Crítica de Christopher Robin - El live action de Winnie The Pooh
Jesús Delgado
"Es Winnie Pooh, es Winnie Pooh, un travieso osito de algodón relleno. Es Winnie Pooh, un curioso osito barrigón". Seguramente muchos de nuestros lectores estén familiarizados con esta tonadilla, aunque solo sea por el tema de fondo que escuchábamos en sus escenarios en la saga Kingdom Hearts.
Christopher Robines el título de esta nueva adaptación de la historia del osito tragaldabas del bosque de los 100 Acres, que continúa los cuentos originales a modo de secuela oficiosa. La trama cuenta como Christopher Robin, el niño que jugaba en el bosque con Pooh y sus amigos, se hace mayor. Como consecuencia, Robin madura, se casa, tiene una hija y entra a trabajar en una gran empresa. Esto último resulta muy absorbente y estresante y parece que va a ser la causa de su divorcio (y/o de una taquicardia).
El personaje creado por Alan Alexander Milne para sus cuentos infantiles, y licenciado por Disney desde los años 60, regresa a las pantallas. Pero esta vez lo hace sumándose a las producciones de live-action de Walt Disney Pictures, siguiendo la estela de El libro de la Selva o Cenicienta. Aunque eso sí, con una vuelca de tuerca, como ya ocurriera con Maléfica.
Volviendo a Christopher, con su matrimonio pendiendo de un hilo, con una vida cada vez más insatisfactoria y con el color gris coloreando todos los aspectos de su existencia, Christopher Robin recibiría la inesperada ayuda de su amigo de la infancia, el osito Winnie. Este ser de fantasía y el resto de la vieja banda tratarán de hacer recordar a Christopher que hay cosas más importantes que el trabajo y la dedicación absoluta a él, en un intento de traer de vuelta la luz y el color a su día a día.
Estos eran los cuentos originales de Winnie The Pooh, de A.A. Milne
Marc Forster (Monster's Ball, Descubriendo Nunca Jamás) dirige esta película en clave de fábula para todas las edades, que protagonizan Ewan McGregor, Hayley Atwell, Bronte Carmichael y Mark Gattis y en cuya versión original contamos con las voces de Jim Cummings, Toby Jones, Brad Garrett y Peter Capaldi, entre otros.
Fórmula repetida, pero eficiente
En primer lugar, hemos de señalar que esta película nada tiene que ver con la de Adiós, Christopher Robin. Mientras que esta última es un biopic basado en la vida del autor, Alan Alexander Milne y de los problemas familiares con su hijo Christopher Robin Milne, la película que nos ocupa trata de ser una continuación de la visión de Disney y de su adaptación de los libros originales.
Partiendo de esta base, hemos de atender a que estamos ante una película de aventuras "blandita" y llamada a traer confort a los espectadores, invocando la idea de la nostalgia infantil y construyendo así un discurso que defiende y ensalza los años mozos y la fantasía, frente a las exigencias familiares y laborales del mundo adulto. Por tanto, que nadie vaya al cine engañado. Esta película es lo que parece, un enorme batido de vainilla, coronado con nata y sirope, listo para llenarnos las venas de azúcar. No pretende ser otra cosa tampoco.
Forster plantea un escenario con un fuerte sabor inglés y un planteamiento narrativo manido. El director recrea una Inglaterra tras la II Guerra Mundial, en proceso de recuperación económica, en la que el antiguo niño ha tenido que crecer y se ha convertido en el responsable de la división menos rentable de una empresa de maletas y somieres. Esta contraposición juega con la convención literaria británica, heredada de la literatura romana, de comparar la estresante vida de la ciudad con la calma del campo. Este ensalzamiento de la vida rural, por cierto, lo encontramos en numerosas obras, siendo la más destacada El Señor de los Anillos.
A su vez, también adopta el cliché del niño que se hace adulto y cuyos problemas se solventan cuando su yo adulto recuerda y acepta lo que le hacía feliz con diez años. Este estereotipo tiene sus ejemplos más comunes y conocidos en la Hook de Steven Spielberg y en el clásico Mary Poppins, pero veréis que no se limita únicamente a dicha película. De hecho, podríamos decir que la película tiene un toque muy británico, realizado con cierto artificio, ya que está buscado y forzado. Aunque, como decimos, dentro de la fórmula que se destila es una concesión lógica y casi obligada.
Estos ejes que mencionamos son los que fundamentan este relato para toda la familia y que juega muy bien con las emociones del público, llevándolo de la manita desde el prólogo hasta su escena postcréditos. Los más cínicos lo llamarán condescendiente y melifluo, pero en realidad no es si no un espectáculo ligero, que reutiliza fórmulas ya utilizadas anteriormente con bastante eficiencia. De hecho, la "trampa" de su ternura es precisamente uno de sus grandes alicientes.
En el plano técnico, diremos que cuenta con un ritmo aceptable, sin ser demasiado lento o apresurado, aunque sí es cierto que le cuesta un poco arrancar. Para su puesta en escena, el director recurre a una fotografía bastante bonita y acertada, jugando con colores para crear las atmósferas adecuadas y creando una comparación de tono que sirve para marcar la historia. En esta línea, el director de fotografía aprovecha muy bien la luz para indicar el choque brutal entre la visión infantil e idílica y el mundo de los mayores.
A nivel estético, cabe decir que la decisión de convertir a los personajes en peluches es un acierto. Sobre todo, porque busca un punto medio entre el candor de los dibujos animados y los diseños de estos, con los dibujos de los cuentos originales (dibujados por E.H. Shepard), en donde los peluches que acompañaban a Christopher Robin tenían un aspecto más rústico. Además, el acabado en pantalla es bastante acertado y dentro del estándar del CGI utilizado por Disney en sus últimas películas. De ahí que resulte grato al ojo.
El reparto, por cierto, es todo un acierto. El cuarteto principal está formado por Ewan McGregor, Hayley Atwell, Bronte Carmichael y Mark Gattis y su ejecución en pantalla es limpia e impecable, como viene siendo de común en la escuela de interpretación británica. Pero los secundarios y los cameos no se quedan atrás, ni mucho menos. Sin explotar sus capacidades actorales, realizan un trabajo muy digno y simpático, que nos alegra el visionado. En una línea similar, en su VO, las voces de los muñecos, interpretadas por actores de voz e intérpretes conocidos, son una golosina muy dulce para el oído. Solo tenedlo en cuenta.
En conjunto, podemos decir que Christopher Robin es una película muy amable, entrañable y que está llamada a despertar al niño interior. No debe verse con ojos cínicos de adulto, sino con los de un niño. Es la mejor forma de salir del cine con una sonrisa, habiendo disfrutado de las aventuras de Winnie The Pooh en acción real.
VALORACIÓN:
Emotiva secuela a los relatos de Walt Disney basados en Winnie The Pooh, que juega con el arquetipo de adulto que ha recurrir a su infancia para superar sus problemas en la vida. Poco sorprendente, pero acertada.LO MEJOR:
El reparto de actores y voces. El eficiente uso de la fórmula y los clichés. La nostalgia. El uso de la luz. El diseño de los peluches.LO PEOR:
Planteamiento y desarrollo muy manoseado, poco original. No esperes ninguna sorpresa.70
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