Rogue Legacy 2 se va a convertir en tu nueva obsesión roguelite (análisis)

El primer Rogue Legacy jugaba con la idea de morir reiteradamente de una forma muy singular: en lugar de resucitar, debíamos elegir a un nuevo heredero con nuevos rasgos para continuar la partida, creando así todo un legado de héroes y heroínas.

Si a esto le sumamos un desarrollo muy clasicote, que mezclaba acción y plataformas 2D, no es de extrañar que se convirtiera en todo un éxito, incluso entre aquellos a los que la idea de morir y empezar de cero no les atraía ni un poco.

Análisis de Rogue Legacy para Nintendo Switch, PS4, Xbox One, Vita y PC

Pero han pasado casi 9 años y en todo este tiempo el género roguelike/roguelite ha experimentado un empujón de popularidad. Especialmente en los últimos años, pues hemos asistido al lanzamiento de auténticos exitazos como Dead Cells, Hades, Risk of Rain 2, Enter the Gungeon, Slay the Spire, Nuclear Throne y un largo etcétera.

Pese a que semejante competencia amedrentaría a cualquiera, hace año y medio Cellar Door Games, responsables de Rogue Legacy, lanzaban Rogue Legacy 2 en early access. 

Desde entonces, la secuela ha ido creciendo, mejorando y añadiendo contenido hasta ahora, que ya está lista para actualizarse a la versión 1.0 y lanzarse de manera oficial en Xbox One, Xbox Series X|S y PC.

¿Puede competir con los exponentes del género y, al mismo tiempo, estar a la altura de su legado? Os lo contamos en nuestro análisis de Rogue Legacy 2.

"Una más y lo dejo"

Rogue Legacy 2 tiene la misma base que el juego original, es decir: estamos ante un título con un desarrollo clásico que mezcla acción y plataformas 2D con elementos RPG, y en el que, al morir, debemos elegir a un nuevo heredero para volver a empezar.

No empezamos de cero como tal (de ahí que sea un roguelite y no un roguelike), pues todo el oro que acumulamos con un personaje lo podemos invertir después en mejoras del castillo familiar, que viene a ser un árbol de habilidades que incluye mejoras de salud, ataque, magia, desbloqueo de clases...

Es una base muy buena, aunque hoy en día el primer juego se quedaría algo corto frente a algunos de los exponentes del género. Pero lejos de quedarse ahí, Rogue Legacy 2 introduce una ingente cantidad de cambios y novedades, hasta el punto de que podemos decir sin miedo que supera en todo al original.

Ha quedado demostrado que una de las claves de los roguelite es invitarnos continuamente a seguir jugando; que en lugar de abandonar tras morir, queramos empezar otra partida inmediatamente. Y eso, Rogue Legacy 2 lo logra con creces gracias a la enorme cantidad de combinaciones posibles.

Siempre nos encontramos a un sucesor o sucesora con un rasgo que no habíamos visto antes o con una combinación de habilidades que parece interesante. Los rasgos son pequeñas ventajas o desventajas que puede tener los herederos de manera aleatoria, y que dependiendo del tipo pueden cambiar por completo la forma de jugar.

Por ejemplo, puede que nos encontremos con un heredero con gigantismo, lo que hará que sea más complicado esquivar los golpes, o puede que posea vampirisimo, lo que significa que recuperaremos salud con cada ataque. Hay un gran número; muchos están de vuelta, como el vértigo, pero también hay grandes novedades, como el pacifismo (¡no se puede atacar!)

La idea ya era de por sí interesante, pero Rogue Legacy 2 hace varios ajustes para que funcione aún mejor dentro del desarrollo roguelite: de primeras, tanto los rasgos como las habilidades o los artefactos no muestran sus efectos.

De esta manera, se nos invita a probarlo todo al menos una vez y descubrirlo. Pero la cosa no queda ahí, y es que ahora los rasgos negativos nos dan un extra de oro, así que lejos de evitarlos, muchas veces merece la pena correr el riego.

Pero el aspecto más novedoso, y el que realmente consigue aquello de "cada partida es diferente" son las clases. En el primer Rogue Legacy ya había clases, pero no dejaban de ser cambios en la salud, la magia o la velocidad de ataque. Mecánicamente, todas eran prácticamente iguales.

