Crítica de The Dropout: auge y caída de Elisabeth Holmes, la historia de un clamoroso fraude
El precio de tomar atajos para cambiar el mundo: crítica de The Dropout: auge y caída de Elisabeth Holmes, la serie sobre Theranos que lanzará Disney+ el 20 de abril de 2022 protagonizada por Amanda Seyfried.
Como polillas atraídas por la luz: hay personalidades que consiguen amasar fortunas, congregar a masas y vender grandes ideas... detrás de las cuales no hay más que humo. Hay todo un subgénero dedicado a analizar estos fenómenos, como hemos visto con recientes exitazos del calibre de Inventing Anna, WeCrashed o la miniserie que hoy nos ocupa: The Dropout: auge y caída de Elisabeth Holmes.
Se trata de ocho episodios de unos 50 minutos de media de duración a lo largo de los cuales se muestra la complicada personalidad de Elisabeth Holmes, la creadora de la empresa Theranos (abreviatura nacida de las palabras terapia y diagnóstico), cuya misión era la de crear un dispositivo pequeño, compacto y portátil con la capacidad de realizar un test sanguíneo con una única gota de fluido.
Quienes sintáis especial curiosidad por comprender su ascenso tras crear una empresa unicornio, podéis ver la película documental The Inventor: Out for Blood in Silicon Valley en HBO Max y así tener una perspectiva aún más clara del trabajo interpretativo de Amanda Seyfried a la hora de meterse en la piel de esta joven y sobrevalorada CEO.
La narración de The Dropout arranca mostrando a Holmes antes de entrar en la universidad, pero ya con la vista puesta en grandes personalidades como Bill Gates, Paul Allen, Mark Zuckerberg, Steve Jobs o Elon Musk. Su finalidad: cambiar el mundo y hacerse multimillonaria lo más rápido posible.
Aunque originalmente sus intenciones son buenas, con una fuerte vinculación emocional a sus propias experiencias y pérdidas en la vida, poco a poco su objetivo segundo empieza a imponerse respecto al primero.
Tras recabar menos apoyos de los esperados para sacar adelante su idea en la Universidad de Stanford, abandonaría los estudios y buscaría otro tipo de aliados tratando conseguir el dinero suficiente para fundar una empresa de rápido crecimiento a pesar de no tener un prototipo fiable que consiguiera los resultados que se esperaban.
A partir de ese momento, las malas prácticas se generalizan falseando tests, utilizando tecnología de la competencia y buscando un férreo control de trabajadores, lo que llevaría a Holmes a enfrentarse hasta a 11 cargos en la corte penal. La sentencia, por cierto, se dará a conocer en septiembre de este año.
Un épico fracaso, en suma, fundamentado en un montón de mentiras que, más allá de las pérdidas millonarias, llegó a poner en riesgo la salud de las personas que se fiaron del proyecto y, en última instancia, de ella, autoerigida como modelo de éxito y revestida de cierta aura de benefactora.
Un símbolo de progreso feminista... envenenado
En otras de las series de las que ya hemos hablado hemos visto el elemento de relato generacional: realmente hubo un boom de emprendimiento en una generación que parecía llamada a comerse el mundo gracias al ascenso de la tecnología.
Salirse de los cauces académicos y manejar empresas costosas de grandes ambiciones era una opción atractiva y una oportunidad que los inversores, generalmente ricachones añosos, veían con codicia, aunque no entendieran nada. La serie le dedica mucho tiempo a desarrollar a los personajes que muestran ese cambio de paradigma y cómo temen "quedarse atrás".
Pero uno de los atractivos propios de la serie The Dropout es que además lanza una mirada de género incómoda hacia Elisabeth y el apoyo que encontró en los medios de comunicación, en influyentes figuras públicas e incluso en las más altas instancias políticas. No se cargan las tintas, pero sí que se le da algo de cera a los demócratas mostrando a Clinton y Biden encumbrándola.
Es fácil ver cómo terminó convirtiéndose en un constructo de lo que la sociedad le exigía vendiendo su propia imagen (rehecha para casar con lo que se esperaba de ella, como vestir como una CEO y utilizar una voz más grave que le diera, supuestamente, mayor credibilidad) y agarrándose a conceptos como la ruptura de los techos de cristal para las mujeres jóvenes en la ciencia o la sororidad.
La serie no la exonera de ninguno de los delitos que cometió contra inversores, pero también contra médicos y pacientes y por los que ya ha sido juzgada, aunque sí intenta que tengamos la información suficiente como para comprender los pasos que la llevaron a enredarse con los cordones de sus zapatillas: querer correr antes de andar y alimentar una fábula que la terminó fagocitando.
Al final es una nueva forma de ver el fracaso del sueño americano, en este caso, uno más "moderno", que entronca con el individualismo norteamericano y la dichosa manía de personalizar los afectos y fiarlo todo a una credibilidad que no se sustenta en datos científicos y contrastados.
Ojalá sirva como ejemplo de lo que no hay que hacer y no para mitificar la derrota y quedarnos hipnotizados por estas atractivas sirenas cuyo canto nos lleva a estrellarnos de cabeza. A veces parece que incluso se magnifica la desilusión personal en detrimento del daño a la salud pública... aunque está claro que iba todo de la mano.
VALORACIÓN:
Es curioso lo mucho que se parecen las historias de grandes emprendedores que terminan creando una burbuja que explota: The Dropout muestra el complejo retrato de una emprendedora con excesivas prisas por triunfar formando un mosaico demoledor de la sociedad estadounidense.LO MEJOR:
El proceso de transformación de la protagonista a lo largo de los años, desde su aspecto hasta su voz y los hitos que marcan su carrera.LO PEOR:
Aunque la serie abarca muchos temas, la historia parece estar algo alargada de más, sobre todo por ciertos "momentos valle" en episodios centrales.72
BuenoDescubre más sobre Raquel Hernández Luján, autor/a de este artículo.
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