Crítica de El aviso, thriller con Aura Garrido y Raúl Arévalo

El aviso es un thriller de misterio que adapta el libro del mismo título escrito por el madrileño Paul Pen en 2011. Se trata de uno de los autores españoles con mayor proyección internacional, gracias al éxito de unos trabajos que lo consolidan como un superventas, habiendo vendido hasta la fecha más de 100.000 ejemplares en Estados Unidos y Reino Unido.

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La película ha sido dirigida por Daniel Calparsoro (Invasor, Combustión) y el guión lo coescriben Jorge Guerricaechevarría (Perfectos desconocidos), Patxi Amezcua (Atrapa la bandera) y Chris Sparling (Buried). 

El atractivo reparto de El aviso, encabezado por Raúl Arévalo y Aura Garrido, en el que también se han colado secundarios de la talla de Antonio Dechent o Luis Callejo, hacía presagiar un buen resultado. Por desgracia, tienen gran protagonismo en la trama unos jóvenes cuyas interpretaciones distan de parecer verosímiles. Sobre todo, teniendo en cuenta que su rol es bastante complicado: mostrar en pantalla un caso de acoso escolar.

El caso es que esta película española de suspense nos mueve en dos planos temporales: 2008 y 2018. Jon (Arévalo) es un reputado matemático caído en desgracia que comienza a investigar una serie de asesinatos que parecen guardar una conexión íntima. Según parece, siguen un patrón numérico que hará que en el futuro un niño se encuentre en peligro. ¿Quién será? No puede saberlo, pero sí tratar de hacerle llegar un mensaje que le sirva para protegerse.

La películas con paradojas temporales, líneas que se cruzan y que están marcadas por cabriolas del destino, son una gozada cuando se hacen bien, consiguen sorprender y de paso cuadrar, aunque se tomen alguna que otra licencia en el proceso. El aviso no es que se tome una sola licencia, es que se toma tantas que da la sensación de que el guión no encuentra nunca su camino para llegar a un desenlace digno.

Donde podría haber sacado partido a esta historia el director es en el juego con el espectador que nunca sabe hasta qué punto Jon está enfermo y por tanto alucinando o bien ha dado con la clave de un enigma que puede salvar una vida. De hecho, esta película de suspense apunta maneras en este sentido con la irrupción de momentos de paranoia en los que lo vemos sacudirse de encima las polillas con las que se está promocionando la película. Ese era el camino para tener al espectador pendiente de la trama hasta el último instante, y es el que no sigue la ficción, que encuentra más bien una apresurada y torpe conclusión.

Vaya por delante que Calparsoro es el rey de la economía en el cine. Montar un thriller de estas características exportable y con un meollo medianamente interesante, solo lo puede hacer él de esta manera, pero le falta cumplir con las expectativas en cuanto a la calidad en aspectos no poco relevantes: no ya solo la historia (que se entiende heredada de la novela), sino el propio casting y la dirección de actores.

Si el bullying a la postre no es más que una trama accesoria, mejor sería evitar tener tanto tiempo en pantalla a un grupo de actores que no rezuman ninguna verdad. Pero es que bien visto, sí son importantes porque aparte del héroe del pasado que trata de echarle un pulso al destino para detener una muerte casi segura, hay que sumarle el de una madre coraje (desaprovechadísima Aura Garrido) empeñada en que su hijo sea valiente. Lástima que el enfoque de este aspecto de calado más social sea también tan errado: casi un manual de lo que no hay que hacer si crees que un menor tiene un problema de esta índole.

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El aviso - Primeras imágenes de la película (7 imágenes)

Y Raúl Arévalo también parece estar un tanto perdido en esta ocasión: su personaje a veces tiene arranques exagerados y otras no exterioriza emoción alguna, lo que hace que sea realmente complicado empatizar con su angustia y su congoja. Sabemos que es un buen actor, pero no será éste el papel por el que lo recordemos...

El aviso tiene también sus aciertos y el mayor de ellos es la atmósfera. La foto y el tempo de la historia nos introducen en el género al instante y hay una voluntad de mantener esa tensión hasta el final, por más que roce el ridículo.