Crítica de Los asesinos de la luna: Martin Scorsese nos devuelve al gran cine

El nombre de Martin Scorsese debería bastar para acercarse al cine. Sigue demostrando a los 80 años que no ha mermado la ambición de sus películas y, tras El irlandés y los múltiples debates que hubo a su alrededor, esta vez el neoyorkino viaja más aún al pasado.

Al hablar de Los asesinos de la luna se ha destacado la producción de Apple TV+ y que la película acabará en la plataforma, como pasó con su anterior trabajo en Netflix, pero no quieren quitar a los espectadores la oportunidad de ver en pantalla grande una película que bien lo merece, por lo que tendrá un recorrido en cines más o menos normal.

Aquí está el trailer del largometraje de, avisamos, una duración que se acerca a la oportunidad de hacer una pausa intermedia: 206 minutos.

Soy el primero que se queja constantemente de la duración de las películas en la actualidad, pero debo adelantar que en un caso tan extremo como este he encontrado justificado su metraje. Con sus picos y lagunas, momentos de tensión y contemplación, es tan compacta como medida a todos los niveles.

La historia se centra en el territorio de los Osage, unos nativos americanos extremadamente ricos por el petroleo que hay en sus propiedades. Estos viven la creciente invasión de la población blanca que busca aprovecharse de ellos como sea, casándose con su descendencia y, tal vez, mediante el asesinato de su comunidad.

Una historia basada en hechos reales y situada en los años 20 del siglo pasado con la que Martin Scorsese lanza un fuerte mensaje político que no se apodera de la narración, sino que la acompaña sin dogmatismos.

Los asesinos de la luna está protagonizada por dos habituales del director. El papel principal recae en Leonardo DiCaprio y su personaje alejado de heroísmos, casi más un tonto útil para la historia, y donde no debe confundirse la falta de exceso con una interpretación rutinaria. Su trabajo es inapelable.

Le acompaña Robert De Niro, cómodo como siempre en su trabajo. El tercer protagonismo es el de Lily Gladstone como Osage, quien hace de los silencios, las miradas y las pocas palabras un grito desesperado.

Martin Scorsese en una (otra) de sus grandes películas

Lejos del estrés de El lobo de Wall Street o el clasicismo de El irlandés, en Los asesinos de la luna Martin Scorsese nos da un largometraje como los de antes. Los de David Lean (salvando las distancias), los western existenciales, los ritmos pausados. 

Acompañada por una coda, la epopeya avanza por sus distintas partes: llegada del protagonista, conocimiento del entorno, violencia, política, manipulación, juicio y final. Todo a su ritmo y con una sinceridad alejada de manierismos y golpes de efecto.

La producción es ambiciosa a la hora de recrear aquellos años. Las poblaciones y el trabajo de fotografía del colaborador habitual del director, Rodrigo Prieto, rememoran los western más clásicos.

Lejos de las apariencias, la violencia es constante en el metraje, pero Scorsese opta por el fuera de campo o el acto seco sin pirotécnica que obliga a concentrarse más en el dolor y los personajes que la rodean. Un tratamiento muy distinto al visto tantas veces en su larga filmografía. 

Cabe pensar en lo que debe facilitar a Scorsese el trabajar con conocidos a la hora de dar forma a este mastodóntico proyecto narrativo, porque estamos ante una obra mayor que me lleva a dudar si recibirá el reconocimiento adecuado.

Los asesinos de la luna hubiese sido una de las grandes películas del año hace décadas. Hoy, con otros contextos y códigos, estará por ver. La acogida en Cannes no fue la esperada y el llegar bajo el nombre de Apple parece afectar a su imagen.

En todo caso, aquí se puede ver un cine que está desapareciendo. Dicho esto sin lamentos, solo con resignación. Martin Scorsese es de los últimos grandes que queda en activo y en plena forma, al contrario de otros como Clint Eastwood, replegados sobre sí mismos en la última década.

Los asesinos de la Luna es una película para ver en el cine. Sin prejuicios, mafiosos ni trampas, Scorsese nos regala una gran película. Esperemos que vengan más en el futuro.