Crítica de Una buena persona: fatalidad, duelo y crisis de los opioides en un drama desgarrador

Crítica de Una buena persona (A Good Person), el drama escrito y dirigido por Zach Braff con Florence Pugh y Morgan Freeman como protagonistas. Estreno el 19 de mayo.
Después de ver una serie tan dura y pegada a la realidad como Dopesick es casi imposible que un drama como Una buena persona (A Good Person) llegue a impactarnos lo suficiente como para conmovernos en nuestro fuero interno del mismo modo.
La serie de Disney+, disponible vía Star, nos hablaba de forma contundente de los tejemanejes de Purdue Pharma para lanzar el OxyContin, un fármaco recetado de forma masiva como analgésico obviando su capacidad para producir una brutal adicción.
La oxicodona ha generado un impacto de tal calibre que se habla de la crisis de los opiáceos con una tasa alarmante de mortalidad por sobredosis, por no hablar de los numerosos efectos colaterales derivados: aumento de la criminalidad, del abandono de niños y, en suma, de vidas deshechas.
Pero Una buena persona no quiere hablar de este tema de forma directa, no se trata del corazón de la historia. En verdad es uno de los aspectos que rodean a la protagonista de la narración, marcada por un duelo que no termina de procesar. Es más bien una historia sobre las segundas oportunidades que aborda la aceptación, la resiliencia y la necesidad de salir adelante.
Allison es una mujer con un futuro prometedor. Trabaja como representante de una farmacéutica mientras anuncia su compromiso con su pareja, el hombre, de su vida en una fiesta con sus amigos. Todo le va de maravilla hasta que sufre un accidente que lo cambia todo, dándole un radical giro a su destino.
Un año después de este hecho, empieza a tocar fondo y a darse cuenta de que necesita ayuda, pero su situación no es nada fácil. Casualmente se reencuentra con Daniel, el padre del que fuera su prometido y se convierte en un aliado muy especial en la medida en que ambos luchan contra similares fantasmas.
A pesar de lo improbable que pudiera parecer que fuese a florecer entre ambos una amistad, consiguen llegar a un punto de entendimiento para reconciliarse con el pasado y retomar el rumbo de sus vidas.
Dos fenómenos juntos en pantalla grande
El gran atractivo de Una buena persona es sin lugar da dudas el recital interpretativo que ofrecen dos colosos del cine actual como son Morgan Freeman, que a us 85 años tiene la capacidad para emocionar a la audiencia intacta y Florence Pugh (El prodigio), una de las actrices con mayor proyección de su generación, aunque le esté costando un poco encontrar el rumbo.
Ellos son los que hacen que la película no sea del montón dado que tanto el devenir de la historia (con algunos bandazos difíciles de justificar) como los clichés en los que cae, la hacen difícil de digerir en ciertos tramos.
Juega en su contra un enfoque a veces en exceso melodramático y otras una excesiva laxitud a la hora de hablar de una adicción como la que se propone en la película, que no terminamos de creernos del todo. Pugh se esfuerza, pero tiene un aspecto saludable muy difícil de enmascarar. Nada que ver con la transformación de Andrea Riseborough en To Leslie, por poner un ejemplo cercano.

You Planet
Pocas interpretaciones a destacar entre los personajes secundarios, entre los que hay problemas de casting evidentes con elecciones fuera de onda por completo que rompen algunos de los que podrían ser los mejores momentos de la cinta.
En resumidas cuentas, Una buena persona es una película interesante, pero a la que le falta pegada por el simple hecho de no atreverse a darle una bofetada en la cara al espectador: se queda coja en verosimilitud y descafeinada en su discurso de denuncia de una realidad social que es muchísimo más demoledora de lo que vemos aquí.
Consejo: visionado obligatorio en versión original solo por escuchar los parlamentos de Morgan Freeman tal y como salen de sus labios. Maravilla.
VALORACIÓN:
De no ser por su excelente reparto y algunas líneas inspiradas del guión, podríamos estar perfectamente ante un drama de sobremesa de esos cuyo final uno puede imaginar sin demasiado esfuerzo a los diez minutos de empezar a ver la película.LO MEJOR:
Las interpretaciones de Pugh y Freeman: son las dos anclas emocionales de una película desoladora por momentos.LO PEOR:
Es algo edulcorada a la hora de mostrar los estragos derivados del sobreconsumo de opioides en Estados Unidos.65
AceptableDescubre más sobre Raquel Hernández Luján, autor/a de este artículo.
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