Crítica de El baile de los 41: México y la intolerancia homosexual en Netflix

México, 1901. El comienzo de siglo trajo consigo el influjo del arte y la arquitectura francesa, el refinamiento de la sociedad y un estilo de vida marcado por la rectitud para la nobleza de la capital. Y la rectitud de principios del siglo XX significaba discriminación e imposición, como con tanto gusto nos han reflejado en El baile de los 41, la nueva película mexicana estrenada en Netflix.

David Pablos firma la dirección de una película que llegó a los cines domésticos en 2020 y que ha logrado su estreno internacional a través de la todopoderosa plataforma de streaming de contenidos. Su relato llega así a cada rincón del planeta, recordándonos un fragmento de la historia mexicana que sólo puede avergonzarnos viendo el nuevo despertar para la intolerancia que estamos viviendo más de un siglo después.

El baile de los 41 nos cuenta a través del personaje de Ignacio de la Torre (Alfonso Herrera, de Sense8), un ministro mexicano que, casado con Amada (Mabel Cadena, de Ingobernable), la hija del presidente de México, Porfirio Díaz (Fernando Becerril, de La leyenda del Zorro); lleva un vida doble: la refinación, la tradición y las apariencias del despiadado mundo político, frente a su intimidad más fiel como miembro de una sociedad homosexual clandestina.

Estas son las mejores tablets para ver películas y series

Si sueles ver series cuando viajas o en varias partes de casa, estas tablets pueden ser buenas compañeras para el consumo de entretenimiento.

Ver listado

Su matrimonio con la hija del presidente fue un arma de doble filo. Lo colocaba en un puesto de poder gracias a la incuestionable autoridad de Porfirio Díaz, pero, a la vez, amenazaba con destapar su verdadera cara ante los ojos de una sociedad que la discrimina. 

Cuando Evaristo Rivas (Emiliano Zurita, de Cómo sobrevivir soltero) entra en juego para poner una muesca en su corazón, su matrimonio, sus obligaciones y aspiraciones políticas y la inquisitiva mirada de su suegro pondrán en peligro su propia vida.

Efectivamente, estamos ante una de esas historias a titular con un "basado en hechos reales". Y no podríamos tener mayor gratitud; El baile de los 41 es una película que cumple con su faceta cinematográfica y conquista en su crítica social, con una fotografía y un diseño de producción fascinantes para demostrar su irónica distancia temporal con la actualidad.

Este drama de Netflix va calentando las emociones de sus protagonistas que, como una olla a presión, terminarán dejando escapar sin remedio. En ese trabajo tienen una importancia radical sus intérpretes y, cómo no, Alfonso Herrera en un papel radicalmente opuesto al que ya analizamos aquí con Sense8. Como dos caras de una moneda, el actor mexicano se convierte en una prisión en la que los barrotes son casi visibles y donde vive encerrada la verdadera personalidad de Ignacio de la Torre.

Sus miradas, tan llenas de pasión, tristeza, deseo, rabia e impotencia tendrán mayor exposición con cada minuto de la película, reforzadas por la música del piano de su casa que refleja su evolución y la de Amada en dos secuencias que llegarán en el primero y en el segundo tramo, respectivamente.

Como parte de esa evolución, El baile de los 41 hace un especial hincapié en el vestuario y los escenarios. De la finura y el orden llegaremos al caos y la dejadez, pero siempre en unos escenarios con un estilo exquisito. La procesión va por dentro, que dirían, como lo hacen sus personajes que esconden bajo trajes y vestidos impecables un corazón roto, otros negro, y ninguno libre de culpa.

Date de alta en Disney+

Disney+ sigue estrenando novedades, como su canal STAR. Si te das de alta en la suscripción anuales, ahorrarás el equivalente a dos meses con respecto a la suscripción mensual.

Darse de alta

o podemos ponerle muchos peros al desarrollo de la película, pero la estructura no termina de funcionar cuando se suceden varias escenas en las que repite el mismo método: sin diálogos, con música intradiegética y dejando que la interpretación de sus actores haga el resto. Son funcionales, pero la repetición de fórmulas puede llegar a resultar abusiva y no siempre aporta todo el volumen que busca.

La resolución de la trama llega como un mazazo de realidad en el que vuelve a triunfar. Sin caer en lo grotesco, la película consigue transmitir en una sucesión de recuerdos con fotografías la crudeza de la intolerancia y de la discriminación más violenta.

El baile de los 41 es un drama que luce al ritmo de la música clásica. Es delicada y bella, pero también terrorífica. En su estreno muchos hablaban de "incomodidad" al verla, otros directamente destruyeron los carteles promocionales de la película en su país de origen; no hay mejor valedor para explicar su necesidad. Y no necesitará diálogos, que los tiene, sino que sus imágenes explicarán por sí mismas que todavía queda mucho de aquel México de principios del siglo XX en la sociedad actual de cualquier continente.