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Crítica de La casa de Jack, dirigida por Lars Von Trier

La casa de Jack
Crítica de La casa de Jack (The House that Jack Built), dirigida por Lars Von Trier y protagonizada por Matt Dillon, Bruno Ganz, Uma Thurman y Riley Keough. Estreno el 25 de enero de 2019.

Lars Von Trier es un director que no deja indiferente con ninguno de sus trabajos. Tras pasar por festivales como Cannes o Sitges, llega por fin a las carteleras La casa de Jack, su nueva película visceral y ribeteada de humor negro, en la que el espectador habituado a su tono va a encontrar exactamente lo que espera: por una parte, una cinta mordaz; por otra, un ejercicio de autocrítica importante y, por supuesto, una historia alegórica con sorpresa final.

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El danés escribe y dirige esta obra, en la que juega con las expectativas de la audiencia para mostrar la conversación entre dos hombres. Verge es el interlocutor de Jack, a quien él decide contar, a través de varios "incidentes" escogidos al azar, cómo se convirtió en un virtuoso del asesinato, mientras el primero lo guía durante el camino.

A lo largo de doce años, Jack se obsesiona con la idea de levantar una casa, pero no termina de encontrar el material ideal para su construcción, de modo que su ambición va evolucionando. Desea crear una obra maestra sin precedentes y encuentra su vehículo de expresión en la perfección que supone matar y exponer sus hazañas. Como cualquier otro artista, su ego es inmenso y así lo revela en esta confesión hasta que descubrimos el verdadero propósito del viaje que está realizando con Verge.

El cine de Lars Von Trier es pura provocación y La casa de Jack no es una excepción: se puede hacer una lectura literal de la película cuando nos da las claves al final de la misma o ir entresacando toda la explosiva carga de profundidad de un guión redondísimo, que a nivel metalingüístico reflexiona sobre cuestiones como qué es el arte, cuáles son sus límites, si es que los tiene, y cuál es por tanto la línea que separa el bien del mal.

La estructura de la película tampoco es casualidad: esos cinco incidentes y un epílogo ha sido la fórmula escogida para la película, pero el plan inicial (que iría como anillo al dedo a la propuesta) era realizar una miniserie. La narración es tan hipnótica que habría podido funcionar de perlas de forma episódica.

Matt Dillon soporta el peso del relato en el mejor papel protagonista de toda su carrera y Trier se supera escogiendo cada tiro de cámara, cada encuadre, cada ángulo y cada detalle del plano con una fotografía pensada para resaltar las tonalidades rojas (con toda la simbología que conllevan: la pasión, el pecado, la energía, la lacra...). Al fin y al cabo, Trier es un artista y por tanto "se abre las carnes" como tal para expiar sus pecados en esta película. O tomarnos el pelo durante hora y media pensando que es lo que está haciendo, que también puede ser.

La atención a los detalles de la puesta en escena es magistral así como las certerísimas decisiones de casting: Bruno Gantz es un perfecto Verge;  y las víctimas trabajan de maravilla; Siobhan Fallon Hogan, Jeremy Davies, Riley Keough y Uma Thurman.

Debate dentro y fuera de la sala: mientras el público de Cannes se horrorizó con la película y abandonó la proyección en masa, Trier fue aplaudido en Sitges. Así que una primera reflexión que podemos hacer es que hay públicos para todos los gustos y hay quien encuentra arte en la atrocidad, que es justo parte del discurso de la propia película.

Nuestro asesino, con transtorno obsesivo compulsivo por la limpieza, es tan capaz de hacerse llamar Mr. Sofisticación como de entrar reiteradas veces en el escenario de sus crímenes para asegurarse de que no ha quedado una sola mancha de sangre y deja que salga el tigre que lleva dentro solo cuando se topa con alguien que lo confunde con lo que es en realidad: un asesino en serie.

A lo largo de este resumen de su periplo vital, encontramos pasajes de animación para explicar su pulsión de matar, referencias artísticas a "La balsa de la Medusa" de Géricault, a Albert Speer, el arquitecto del Tercer Reich, Klimt o Botticelli con las que Jack (a todas luces un alter ego del propio Trier) se afana en identificar el horror y la putrefacción con la belleza y lo deleitable.

La casa de Jack
Golem Distribución

Pero ojo, que esto no es todo: además el director bucea por su propia cinematografía, introduciendo fotogramas de películas como Dogville y Nymphomaniac e incluso hace referencia a su debut en 1984 con El elemento del crimen. El mensaje final, abierto al espectador: ¿es el cine de Trier el crimen perfecto? ¿Está delinquiendo en nuestras narices sin que seamos capaces de atraparlo? ¿Se ha "entregado" con esta película? ¿Qué dice de nosotros el hecho de que seamos consumidores de sus obras?

VALORACIÓN:

Lars Von Trier vuelve a dar en la tecla con una película sorprendente, hilarante, cargada de filosofía pero también de humor negro que es a la vez reflexión sobre la naturaleza humana y sobre el Arte.

LO MEJOR:

La progresión del guión a lo largo de los incidentes que relata Jack, sus disertaciones y la inesperada y alegórica conclusión final.

LO PEOR:

A veces la violencia es tan explícita y desagradable que dan ganas de esconderse detrás de la butaca. Es muy larga, no apta para impacientes.
Hobby

90

Excelente

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