En Rogue Legacy 2 eso cambia por completo y ahora las clases hacen honor a su nombre: además de los diferentes valores en estadísticas, cada una de ellas cuenta con un arma y habilidades únicas. 

De verdad, únicas: tenemos caballeros de espada y escudo, montaraces expertos en el uso del arco, asesinos que atacan a gran velocidad con dos dagas, chefs, lanceros de dragón, astromantes, duelistas... Hay un total de 15 clases diferentes y la experiencia cambia muchísimo en función de cuál escojamos.

Gracias a esto, y a pequeños ajustes y novedades, como la inclusión de un movimiento que nos permite golpear objetos en el aire para ganar altura (muy similar al pogo de Hollow Knight), la jugabilidad de Rogue Legacy 2 también ha mejorado considerablemente (¡sobre todo el plataformeo!). Independientemente de la clase que controlemos, es un gustazo a los mandos.

Otro aspecto clave de Rogue Legacy 2, y diríamos que esencial en cualquier juego de este tipo, es la sensación de progreso. Porque, como el original, estamos ante un juego con un nivel de desafío muy exigente, especialmente durante las primeras horas.

Pero a medida que progresamos, aprendemos y adquirimos habilidades, la cosa se va suavizando. Y en ese sentido, Rogue Legacy 2 siempre se las apaña para que no tengamos la sensación de haber perdido el tiempo. 

Incluso en las partidas en que la caguemos a los pocos minutos, vamos a volver con algo de oro y ganas de probar a un nuevo personaje. Todo está inteligentemente diseñado para que queramos "echar otro más".

El único aspecto que creemos que no termina de explotar lo suficiente es la faceta metroidvania, pues aunque Rogue Legacy 2 también introduce cambios interesantes, como tener que superar un pequeño desafío para obtener las herencias (el nombre que reciben las habilidades), al final su uso suele estar enfocado a un nivel en concreto, en lugar de invitarnos a volver a los anteriores.

Y hablando de niveles, también han cambiado lo suyo: además de tener una estética diferente, todos tienen un diseño diferente. Por ejemplo, el castillo, el primero de todos, tiene un diseño clásico; una sucesión de habitaciones. Mientras que el segundo nivel es un escenario exterior que nos invita a avanzar de izquierda a derecha. 

Y que quede claro que aunque nos estamos refiriendo a los niveles como "primero" y "segundo", desde el principio de la aventura es posible ir directamente a algunas de las zonas más complicadas.

En cuanto a la narrativa, Rogue Legacy 2 intenta algo parecido a lo visto en Hades, pero con menos acierto: a medida que progresamos, en los muelles (el HUB de esta entrega) van apareciendo nuevos personajes y podemos leer nuevas líneas de diálogo. 

Pero la historia principal de Rogue Legacy 2 está en el trasfondo, que se desarrolla a través de diarios que vamos encontrando en los niveles. Mola mucho ir descubriendo lo que sucedió en ese reino y quiénes son en realidad los personajes que escriben los diarios, y se agradece que el juego nos invite a progresar en la trama mediante misiones, pero al final todo queda en una curiosidad.

Dicho de otro modo, la historia no es uno de los incentivos para volver a echar otra partida. Por suerte, y como ya os hemos contado, Rogue Legacy 2 ya tiene incentivos más que de sobra para ello.

Terminamos, como de costumbre, hablando del apartado audiovisual, donde también encontramos numerosas mejoras. El cambio más destacable respecto al primer Rogue Legacy lo encontramos en el estilo artístico, pues se abandona el pixel-art para adoptar algo más cercano a la estética de las series de animación.

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Y la verdad es que es un estilo que le sienta de fábula, pues es colorido, tiene mucho detalle y casa a la perfección con el tono humorístico de la aventura. Como curiosidad, pese a su aparente aspecto puramente 2D, Rogue Legacy 2 mezcla elementos 2D y 3D para generar una magnífica sensación de fluidez con sus animaciones.

La banda sonora quizás no sea el apartado más destacable, aunque hay unas cuantas melodías que han logrado quedarse en nuestra cabeza después de apagar la consola, como la que se escucha en los muelles.