Crítica de El prodigio, con Florence Pugh explorando los límites de la fe

A caballo entre el thriller psicológico y la denuncia del fanatismo religioso, El prodigio (The Wonder), la película del director chileno Sebastián Leilo que llega a Netflix el 16 de noviembre, consigue mantener clavado al espectador en su asiento durante sus 108 minutos que abarca su metraje.

Todo ayuda a que esto sea así: un misterio que se cocina a fuego lento con una gran fuerza en la puesta en escena, sobria y clásica pero a la vez poderosa, personajes impactantes y algunos conceptos que se pueden leer entre líneas que enriquecen mucho el discurso.

Además El prodigio se sale de corriente también a la hora de abordar la historia al comenzar desde fuera de ella, dando cuenta que de que nos van a narrar una ficción en la que todos los personajes están unidos por unas fuertes aunque divergentes creencias. Unos se aferran a su credo, otros a la ciencia y todos ellos distorsionan la realidad para hacerla encajar en su idiosincrasia.

Tú eliges si están dentro o fuera de la prisión que ellos mismos se han creado con ellas y a su vez dónde consideras que te encuentras tú mismo, es decir, de qué lado estás. Hay un personaje en concreto que es particularmente juguetón dado que además de servir de narradora omnipresente llegados a un determinado punto rompe la cuarta pared, resultando muy desconcertante.

El material de base de la película no es otro que la novela de Emma Donoghue aclamada por el mismísimo Stephen King que dijo de ella que le había resultado "imposible parar de leer", adaptada por el propio Lelio y Alice Birch.

El prodigio nos desplaza a un pequeño pueblo de la Irlanda de mediados del siglo XIX. En la zona se ha corrido la voz de que Anna O'Donnell, hija de una humilde familia de granjeros, lleva meses sin comer: en concreto, desde que tomó la primera comunión. Ella dice nutrirse tan solo del "maná" caído del cielo y presenta una salud envidiable.

En un ambiente tan católico, hay quienes la ven como una santa y otros como una impostora que debería ser excomulgada. Lib Wright, una joven enfermera, es enviada a vigilar a la niña durante dos semanas haciendo turnos de ocho horas con una monja. Su cometido es otorgarle credibilidad al supuesto milagro o bien destapar el engaño.

Pronto Lib se da cuenta de que es muy difícil controlar a su compañera y también a la familia de Anna. Cuando decide tomar las riendas y la separa de ellos, la niña comienza a deteriorarse rápidamente. William Byrne, un periodista enviado para esclarecer el caso, se convertirá en un inesperado aliado para ayudarla a lidiar con la complicada misión que se le ha impuesto.

¿Quién es Anna/Hanah?

Pretender que estamos ante una película "de época" es bastante simplista: lo que pretendía el libro y consigue la película El prodigio es que nosotros nos planteemos nuestro propio sistema de creencias.

Es decir que no nos habla solo del pasado con una cruda recreación histórica inspirada en hechos reales, sino que se vale del relato en calidad de fábula que dialoga con presente y nos interpela para que abordemos nuestra concepción de la realidad.

Para que la cinta funcione es imprescindible contar con un reparto a la altura de su ambición y aquí hay que decir que, una vez más Florence Pugh a la que hemos visto recientemente en No te preocupes querida y a quien veremos en Dune Parte 2, llena la pantalla por completo. La química con Tom Burke es además palpable desde el primer momento en que "chocan" en pantalla.

También destaca la presencia de Niamh Algar, a quien recordaréis por su participación en Raised by Wolves, su compatriota Ciarán Hids y los británicos Toby Jones y Kíla Lord Cassidy, en el rol de la enigmática y devota niña cuya identidad y camino en la vida es un misterio hasta para sí misma.

En suma, El prodigio es una película muy recomendable que nos lanza un reto y permitirá a aquellos que le den una oportunidad tener un interesante debate tras el visionado. Amén de lo disfrutable que es la deliciosa fotografía, de fuertes contraluces e intensos colores que te subyuga desde el comienzo.