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Crítica de Dead Kids, la primera película filipina original de Netflix

Dead Kids
Crítica de Dead Kids, dirigida por Mikhail Red. La primera película original filipina de Netflix propone un thriller juvenil en el que un grupo de marginados secuestran al chico abusón y rico del instituto para cobrarse dos recompensas: dinero y venganza. El estreno de Dead Kids en Netflix España es el 1 de diciembre de 2019.

Cuentan que Netflix, en su afán por conquistar nuevos hogares, ha expandido las fronteras para apostar por contenidos originales. Contenidos, dicho sea de paso, que puedan suplir la enorme pérdida de productos de terceros que ha dinamitado Disney con su irrupción en los servicios de visionado por streaming. Minimizar la dependencia de producciones externas es el principal objetivo de la plataforma ante las respuestas de un mercado que quiere plantar cara al modelo que ellos mismos han propulsado.

Este fin parece inalcanzable a corto plazo, pero el lanzamiento de producciones como Dead Kids, la primera película original filipina, demuestran que la transición está en camino. Los festivales de cine europeos han dado buena cuenta de la irrupción de la nueva ola de cine independiente que está proliferando en el país, entre cuyas propuestas destacan producciones como Birdshot, del joven Mikhail Red, que fue la primera película filipina que debutaba en la plataforma. ¿Adivináis quién ha dirigido el nuevo contenido original de Netflix? Bingo.

Dead Kids nos presenta un tema fetiche para las últimas producciones filipinas: el drama social, esta vez enmascarado como thriller y apuntando al universo juvenil en el nuevo mundo tecnológico. Basada en un hecho real, el estreno de Netflix está protagonizado por Sue Ramirez, Khalil Ramos, Markus Peterson y Vance Larena, entre otros.

Dead Kids

Un joven inadaptado y de clase baja recibe una propuesta de venganza tan disparatada como deseada tras años de tormento: secuestrar al niño rico y abusón del colegio que no ha dejado de hacerle la vida imposible.

Con tintes de heist movie, el grupo de chavales que quieren pintarnos como los más débiles —una descripción que, de hecho, recibe el nombre de «Dead Kids» (niños muertos)—, se meterán hasta las rodillas en un lodazal cuyas consecuencias van más allá de una noche desenfrenada con la cámara del móvil retransmitiendo cada estupidez de la que arrepentirse al día siguiente.

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El director demostró con Birdshot su capacidad para adueñarse del ritmo con un trabajo de cámara enérgico, centrado en las disimuladas respuestas emocionales de los jóvenes adultos que la protagonizan. Una obsesión reflejada especialmente en el personaje de Sue Ramirez, la chica popular que se ha encariñado del pardillo de la clase. Anticipación que se cumplirá con el plano final; una lástima que gran parte de esos matices se pierdan por el camino ante el precipitado —e invisible— desarrollo de su personaje.

Dead Kids

A pesar de la fluidez de la trama, la película hace una vaga descripción de la juventud filipina. Ante tal apertura de puertas al mercado global, y más allá de acaparar la atención del público patrio, Dead Kids tenía una oportunidad maravillosa para desnudar su cultura social ante el mundo, pero los números aprietan a la plataforma y la comercialidad se ha impuesto a esa independencia con la Mikhail Red brillaba en su título anterior.

Inquietudes encerradas en el cajón esperando a que alguien las rescate. Con la película a toro pasado, ¿qué propone el visionado, más allá de una historia amparada por la crudeza del «Basado en hechos reales»? Pocas preguntas y menos respuestas, pero la nuestra es otra: la nueva película de Netflix se las apaña para dibujar pequeños retratos de la división de clases filipina, lo que demuestra que el drama social estaba ahí, justo a su alcance para suplir las carencias narrativas. Sólo había que estirar la mano y cogerlo, pero el palmetazo ha sido evidente y la globalización ha ganado la partida a la diversidad.

Dead Kids

En el último capítulo de pudo ser y no fue, Dead Kids consigue evitar el vicio de la violencia injustificada, sus interpretaciones se perciben naturales y la selección de planos, como ya habíamos comentado, está deseando contarnos más de lo que termina proponiendo el metraje. Existe todo un subtexto fluyendo entre diálogos grandilocuentes que parecen soñar con protagonizar la próxima entrada triunfal entre frases de película memorables, pero si funciona como propuesta para catapultar el cine filipino en la plataforma dependerá, cómo no, de las expectativas de cada uno.

Hay un mensaje que podemos rescatar: Netflix tiene en sus manos la herramienta definitiva para dar a conocer la visión artística y cultural de países que, de no ser por algún ciclo de cine puntual en un local metropolitano remoto, jamás echarían a correr más allá de sus fronteras. Y esa puede ser, precisamente, la respuesta ante el protagonismo del contenido de terceros. El riesgo ya está en la balanza.

VALORACIÓN:

Dead Kids es una película que ofrece menos de lo que realmente quiere proponer, pero que cumple con humildad en Netflix. Cine para jóvenes en plena globalización que podría venir de Filipinas, de Alemania o de Staten Island; sólo el idioma de la versión original tiene algo que decir sobre sus raíces.

LO MEJOR:

Su interés en mostrar cierta independencia y su capacidad para responder al ritmo que exige la trama.

LO PEOR:

Todo lo que se queda en el limbo del riesgo: entre la escasa profundidad cultural y el vago desarrollo emocional de sus personajes.
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