falta paciencia vamos!!
No seré yo el que le encuentre una explicación pero es cierto
que esto es así. Que es tan grande la oferta de contenidos
digitales que es difícil seleccionar lo que hacemos sin que no nos
perdamos por el camino. Además, ese ingente volumen de
información y experiencias a las que tenemos alcance nos hace que
limitemos nuestro tiempo de tolerancia al mínimo. Bajamos música
rápidamente, escuchamos los primeros 5 segundos del primer tema
(mientras estamos leyendo alguna noticia con el otro ojo) y si no
nos gusta la quitamos y pasamos a otro LP (que se decía en los 80).
Total, no nos ha costado nada. Con la misma facilidad que lo
conseguimos, lo olvidamos.
Con los juegos pasa lo mismo. Muchos de los usuarios que optan por
abrazar el Reverso Tenebroso de los Juegos Gratis y hacen cosas
como jailbreakear dispositivos, customizar firmwares, meterles
cartuchos mágicos a sus portátiles, bajarse medicinas, etc., no
hacen más que bajarse juegos como churros y probarlos sin el
menor asomo de interés, más allá del simple hecho de verlos. Cogen
uno recién bajado, lo ponen en marcha y si no les gusta lo que ven
en los primeros instantes (¡¡ay, si la intro es muy larga!!), lo
apagan y pasan al siguiente.
Evidentemente, al margen del perjuicio económico (que no es el
tema de esta entrada), están dando los pasos necesarios para acabar
con una percepción distorsionada sobre el valor que tienen las
cosas. Y lo más importante, sobre el valor de lo que cuesta
conseguir las cosas.
Es por eso que, figuradamente, "una guerra les daba yo...". Una
guerra de austeridad, de no poder acceder a todo al instante, una
guerra de tranquilidad, de paciencia, de probar sólo lo que nos
interesa, sin intentar abarcarlo todo. A todos esos (y me incluyo),
les daba una guerra de links caídos durante un añito para ver si
así recuperamos el aprecio por lo que podemos procurarnos nosotros
mismos, sin atajos ni megauploads instantáneos, para ver si así
somos capaces de ser pacientes y valorar lo que otros hacen. Una
guerra que nos permita disfrutar de un juego entero pagado con el
sudor de nuestra frente (que también decía mi abuela) y luego
saltar a otro, y luego a otro, y así hasta que nos cansemos de
jugar con videojuegos.
Seguro que muchos de vosotros pensaréis que "la guerra me la
dabais a mí...". Pero debo informaros que, como buen ochentero que
ha crecido al calor de los microordenadores de 8 bits, tengo parte
del trecho para recuperar la paciencia ya recorrido gracias a
lecciones magistrales como las que recibíamos vía LOAD "".
Y si no me creéis, mirad lo que podíamos tardar en jugar con un
videojuego desde que metíamos la cinta en el casete (a ver si me
demostráis que no necesitáis "guerra alguna" viendo ENTERITO, de
principio a fin, este vídeo)...
¿Habéis aguantado?